miércoles, 24 de julio de 2024

Alfredo Herrera Flores. Fragilidad y esperanza

 


FRAGILIDAD Y ESPERANZA

 

[Entrevista a Alfredo Herrera Flores[1]
sobre su libro Las alas de la libélula]

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 



 


Aproximadamente, ¿cuánto tiempo ha tomado escribir Las alas de la libélula? ¿De dónde provienen las ideas que nutren esta primera novela?

 

Tal vez unos dos o dos años y medio; sin embargo, algunos de los temas, personajes o circunstancias de la novela han ido dando vueltas desde hace varios años atrás, hasta que encajaron o tomaron la forma que yo esperaba. Uno de los hechos más concretos es un atentado a una radioemisora en Puno, en los años finales del siglo pasado; ese suceso servía para una historia, pero nunca puede concretarla; otro suceso fue el tema histórico del proceso de independencia. Finalmente, al tejer las historias, ya con la convicción de escribir esas historias, la novela fue tomando forma, hasta que decidí terminarla.

 

¿Le parece que ha escrito una novela histórica?

 

No es una novela histórica. Hay escenas o situaciones con personajes ficticios en épocas históricas. Esos datos son solo eso, datos, referencias, no hay información científica o académica, ni menos una interpretación de aquellos sucesos. Creo que es importante tener en cuenta algunas etapas de nuestra historia, como parte del ejercicio de la memoria colectiva para entendernos como sociedad.

 

 

Tres historias se alternan a lo largo de la obra y se distribuyen en tres capítulos. Cada una con su respectiva peculiaridad, pero la más diferente es la que se narra en primera persona. Me refiero al personaje masculino que monologa y reflexiona constantemente sobre conceptos complejos y filosóficos. ¿Por qué vio la necesidad de introducir su historia en la novela?

 

El arte, en general, y la literatura, en particular, son una extraordinaria excusa para que el autor exprese sus propias cavilaciones, o ponga en boca de sus personajes aquellas que quiere debatir o combatir. Ese personaje resultó ideal para que yo pueda reflexionar sobre algunos temas que son transversales a las otras historias: la violencia, los ideales de libertad, la ambición personal o la fragilidad del amor. Es cierto que podría entenderse como un personaje cercano al autor, pero en realidad, todos los personajes tienen algo de su autor, o su creador.

 

Es curioso, este personaje tiene tintes de la novela psicológica, la novela existencial, los relatos epifánicos y la narrativa moderna que se concentra en la introspección o el monólogo interior. ¿Hay autores o lecturas específicas que lo hayan orientado en la construcción de este personaje?

 

Gran parte de la novela existencialista de mitad del siglo anterior y las posteriores corrientes literarias han incluido estos recursos o técnicas narrativas, va ser difícil deshacernos fácilmente de esos aportes. Tengo autores y lecturas que han influido o autores y lecturas de las que se ha aprendido estas técnicas, pero no sé si las han orientado a la manera como mi personaje asume sus reflexiones. A veces los autores no nos hacemos totalmente responsables de lo que pasa con nuestros personajes. Juan Carlos Onetti sea tal vez el autor más influyente en ese sentido.

 

Hay un pasaje en el que uno de los personajes femeninos es descrito como una persona que piensa en quechua, pero habla en español. ¿Cómo ve esta condición mestiza en un sentido cultural?

 

Es interesante su lectura respecto a este personaje. Es simbólico, como muchos otros, el cura que se une a la causa independentista, por ejemplo, o la mujer que tiene un hijo de un español y una hija de un indio, sin que eso se explique. La novela es también un mecanismo para interpretar nuestra realidad, las condiciones en las que nuestra sociedad enfrenta su propia historia. Cuando un personaje refleja una de estas condiciones es el lector quien hace el ejercicio de interpretación, que puede ser, incluso, diferente a la intención del autor. No nos debe extrañar una interpretación de cada personaje o de pasajes de la novela, pero sí debemos hacer esfuerzos por interpretarlos y aplicar, posibles lecciones a nuestra realidad. En varias ocasiones se ha explicado que, entre las causas de nuestra difícil convivencia social, como país, está la distancia cultural que hay entre nosotros mismos, la negación del otro, la exclusión y el centralismo, y al parecer nadie podría escribir una novela ambientada en el Perú en la que no visibilice uno de estos males.

 

Esta negación del otro, que menciona, me hace pensar en nuestra condición heterogénea y las dificultades de una conciliación entre culturas. ¿Las alas de la libélula son tan frágiles como nuestra identidad nacional? ¿Son tan frágiles como la paz en nuestra nación?

 

Una sociedad es frágil en cuanto sus componentes, sus sistemas de gobierno o su estructura social son frágiles; y esa fragilidad se manifiesta en males sociales como la informalidad, el bajo acceso de la población a servicios básicos, la interrupción de procesos políticos, la fragmentación de su población. La metáfora de las alas de la libélula podría aplicarse a todo aquello que implique interrelaciones y complementariedad. La paz, la convivencia armoniosa, el intercambio o la sinergia cultural son procesos que se soportan en la fortaleza social. Entonces, hay que aprender a mirarnos también, a cuestionarnos y a entendernos. No a soportarnos y tolerarnos, sino a respetarnos.

 

Entre las historias, también está la de una pareja de extranjeros. Uno de ellos es un académico que busca presentar un proyecto de corte histórico y arqueológico a una universidad cusqueña. ¿Qué tan vital considera la perspectiva foránea en la restauración de un patrimonio y, por tanto, una identidad como la nuestra? ¿Hasta qué punto la figura de Robert sale de lo exótico y busca lo comprometedor al desentrañar el pasado peruano?

 

Tal vez sea Robert, este personaje tan bien definido, el hilo conductor de la novela. Su interés académico, su mirada objetiva respecto al entorno que está por descubrir, su emoción y su propia historia sentimental van a dar un giro al pasar de la frustración a la ambición y aprovechar aquello que tiene en sus manos de manera inesperada. Pone en riesgo, entonces, su carrera académica y su estabilidad emocional; pero se trata de un extranjero, alguien ajeno a los problemas internos de una sociedad que no conoce o que recién está descubriendo. Lo que tiene en sus manos, simbólicamente también, es ese patrimonio del que hablas, que, por supuesto, es nuestra identidad. Si repasamos al personaje, él no emite opinión sobre lo que encuentra o lo que ve, simplemente observa, nosotros somos los que sufrimos nuestra propia historia, una historia de violencia, interrupciones, frustraciones, pero que, al mismo tiempo, es una historia gloriosa, de mucho sacrificio y orgullo, que, dicho sea de paso, hay que seguir rescatando, construyendo.

 

 

Ruth, la esposa de Robert, es quién observa en mayor medida la fragilidad de la relación conforme atraviesa distintos umbrales en la trama. Asimismo, este punto de vista es el que descubre el significado de las alas que posee una libélula. Me da la impresión de que tiene un sentido un tanto desalentador, pues si el amor es tan frágil como las alas de la libélula, entonces no tiene tantas probabilidades de sobrevivir al paso del tiempo. ¿Qué podría decir sobre esta naturaleza efímera del amor? ¿Cómo piensa que la ha retratado en su novela?

 

El pesimismo, o el desaliento, no tiene sentido sin la esperanza, la renovación. No solo el amor, sino también la lealtad o la fraternidad, por ejemplo, son tan fuertes como frágiles. La decisión de Ruth puede reflejar el fracaso del amor, pero también puede significar la fortaleza del individuo para lograr reponerse, seguir manteniéndose en pie y tomar un nuevo rumbo, posiblemente hacia un nuevo fracaso, pero con la esperanza de que eso no suceda.

Cuando terminé de escribir la novela me di cuenta de varios de estos personajes o sucesos simbólicos, que no me había propuesto al principio. No dije «voy a escribir una novela sobre la fragilidad del amor o sobre el mestizaje, o sobre la violencia política», yo escribí una historia con los elementos de una realidad que me ha cuestionado, que me cuestiona como ciudadano y como escritor, he construido una ficción tratando de liberarme de recuerdos y pensamientos, enfrentando a mis propios demonios y fantasmas, y lo que ha resultado es una historia de ambiciones y deslealtades, sueños e ideales, fracasos y esperanzas.

 

Hay una parte en la que se cruzan los tiempos de dos de las historias en la Plaza central de la ciudad, lugar que congrega protestas de distintas causas, pero también de un mismo ímpetu. ¿Esta repetición o semejanza entre hechos de distintas temporalidades representa el significado del tiempo circular? ¿La idea del tiempo circular, mencionada en un momento de la obra, nos remite a esta reincidencia conflictiva en la sociedad?

 

El pensamiento andino, la cosmovisión andina, de la que no podemos desprendernos por más que nos hayan impuesto otras formas de concepción del mundo, del tiempo, de la trascendencia, es circular. Esta circularidad se manifiesta de muchas maneras sin que podamos advertirla; en la danza, por ejemplo, o en la esperanza de reencontrarnos con un ser querido. A diferencia del pensamiento occidental, donde todo tiene un inicio y un final, en el mundo andino todo vuelve a un punto de reencuentro o reinicio, y a cada momento estamos emprendiendo nuevos caminos. Aquí la memoria juega un papel muy importante, la memoria es como un punto de referencia en ese círculo, pues si olvidamos un hecho, personal o colectivo, es seguro que lo vamos a volver a cometer.

Cuando Ruth se encuentra en Cusco siendo testigo de una protesta social, lo que ve, finalmente, es todas las protestas sociales que se han producido ahí, o en el mundo, como en un círculo, y la más notable protesta en Cusco fue la rebelión de Túpac Amaru. Entonces, sí, hay una imagen circular, incluso cinematográfica, si se quiere, porque nos presenta esos dos sucesos como si fuera uno solo, superpuesto, pero en realidad es un retorno, una vuelta de círculo, o de tuerca, si se quiere. Cuando Ruth es testigo de un suceso contemporáneo, que puede ser leído como una constante repetición de hechos similares, se convierte en testigo de la historia, es decir, de la memoria de una sociedad, de un pueblo, de una nación, como quiera llamarse. En ese mismo episodio hay otro hecho similar, el grito de Fernandito Túpac Amaru, que se produce hace 200 años y que hasta hoy resuena, también en el sentido de circularidad o de retorno.

 

¿Diría que estamos condenados a repetir la misma tragedia? ¿O hay la posibilidad de que en una de estas repeticiones logre alcanzarse resultados diferentes?

 

La conservación de la memoria histórica es importante, tanto como la interpretación de los hechos. Las fechas, los lugares y los personajes son importantes, pero no estamos haciendo los adecuados ejercicios de interpretación de esos sucesos, los proyectos de los personajes o el potencial de los lugares. Celebramos, o conmemoramos las batallas del bicentenario de nuestra independencia, pero no aprendeos de las batallas que enfrentamos, como el terrorismo, la delincuencia, la pandemia o la inseguridad ciudadana. ¿Cómo habrían actuado nuestras autoridades para enfrentar la pandemia si hubieran leído La peste, de Camus, o Ensayo sobre la ceguera, de Saramago? ¿Hemos aprendido lo suficiente de la época del terrorismo, de sus causas, para evitar otra situación similar? ¿Cuántos intentos de descentralización o regionalización o desconcentración del poder hemos tenido en los últimos cincuenta años?

 

Ya que menciona la descentralización, Cusco, Puno y Arequipa resuenan en la obra; a veces porque las situaciones se dan en estos espacios y otras porque son referentes necesarios para captar el contexto, cosa que noto con la alusión a Mariano Melgar. Para usted, personalmente, ¿qué significan estos espacios? ¿Qué le viene a la mente al pensar en ellos?

 

Mi experiencia vital ha transcurrido en estos espacios, en general en el sur del país, y esa particularidad se refleja inevitablemente no solo en la novela, sino también en mi obra poética, incluso en el ensayo ―tengo un libro que analiza la narrativa cusqueña, por ejemplo―. He sido testigo de algunos hechos que se han trasladado a la ficción en mi novela y eso me hace, de alguna manera, protagonista. La alusión a Melgar también es un punto de quiebre en la novela y en la historia del Perú, como lo es la alusión a Agustín Gamarra, realista que luego cambia a las filas patriotas, hasta ser quien da el último discurso independentista en Cusco, en 1825. No hay un afán de exaltación ni al territorio ni a los personajes, lo que hay es una presencia, de una visibilidad, de romper con la mirada centralista y excluyente a la que nos han acostumbrado.

 

En una de sus presentaciones, mencionó que el resultado del Concurso de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro 2023 fue un motivo de alivio, ya que le dio la certeza de haber concretado por fin su obra. Considerando su trayectoria como escritor y esta experiencia en especial, ¿qué consejos de escritura les daría a los jóvenes novelistas y a los novelistas principiantes?

 

Sí, el premio fue un alivio, como si culminara una tarea y la maestra me dijera que está bien hecha y además me diera un beso. También dije que los premios literarios son como pequeñas venganzas, y las venganzas no son más que las ganas de volver a ver a alguna persona, o a nosotros mismos, en otras circunstancias.  Claro que me alegré y lo celebré, porque de todas maneras es una buena noticia. Ahora, presentarse a concursos, publicar en revistas o en libros; el solo hecho de escribir, requiere de una cuota de valentía, y, ya en una carrera literaria, se requiere de mucha valentía, pues van a ser más los fracasos que los éxitos, tenemos que acostumbrarnos al silencio y no al aplauso, la incomprensión va ser como una capa que nos cubre o una coraza que nos rodea. Los jóvenes novelistas o poetas no necesitan consejos, necesitan leer y escribir, todas las lecturas sirven incluso para saber cómo no hay que escribir, y todos los escritos sirven, más aún, los que se desechan o van a parar a la basura. La literatura es el arte de borrar palabras. Y esto de leer y escribir, escribir y leer, se llama persistencia. Es cierto que la vida, la sociedad, el hambre o la soledad aprietan, nos atacan y desalientan, para enfrentar eso están las profesiones y los oficios y la entereza personal, que se construye desde adentro.

 

 

 

 

17 de julio del 2024









[1] Lampa, Puno (Perú, 1965), estudió literatura, periodismo y tiene estudios de maestría en literatura latinoamericana y de comunicación para el desarrollo. Ha obtenido el Premio Copé de Oro de la VII Bienal de Poesía, en 1995, y el premio nacional de poesía convocado por la Municipalidad de Paucarpata el mismo año; el 2016 ha sido finalista del premio internacional de poesía “Pilar Fernández Labrador”, de Sevilla, España. Ha publicado los libros de poesía Etapas del viento y de las mieses (1986), Recital de poesía (flor de cactus editores, 1990), Elogio de la nostalgia (con prólogo de Pablo Guevara, Lluvia editores, 1995), Montaña de jade (Premio Copé de Oro de Poesía, ediciones Copé, 1996), Mares (Lago sagrado editores, 2002), El laberinto (2008), Coca (2009), Mare nostrum (Universidad Nacional del Altiplano, 2013), Mar de la intensidad (Cascahuesos editores, 2014), Falsedad bellísima (Cascahuesos – cartonera editores, 2015), Causas naturales (con prólogo de Marco Martos, La Travesía editores, 2019) y Acerca de la palabra imán (Hijos de la lluvia, 2020). Sus cuentos y otros textos literarios y artículos periodísticos se han publicado en revistas de varios países y diarios de distintos formatos. Mantiene la columna “El barco ebrio” y el blog “La silla prestada”. Poemas y cuentos suyos se publicaron en Alemania, Argentina, Cuba, Colombia, Venezuela, España, Bolivia y Perú. Ganó el Concurso de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro 2023 con su más reciente obra, Las alas de la libélula.

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