martes, 18 de febrero de 2025

Nilton del Carpio. Cronista de la musa o las raíces de Arequipa

 

CRONISTA DE LA MUSA O LAS RAÍCES DE AREQUIPA

 

[Entrevista a Nilton del Carpio[1]
sobre su libro Sinfonía de flores o de piedras]

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 




 

¿En vista de que formaste parte del grupo de poetas que publicó en el 80 la revista Polen de letras desde la Universidad Nacional de San Agustín y radicaste en Arequipa durante esa época antes de mudarte a Lima, ¿qué diferencias notables has encontrado en el ambiente literario de la Arequipa actual en comparación con la Arequipa de aquel entonces?

 

En los años ochenta era muy difícil publicar, el Perú estaba en crisis, he leído en Nuveliel (número 3, 2023) la manera como Charo Núñez Brito aportó para el financiamiento de Ómnibus; nosotros —José Gabriel Valdivia, Esther Villafuerte y quien habla— juntábamos nuestras propinas para publicar la revista, sospecho que en Eclosión ocurrió algo parecido. Ahora han proliferado las revistas literarias, creo que los avances tecnológicos actuales facilitan de alguna forma esta labor. Esta proliferación de revistas ha provocado la aparición de un número mayor de poetas y escritores en la Ciudad Blanca.

 

¿Y por qué Polen de letras? Por cierto, es un nombre algo fino y simpático que contrasta un poco con el urbanismo que transmite un título como Ómnibus o la apertura hacia algo distinto que suscita Eclosión.

 

El nombre, propuesto por Esther Villafuerte, tiene cierta relación con la producción y difusión de la poesía, y era una buena metáfora; además se vincula a la naturaleza. El propósito era hacer una movida literaria, que sea trascendente e innovadora. Por otro lado, nuestro grupo hacía un pequeño taller de poesía, pues eran inexistentes en las aulas académicas: era la primera vez que los estudiantes de literatura fundaban una revista literaria en la facultad.

No lo sabíamos, pero estábamos haciendo historia. Ahora, luego de largos años, nos enorgullece ser el único grupo activo y sobreviviente de los ochenta aquí en Arequipa.

 

¿Qué tanto rivalizaban entre los grupos? ¿Sus relaciones fueron en su mayoría cordiales?

 

Me parece que las relaciones eran cordiales entre todos los grupos, salvo algunas desavenencias anecdóticas propias de los jóvenes y su carácter impetuoso; todos éramos más o menos contemporáneos, pero Oswaldo Chanove y Leandro Medina, un poco mayores. Creo que mantuvimos una buena amistad entre todos.

 

¿Y qué hay de las transformaciones que tuvo la revista? ¿Qué hay de Semáforo y La Gran Flauta?

 

Toda revista tiene un proceso y pensamos en otro formato más ambicioso, con alcance más amplio, de nivel nacional y buscamos colaboradores de Lima, especialmente poetas ya reconocidos. En ese sentido, primero surge Semáforo y después La Gran Flauta, con un formato más amplio puesto que contenía estudios, crítica literaria y creación —poesía y narrativa—. Este último nombre lo tomamos de un poema de Arturo Corcuera —publicado en la revista— dedicado a Alberto Hidalgo, donde le dice «viejo canario de la gran flauta»: el «viejo canario» es el poeta y «la gran flauta» la poesía.  Por eso tomamos ese nombre un tanto curioso.


                                            ¿Qué poetas de Arequipa admirabas en los 80?

 

Nosotros teníamos referentes vivos en Arequipa, tal como José Ruiz Rosas, Guillermo Mercado, Walther Márquez, Aníbal Portocarrero, Alberto Vega, entre otros. Además, como estudiante ya conocía otros autores clásicos desde Melgar hasta la vanguardia, especialmente a Alberto Hidalgo.  También teníamos gran respeto por los poetas de la capital, como Washington Delgado, Pablo Guevara, Marco Martos, Arturo Corcuera, entre otros.

 

Hay un lapso de treinta y tres años entre tu segunda y tu tercera publicación. ¿A qué se debió ese silencio? ¿Qué lugar ocupó la poesía en ese tiempo de tu vida?

 

Creo que para todo poeta la poesía es fundamental, Borges dice que los poetas trabajan las 24 horas del día, el poeta no tiene horario. Yo dejé de publicar porque prioricé la familia, pero seguía escribiendo; por ejemplo, el poema «Socabaya» de Fiesta patronal (2022) lo escribí el año dos mil. A partir del 2022 he publicado cuatro libros seguidos en los últimos años. Creo que es un récord.

 

En la presentación que tuviste el sábado 25 de enero en la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, mencionaste que calificaban tu poesía de nerudiana. Sinfonía de flores o de piedras tiene esa inclinación, pero sospecho que no basta pensar solo en el poeta chileno para etiquetar tu estilo. ¿Qué otras influencias podrían reconocerse?

 

Yo creo que esa es labor de los críticos, pero en la escuela secundaria tuve lecturas básicas de Chocano, González Prada, Eguren, etc.; posteriormente Rubén Darío y la vanguardia hispanoamericana; creo que por alejarme de Vallejo recibí mayor influencia de Neruda.

 

Es un detalle peculiar la forma en la que extiendes los versos con conjunciones y disyunciones. Me refiero a esa forma en la que integras la «o» y la «y». ¿Cómo lo aprendiste?

 

No sé si se pueda llamar estilo propio, pero trato de acercarme a un lenguaje conversacional y sencillo. Me gusta construir antítesis y metáforas, mi labor de docente de literatura me acerca a las lecturas y a la propia teoría literaria. De hecho, cada poeta visualiza su propio lenguaje e inventa un discurso que suene propio y original.

 

El título es muy directo con el contenido. Anuncia que los poemas van a tocar temas de una dicotomía bien marcada. Por un lado, las flores que son de cierta delicadeza y hasta idilio amoroso; por otro lado, las piedras que comunican cierta rudeza ante la realidad concreta del entorno y cierta fortaleza ante determinadas circunstancias sociales. Considerando lo segundo y los poemas de la primera sección, «En sol mayor», ¿te parece que manifiestas inclinaciones hacia la poesía social?

 

El tema social refleja también la sensibilidad del poeta por el contexto que le toca vivir, siempre se ha dicho que el poeta es una suerte de «cronista» de su época y sí, así debe ser, pero sin llegar a un nivel panfletario. En este caso, reivindico a los cantantes populares comprometidos con la lucha de nuestro pueblo como: Margot Palomino, Martina Portocarrero, Piero Bustos, el Dúo Arguedas, etc. y ahí está lo «social».

 

En el caso de las flores, es indudable que se trata de una confesión amorosa. Sin embargo, esa confesión se empapa bastante de referentes de la naturaleza y la cultura arequipeñas y, en realidad, vendría a ser una confesión doblemente amorosa, porque nos lleva a imaginar el amor a la musa, pero también al terruño. ¿Estoy en lo cierto? ¿Cómo definirías el amor a través de tus poemas?

 

La poeta y promotora cultural Lily Sánchez alguna vez me dijo que yo era el poeta «más arequipeño» que ella había conocido. Trato de rescatar la cultura arequipeña, su hermosa campiña que lamentablemente está desapareciendo, pero también la lucha del hombre del campo, la cual es un amor al terruño que recuerdo desde mis abuelos. Toda mi familia es de Socabaya, un pueblo tradicional. El amor es un acto de entrega apasionada por lo que más se estima y se quiere: la familia, la tierra, los hijos, la amada, etc.

 

                                             ¿Te parece que poetizas desde la nostalgia?

 

Los tópicos de un poeta son muy variados, creo que eso ocurre desde la época del gran Horacio: «locus amoenus, beatus ille» y «carpe diem». La nostalgia me motiva, por supuesto, evoco a la familia, los seres que dejaron huellas en mi vida y también los paisajes de la linda Arequipa, pero mi poesía pretende ser actual, en tiempo presente.

El poeta es una criatura comprometida con su época, en eso trato siempre de ser coherente al momento de poetizar.

 

¿Qué puedes decir de la musa que figura constantemente en la sección «Memorias»? ¿De dónde viene Evoleth? Es un nombre curioso.

 

Permíteme guardar celosamente el secreto, tan solo diré que es un híbrido de la mujer aldeana arequipeña y amorosa; alguna vez a Neruda le preguntaron sobre las musas de sus Veinte poemas de amor… (1924) y él dijo que eran «Marisol» y «Marisombra». Evoleth es un nombre literario que suena hermoso.

 

Y sobre la sección anterior a esa, «Nuovo canzoniere», ¿por qué decidiste evocar a Petrarca? ¿Fue algo casual o tenías muy meditado hacer algo sobre él?

 

El trecento italiano tuvo tres genios —Dante, Boccacio y Petrarca—, yo siempre tuve cierta inclinación por Dante y Petrarca; este último es más lírico por su inconmensurable amor por su adorada Laura. Todavía pienso que Dante es el más grande poeta de la humanidad, pero Petrarca revolucionó también la poesía universal en la forma y en el contenido.

 

En la solapa derecha del libro, hay un comentario tuyo en el que afirmas que la poesía «necesita escribirse con la verdad». ¿Crees que uno, al leer a un poeta, puede darse cuenta de que escribió sus poemas buscando la verdad? O, ¿dirías que esa actitud queda en la consciencia del poeta y es una ética personal?

 

En su función de «cronista», el poeta no puede alejarse de la verdad, es una suerte de historiador de su propia vida y también de su sociedad. Pero existen diversos estilos donde se manifiesta ironía y humor en el texto poético, pienso por ejemplo en la poesía satírica o en la llamada poesía panfletaria. El lector de poesía debe ser aplicado, debe saber decodificar correctamente el texto poético.

Sin duda, el valor de la verdad ya queda en la conciencia del poeta, es él quien tiene que ser sincero con lo que escribe y en la manera como aborda el objeto lírico del cual nos habla.

 

Hoy en día, sea por cierto sesgo modernizador o simple cambio generacional, cuesta un poco pensar en un libro que hable de una Arequipa que podría tacharse de costumbrista y vetusta. ¿Qué le dirías a quien piense que tocar temas de este tipo es un acto vano y desfasado?

 

¿Costumbrista o vetusta? Yo vengo de una época donde el chifa, la pizza o el pollo a la brasa casi no existían en Arequipa, no había, y la gente colmaba las picanterías. Ahora mismo, si de algo se siente orgulloso el arequipeño es de su gastronomía; sin duda, una de las mejores del país y del mundo. Cuando llego a mi querida tierra, lo primero que pruebo son las riquísimas caparinas y mi queso helado, luego visito La Mundial y otras picanterías tradicionales. Busco que mi poesía sea sincera con lo que más amo. Ahora mismo noto. con tristeza, una cierta «limeñización» de Arequipa, entre otras cosas; creo que es el costo inevitable de la modernidad.

 

¿El poeta es lo que come? Oswaldo Chanove me dijo en una entrevista que estamos hechos de pan.

 

He leído la entrevista en Nuveliel, es interesante; lo que dice Chanove es una bonita metáfora. Mi abuela me decía «Dime con quién andas y te diré quién eres», más directamente se podría decir también «dime qué lees y te diré quién eres». Definitivamente somos lo que consumimos, ya sea pan, vino, simplemente agua o fuego o música.

Creo fervientemente que el oficio de poeta nos hace ser influenciados por todo lo que nos rodea, por todo lo cultural, por todo lo que comemos y lo que bebemos, como simples animales de nuestra especie.

 

                                                                                   Gracias por tu tiempo

 

Muchísimas gracias por el espacio ofrecido, espero que la poesía arequipeña se siga mostrando en todo su esplendor; no olvidemos que Arequipa es «tierra de poetas».

 

 

 

18 de febrero del 2025










[1] Nilton del Carpio Huaquipaco (Arequipa, 1957). Realizó sus estudios en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma de Surquillo (Lima), promoción 1973, 5to. B y estudió Literatura en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa; poemas suyos han sido publicados en las revistas literarias Polen de letrasSemáforo y La Gran Flauta de la Ciudad Blanca, así como en la revista La Tortuga Ecuestre de Lima. Actualmente ejerce la docencia de Lengua y Literatura en diversas y prestigiosas instituciones de Lima Metropolitana. Asimismo, se desempeña como corrector de estilo en conocidas editoriales de nuestro medio. Ha publicado los poemarios Yaravíes para una sirena (1984) y El dominio encantado de tu nombre (1989). Luego de un largo silencio, sus nuevas publicaciones han sido los poemarios Fiesta patronal (2022), Bajo el árbol solitario del silencio (2023), Como fulgor de un sol adormecido (2024) y, recientemente, Sinfonía de flores o de piedras (2025). Ha participado también en diversos recitales y eventos culturales.

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