NOVELAR LA POESÍA EN UN PASEO
[Entrevista
a Carlos Eduardo Quenaya[1]
sobre su libro Palabras del pequeño
novelista]
Por Edward
Álvarez Yucra
¿Qué
significa «novelar» en Palabras del
pequeño novelista?
No escribo pensando en que una palabra
deba significar algo en particular. Al escribir no estoy interesado en
comunicar. Idealmente ningún significado debería ser muy estable y cada palabra
de cada poema debería poder significar muchas cosas a la vez. Es una
preocupación legítima del lector preguntarse por el significado de lo que lee, pero
al escribir me interesa tener una relación lúdica con el lenguaje, lo que implica
una relación hasta cierto punto impensada y arbitraria. La idea de poner a
novelar al protagonista, en primer lugar, resultó divertida para mí. A partir
de la contradicción de imaginar una novela que nunca se escribe y escribir, al
mismo tiempo, unos poemas que narran di con un punto de partida que me pareció
estimulante.
La
imagen del niño y el juguete tienen cierta relevancia en estos poemas, ahora
que mencionas lo lúdico. ¿Crees que el ludismo del lenguaje es ingenuo o
acrítico? ¿En qué consiste la seriedad de lo lúdico en la poesía?
Una cosa que me interesa es aquello que
Baudelaire llamó «la moral del juguete», una forma de pensamiento un poco más
gratuita y excesiva que la de la racionalidad adulta. La ingenuidad me parece
un valor poético muy importante y, como tal, un valor raro y difícil de
alcanzar. Eguren es ejemplar en ese sentido. A lo diáfano de la mirada le
acompaña la sabiduría técnica del poema. No es posible desligar una cosa de la
otra.
¿Te
parece que la novela y la poesía son semejantes en flexibilidad y
adaptabilidad? Es decir, el cuento me da la impresión de ser un género más
limitado y predecible a diferencia de ellos.
Pienso que no hay una naturaleza inherente
al cuento o a la novela. La tarea, en todo caso, consiste en mostrar que es
posible hacer otra cosa con respecto a lo que se haya convertido en hábito en
un contexto dado. Toda escritura, si no es flexible desde su mismo origen, está
perdida. La novela como género del siglo XIX no me atrae especialmente. Cuando
leo una novela lo hago por razones poéticas. Diría que para mí sólo existen
razones poéticas para leer algo, sea del género que sea.
¿Qué
novelas han llenado estas expectativas poéticas? En tu experiencia personal,
claro.
Este poemario, en particular, es una
suerte de diálogo con una novela de Robert Walser llamada El paseo. Se
trata de una novela donde un poeta simplemente pasea por la ciudad. De algún
modo me pareció curioso poder invertir los roles y los géneros con el novelista
de mis poemas. De las novelas me interesa el tono, y secundariamente lo que
pasa o lo que se cuenta ahí.
Cadmo,
Esopo, Zaratustra ¿Hay una admiración especial por estos nombres? ¿O fueron una
elección circunstancial para tus poemas?
Esopo apareció sin esperarlo. Pero creo
que más allá del nombre me interesa la forma de la fábula. En todos los casos
que mencionas, me atrae su resonancia infantil. Al personaje de mi poemario a
veces lo imaginaba como un sujeto legendario, proveniente del linaje de Edipo. O
como alguien que baja de las montañas para predicar su palabra, al modo de un
pequeño Zaratustra. Las referencias culturales en los textos me gustan sólo si
se toman con distancia irónica, no con devoción o solemnidad. La ostentación de
la biblioteca suele revelar una posición de clase con los libros.
¿Sientes
que el mejor elogio para autores u obras es la distancia y la diferencia que
uno adopta ante ellos luego de entenderlos? Octavio Paz pensó en la ironía como
una forma de romper con la tradición.
Me gusta entender la relación con los
libros más como una relación de amistad. Lo que implica una red de simpatías,
ironías y diferencias con todos los nombres que circulan en el espacio literario.
Existen muchísimos autores con los cuales uno no desarrolla ningún vínculo especial,
al margen de su importancia o su lugar en el canon. No entendería la ironía
como ruptura con la tradición, sino como afecto y libertad.
¿A
qué tipo de poetas te sientes afín? ¿Tu estilo es semejante a algunos en
especial?
Si fuera consciente de que mi estilo se
parece mucho al de alguien lo mejor sería no seguir escribiendo. Me juego más por
tener una voz propia. Pero una voz es una caja de resonancia de la tradición. Un
cuerpo situado en la historia. Y también una promesa para el futuro.
¿Qué viene a tu mente cuando piensas en
Arequipa?
Arequipa es el escenario principal de mi
vida, de la infancia y la adolescencia y de mis primeros pasos en lo que sigo
haciendo hasta ahora. Nunca me he desligado de la ciudad. Por razones
familiares obvias es mi Ítaca personal. Con extrañeza y sin nostalgia, de
preferencia. Sin chauvinismos y con amor e indignación también.
¿Hay
poetas que te hayan impresionado en su panorama literario?
Siempre he leído la poesía de Arequipa
como algo que me concierne particularmente. Un poeta que me interesa seguir
leyendo es Hidalgo.
¿Dirías
que este poemario está inspirado en Arequipa? ¿O se trata de una cartografía
que supera el ámbito local?
Está inspirado en mi cartografía
imaginaria de Arequipa, al menos en parte. Me gusta pensar en la ciudad desde
el punto de vista del sueño. No me interesa Arequipa como marca de algo o como discurso
en torno a ciertos valores tradicionales, acaso ahora perdidos. Es el espacio
que me tocó recorrer y que llevo conmigo a donde voy. No es algo que pueda
elegir o cambiar. Todo lo que escriba, tácita o explícitamente, siempre caerá
dentro de su órbita.
José
Gabriel Valdivia mencionó lo «extraterritorial» en la presentación que tuviste
en Arequipa. ¿Te resulta familiar el término?, ¿te convence?
Ahora mismo no recuerdo en qué sentido lo
dijo. Pero, definitivamente, José Gabriel es capaz de decir cosas que ayudan a
ver el trabajo de uno. Fue el lector de mis primeros poemas, por cierto.
«Extraterritorial» es un término que puede describir bien una especie de
desajuste con los lugares donde uno vive o vivió. No creo que sea posible
escribir poéticamente si uno no está extrañado de lo que le es más familiar.
El
último poema del libro tiene una pregunta que me gusta porque me deja imaginar
el movimiento ligero de caminar como si fuese el mismo acto poético. Y claro,
sin espacio no hay movimiento, pero lo interesante es que este verbo tan simple
refiere a salir de uno mismo mientras la poesía va revelándose a la par:
«¿Caminar es atravesar el espejo?» Hay cierto ego que deja atrás el poeta al
compartir el acto poético con otros. ¿Qué opinas?
Sí, de hecho, pensé el libro con la
premisa de que caminar es un acto poético. En el acto de caminar el yo se
desdibuja y de algún modo se produce un encuentro con la realidad. El yo es una
ficción que vale la pena desinflar de cuando en cuando. No creo en la poesía
demasiado convencida de su propio yo. Las cosas adquieren interés cuando uno
traspasa esa puerta.
Tu
profesión es la filosofía. ¿Qué sientes que ha aportado hasta ahora a la idea
que tienes de la poesía?
La filosofía también me interesa por
razones poéticas. Diría que la poesía me ha ayudado a comprender mejor mi
interés por la filosofía. Y que la filosofía permite que me siga interesando por
la poesía. No son lo mismo, pero trato de que sean un continuum dentro de mi búsqueda. A estas alturas no puedo
separarlas. Y, sí, como profesor podría decirse que la filosofía es mi
profesión, aunque es claro que lo que sea o deba ser la filosofía es, en
realidad, el tema de una vasta discusión.
23 de abril del
2024
[1]
Carlos Eduardo Quenaya
(Arequipa, 1984). Ha publicado los poemarios Elogio de otra vana invención (2008), Los discutibles cuadernos (2012), La trama sorda o la nube del no saber (2016), La forma del confín (2022) y Palabras
del pequeño novelista (2023). Es Magíster en Filosofía por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y actualmente cursa el doctorado en la misma
especialidad en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Forma parte del
Grupo de Investigación de Arte y Estética de la PUCP. Es profesor de la
Universidad de Lima y de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2023/07/11/carlos-quenaya-boca-del-fruto/
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