sábado, 22 de febrero de 2025

«Una madre», poema de Brayan Cuno

 

UNA MADRE[1]

 

 

Brayan Cuno[2]







I

 

Mi madre tiene los cabellos evaporados,

unos ojos con brillo de felicidad estancada,   

la infancia dura como un secreto

y una suerte de cincuenta centavos.

 

Cuando ella empezó a soñar con muñecas ya tenía 21 años.

Me contó que su tesoro era una cámara analógica Kodak

y una empanada para el almuerzo.

«Con dos soles en aquella época se compraban muchas cosas —me dijo una vez».

 

Para ella la vida acaba a los cincuenta, pues hasta ahí aprendió a contar

—uno al final se cansa de invocar años que tienen sabor a quechua extinto—.

«Conocí a tu padre en prácticas profesionales, quien pensaría que me enamoraría de él

Cuando lo vi entrar tenía porte de creído, todo prepotente llamó a la dueña del hotel»

 

Mi madre tiene un sueño, uno que guarda en forma de rollo de cámara sin usar,

entre un libro de viajes, un diccionario de inglés y un sombrero de turista.

Ella quiso ser profesora, pero no ingresó. Como quería conocer el mundo, estudió turismo.

                         «Una vez vi en un libro una ballena, me hubiera encantado conocer
                                                                                                                                                        una»

 

Ella se enamoró a los 26, por primera y única vez. Al año siguiente, nací yo.

«Yo rezaba todos los días para que nacieras hombre,

tu papá decía que si nacías mujer nos iba a botar de la casa,

 tanto recé que naciste hombre.»

 

 

 

II

 

Aquella mañana los números se te escapaban por las mejillas,

hacías de tu corazón una furia, todo para que tus hijos no sufrieran.

Las palabras te resbalaban en re menor.

Eras canción y macha de tiempo sin nombre: denunciar a mi padre no fue nada fácil.

 

«Ay, de mí por quererte

Ay, de mí por amarte

zorro habías sido,

 zorro habías sido

 

Con ojos de amor me amabas

Con ojos de amor me pegabas

 

Ay, de mí por quererte

Ay, de mí por amarte

Oveja yo he sido,

oveja yo he sido

 

Con ojos de amor me jurabas

Con ojos de amor me matabas»

 

Se puede buscar en el vuelo de las gaviotas el sueño del mar,

se puede buscar en el cuerpo roto de mi madre el sueño de una niña,

las estaciones de los pies mojados y las risas con huatia de sábado.

En el misterio de sus ojos se ve el silencio de la paja en sequía.

 

«— Mamá, ¿por qué no lo denunciaste más antes?

    ¿Qué iba a hacer yo sola? Tenía que aguantar por ustedes.»

 

 

III

 

Una lágrima sobraba en el mundo,

se hizo mujer al cuarto día

 y, por nombre, le digo «mamá».

 

La DEMUNA tenía horario de sábado. La ciudad, ese mar de edificios traga
           lágrimas, se hacía eterna con la pena recogida con la que andábamos.

Nuestros pasos dibujaban un dolor contenido, un ruido de quien guarda los
         huesos rotos.

Los ojos nuevos de mi hermana guardaban en un peluche una vida con nombre
           de Otoño  y un año de nacimiento.

 No sabía cómo consolar a mi madre, ella se repetía que esta sería la última,
          hacía de su rostro un enigma configurado de dolor.

Nos recibieron una joven y la asistente social, el lugar tenía juguetes
           de una infancia que reclamaban las manos de mi hermana, en un xilófono
           encontró las risas que le faltaron y en un caballito inflable el consuelo a su
           llanto de madre hospitalizada. Mi madre estuvo una semana en UCI, se
           desangró en el parto, le extirparon el útero, solo conoció el tacto
           de mi hermana por unas horas. «Señora, es niña, felicitaciones».
           En las noches reclamaba una madre, pero por respuesta mi padre a punta
           de golpes la durmió. Mi hermana tiene ojos de llanto contenido,
           ojos de no querer volver a la infancia.

Un miedo atrapó la boca de mi madre, narraba con sílabas de depresión;
           los rostros indignados sobraban. A mí se me cayó una lágrima que
           recogida la hacía parecer una sonrisa para que mi hermana no se
           enterara de nada.

Nos refirieron al Ministerio de la mujer. A la denuncia le dieron carácter y
            máscara de impotencia que en forma de papel llegó al Juzgado
            de Familia, se ordenó un examen de médico legista, un rastreo de
            las heridas abiertas, esas que cerraron en silencio nocturno
            de noches dolientes en la esquina del baño.

INFORME MÉDICO-LEGAL

Fecha del examen: Un día con sabor a muerte de Marzo / Motivo del
            examen
: Evaluación de lesiones producidas por agresión física,
            a solicitud del Juzgado de   Familia. Lesiones infligidas en el contexto
            de violencia doméstica, resultado de 25 años de agresión constante
            en una casa de dos pisos, ubicada en la calle de los labios rotos y
            los ojos morados, con número de «puta como tus hermanas».

Motivo del examen: Evaluación por presunta agresión física.
           /Antecedentes referidos por la examinada: Nombre: Bastará
           decir que tiene nombre buena madre; Edad: Hoy cumple 50 años;
           Ocupación: Madre y Licenciada en Turismo, nunca ejerció para poder
           cuidar de sus hijos; Relación con el agresor: Pareja sentimental o
           demonio con cara de perro.    

Antecedentes referidos por la examinada: La examinada refiere haber
            sido atacada por su pareja mientras intentaba defender a sus hijos
            —No busques detener el    agua de la congelación—. Describe
            que su pareja, en un episodio de ira, se         encerró con los niños
            en una habitación del segundo piso —como tampoco a una           
            madre de su amor
—. Al intentar intervenir, la examinada fue golpeada    
            violentamente en el rostro con puñetazos, lo que provocó que perdiera
            el equilibrio y cayera por las gradas de cemento, impactando su zona
            lumbar contra    la esquina de las mismas —que si por ella fuera al odio
            le quitaría su furia solo para defender a sus hijos—
. En el suelo, recibió
            una patada en la cabeza, lo que la dejó inconsciente por unos momentos
            —¡No! No pretendas que el sol no tiene amor de madre, pues hasta
            al mendigo cuida del frío y cuando noche en luna se convierte para
            dar luz a su hijo ausente—
. Al recobrar la conciencia, reporta un fuerte
            dolor en la   cabeza y una sensación de entumecimiento en la espalda
            —que no hay espera más triste que el de una madre esperando
            a su hijo
—. Luego su pareja volvió a la habitación para seguir golpeando
            a sus hijos —y no hay hierba más santa para reposar el cansancio que
            el abrazo de una madre
.

Descripción de las lesiones / Lesiones en el rostro: Hematomas
            múltiples en ambas mejillas, párpados y región periorbitaria (alrededor
            de los ojos) —Madre, tienes los ojos con la sangre derretida por el dolor;
            madre, que en ti retornen todas las    migrantes lágrimas y pinten tu lago
            con la niñez recuperada
—. / Posible fractura del tabique nasal debido al
            impacto con un objeto contundente o puños cerrados, confirmada por
            la desviación nasal y el dolor agudo —tú que una vez dijiste: «que
            para ser fértil la tierra una madre tuvo que pensar en sus hijos»
—.
           / Lesión en la región lumbar: Dolor severo en la zona lumbar baja
           (posible fractura discal L4-L5), que coincide con el impacto contra
           las gradas de cemento —tú que haces coincidir mi tiempo con
           la vida prestada de un lirio de tu jardín
—. / Movilidad limitada, rigidez
           y dolor al intentar incorporarse o realizar movimientos simples —tú, que
           dejaste al viento surtido de tus caricias por si mis pasos lejos van
—.
           / Lesión en la cabeza: Hematoma en la región parietal derecha, donde
           se presume fue impactada por la patada —tú, que a mi cama alumbraste
           cuando enfermo conocí el frío del hospital
—. Refiere dolor de cabeza
           persistente y mareos, posibles secuelas de un trauma craneal leve
           —tú, vuela con el sueño para reconstruirte feliz, como antes de
           conocer a mi padre
.

Conclusión: Hay melodía de espanto en las lesiones observadas, indican
           una agresión de impacto, un miedo de perder a sus hijos. La severidad
           de las heridas buscarán a tientas un tratamiento inmediato y un
           seguimiento para determinar posibles secuelas que imborrables
           permanecerán en la columna lumbar y cabeza. La examinada presenta
           signos claros de abuso físico crónico, compatible con las circunstancias
           de violencia descritas.

[«¿Qué se le puede decir a una madre?

 Dime, ¿qué se le dice o recomienda

si casi ve a sus niños morir en su propia casa,

 dime si hay tratamiento para recuperar los años perdidos,

 las lágrimas derramadas o

para reparar eso ojos que con miedo ven a su padre

 cuando cruza el umbral de la puerta?»]

Recomendaciones: Solo queda decir que se necesita de un tratamiento
            médico urgente para la fractura lumbar y el trauma facial, que
            es necesario una evaluación psicológica debido a la violencia
            prolongada y que se debe notificar a las autoridades competentes
            para proceder con la investigación y poco más, nada
            que a grandes rasgos repare una sonrisa.

Firma y sello del médico legista

Al salir de allí, la visión de mi madre tenía intermitencias negras, a sus ojos
            les dolía ver por eso una mancha las corona, ese día cumplía cincuenta
            años y el río de sus pies se encontraba en sequía, ella ya no quería vivir,
            me dijo que yo ya era    grande que podía sobrevivir, pero ella,
            mi hermanita, con apenas ochos meses no soportaría crecer sin
           una madre, que viviría por ella, por ver feliz a su única hija.

En un rincón de sombra nos refugiamos para descansar, la luz sembraba
           en sus cabellos flores de cantuta que maduraban en el viento,
           un día sus semillas echarán para florecer en mis campos, así siempre
           llevaré las flores de mamá.

Se hacía tiempo de almuerzo en el estómago, mi mamá busco en sus bolsillos
            los restos del poco dinero que le daba mi padre, con ocho soles
            no podíamos permitirnos almorzar, me encargó a mi hermana unos
            minutos, sus zapatitos tejidos clamaban la firmeza para seguir
            a mi madre en su búsqueda de algo para comer, así aprendió a      
            caminar ella, para nunca alejarse de su mamá.

 Al rato vino con un chifón pequeño, ahí recordé que era su cumpleaños,
            empecé a cantar y una lágrima de tanto guardarse en mi corazón
            hecho vuelo al cielo, mi hermana sonreía y aplaudía, nos abrazamos
            los tres y cominos en una esquina olvidada del mundo.

Cuando hubo de ir al Juzgado de Familia mi padre nos miró con rabia.

«Nunca voy a olvidar lo que me han hecho,

me voy a vengar de ustedes —dijo al vernos.»











[1] Poema galardonado con el primer lugar en los I Juegos Florales por los Derechos Humanos (2024), de la Universidad Nacional de San Agustín.

[2] Brayan Cuno es un poeta y estudiante de Literatura y Lingüística en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA). Ha recibido reconocimientos en diversos certámenes literarios, entre ellos, el segundo lugar en la categoría de poesía en el concurso literario Piedra Blanca (2023) y el primer puesto en los I Juegos Florales por los Derechos Humanos (2024). Su obra ha sido publicada en la revista Kacharpari, consolidando su voz en el ámbito poético contemporáneo.

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