DESAFIARSE
A UNO MISMO, DESPEDIRSE DE UNO MISMO
[Entrevista a Augusto
Carrasco[1]
sobre su libro R. D.]
Por
Edward Álvarez Yucra
¿Cómo definirías tu
poesía? Me resulta curiosa esa forma tan sutil que tienes de enlazar imágenes
simples e introducir referentes tan concretos y reales de Arequipa.
Me
parece una tremenda falta de geometría y teología la pregunta. Pero, como soy
asimétrico y ateo, responderé que mi poesía es rocoto relleno, es Fluxus, es
Huayco E.P.S., es Neobarroco, es Popular, es Chichiste, es compartir empanada
de camote en una playa de Punta de Bombón, a las cuatro de la tarde, con la
mujer que amas.
Sobre
tu comentario, lo agradezco y autorizo.
Me siento viejo cuando
escucho cosas referentes a Chichiste, pero al pensar en acontecimientos como el
Arequipazo, se me pasa. Tocas ese hecho histórico en este libro, pero sin caer
en propagandas ni panfletos, ¿cómo te cuidas de no caer en despropósitos así?
En
primer término, el compromiso es con la palabra, el insumo básico del poema.
Trabajando la palabra se puede hablar de lo que sea sin caer en chauvinismos.
Cuando escribo hago que mis personajes existan en un contexto determinado, el
contexto muestra, habla, señala. Los personajes interactúan con él, están
inmersos en el contexto, así como César está inmerso en el poder, como
Hinostroza en la palabra. Entonces digitar el contexto es como pintar un
escenario, es la base del poema. Sobre esa base se colocan los personajes que
prestan sus voces para construir la ficción. Pero el escenario, es decir, el
contexto, no es ficción, es lo real. Entonces los personajes no necesitan
denunciar nada, los personajes viven sus aventuras, luchan sus batallas,
celebran sus victorias y velan sus derrotas. Tienen una dignidad vital. Cuando
los muestro dentro del contexto es el lector el que genera una relación entre
contexto/personaje. Allí se produce la reflexión sobre el hecho histórico. Ese
es el modo simple en que puedo explicar el proceso que sigo para hablar de
ciertos temas.
En la «Última nota del
editor» se menciona que el título inicial era Romántica Despedida, pero al final fue cambiado por R. D. ¿A qué se debe esta abreviación en
siglas? ¿Por qué preferiste lo uno en lugar de lo otro?
Oh sí, por vergüenza, por supuesto. Mi editor dijo:
es un título muy cursi. Y efectivamente lo es. Así que me propuso cambiarlo.
Pero esquivé esa katana. Porque tengo
un fuerte compromiso con ese título, verás, para el Augusto Carrasco del 2008
es un statement: ese título significó
despedirse de todo lo que había escrito hasta ese momento, y estoy hablando de
buenos años de escritura. ¿Y para qué? Para comenzar de cero, bajo la premisa
de intentar una vanguardia. Romántica
Despedida significaba esa decisión que me llevó a escribir todo esto. Así
que honré ese compromiso bajo la forma de siglas: R. D. y mi editor estuvo contento, y, ciertamente, yo también.
¿Qué tipo de despedida es
esta? ¿Cómo se siente?
Como
te comenté, para el Arbusto Carrasco del 2008 simbólicamente significaba
decirle adiós al romance con la escritura juvenil que desarrollaba en ese
entonces. Le dije chau a eso y le di la bienvenida a una madurez técnica y
conceptual. Cuando eres joven cuesta despedirte de tus garabatos, de tus monstritos.
Por eso es importante el título.
Hay bastantes citas en tus poemas. ¿De dónde viene la necesidad de aludir a diversos escritores y pensadores que, incluso, no pertenecen al ámbito de la poesía? ¿Crees que es la forma de encontrar la originalidad en la escritura actual?
Luis Hernández tiene un poema chiquito que dice: «una forma / de escribir poesía / es vivir epigrafiando». Creo que algo así me pasa, porque siempre que hablo estoy citando. Y cuando escribo también aparecen las citas, aparecen palabras de otras personas que hacen más poderoso el texto. Obras veces elijo yo colocar algunas referencias a otros creadores para mantenerlos con vida, como un homenaje. Y no solo estoy haciendo pases a escritores, sino que hay múltiples referencias a músicos, artistas, académicos, gente de barrio, amigos, etc. Más allá de las citas puras, pienso que R. D. es un dispositivo que presenta gran cantidad de intertextos que están allí para ser activados por los curiosos y los atentos. Es como un juego, pero también como un reto. Me gusta generar ese entramado intertextual. Espero que un día alguien lo resuelva.
¿Te gusta desafiar al lector? ¿La poesía busca ponerlo a prueba siempre?
Más que desafiar al lector, me gusta desafiarme a mí. Cuando escribo, pienso, en primer término, en mí. En lo que quiero decir versus lo que debo decir. Así es que comienzo con una escritura simple que luego voy recorriendo y ensanchando, rediseñando y extendiendo. Eso avanza de acuerdo a la investigación, que es necesaria, porque siempre parto de un concepto. ¡Sí, caramba! Me gusta el concepto, así como el api y los legos. Claro, hay un trabajo detrás siempre y yo agradezco a los lectores curiosos que se dejan sorprender por el artefacto que les pongo, y se emocionan con su funcionamiento y encuentran más atajos y huevos de pascua que los que dejé inicialmente.
La flor, la rosa en
especial, figura constantemente en ciertos poemas. Y esto está más que presente
en la sección que abre el libro: «El humo de la rosa». Me resulta curioso que
una cosa tan bella viva entre tanta precariedad. ¿Qué representa para ti esta
flor?
Y
claro, tienes toda la razón, es la representación de la destrucción. En un inicio
surgió ese título: «El humo de la rosa» como esta imagen de lo que queda luego
de la combustión, y eso es lo que yo quería representar para hablar de mi país,
ese humo que se ve a lo lejos, ese humo luego de que se ha quemado todo. Porque
eso siento que fueron la conquista, y la guerra con Chile, y el conflicto
armado interno: incendios que arrasaron con todo. Y lo que yo veo que ha
quedado es solo el humo, el humo de la rosa. En el libro juego con dos flores:
la retama y la rosa. La retama para representar a las víctimas de las diversas
violencias en nuestro país, partiendo del huayno del maestro Dolorier. La rosa
apelando a la vida, a lo que está vivo y crece y late fuerte en cada pecho. En
«El humo de la rosa», evidentemente, todo esto ya no existe, así como la sandía
que el leñador partió en dos.
Y así como la rosa
incurre en desencanto, ¿dirías que pasa lo mismo con el tema del amor? «En 1992
invadí un terrenito al lado de su corazón» tiene un poco de eso. El amor tose,
sonríe y tiene una mirada infame.
Claro, es que este libro, como te comenté, habla de la violencia en diversas formas. Y una de ellas es la precariedad. Que está presente en todo el libro ya que los personajes se ubican en el margen. La sección que comentas es la más tierna, para mí, porque el personaje principal es un escolar que relata su experiencia con el amor, un amor destrozado por el mismo estado. Seguro te diste cuenta, pero la portada del libro sale de esta sección.
«Poema olvidado en una
sala de espera» toca un tema que puede ser desgarrador si pensamos en el dolor
que abunda en los hospitales o centros de salud. La agonía, la lucha por la
vida en estos lugares, despierta diferentes sensaciones. Particularmente, ¿qué
buscabas tratar en esta sección? ¿Qué sensaciones encontraste al escribirla?
Es
eso que mencionas. Cada sección del libro aborda un horizonte de conflicto, de
violencia. Este libro habla de eso, de la violencia. Y esta sección que
mencionas se desarrolla en un Centro de salud, del Minsa, y es un prisma de
diferentes experiencias que enfrenta a los enfermos con los sanadores: la
enfermedad versus la cura en el
contexto de lo que se conoce como realidad nacional. ¿Existe una cura? Yo veo
puro delirio. Y delirio. Desde los pacientes que esperan su turno, impacientes,
hasta las pesadillas de quienes sufren por fiebre, pasando por el romance de un
doctor y una enfermera en el Tópico. Delirio. Yo veo puro delirio.
Y esto invoca a González
Prada, con su famosa metáfora del organismo enfermo y ese pus que sale si lo
tocan. Si bien no hay una cura, ¿no existe algún tratamiento para sobrellevar
mejor esta enfermedad? ¿La poesía es parte de ese tratamiento?
No
sé si la poesía sea parte de algún tratamiento. A lo mejor la poesía nos hace
más felices, al menos esa es mi experiencia. Pero nuestro país tiene mucho
trabajo que hacer si desea intentar una cura. Más allá de las ficciones, que
son importantes, hay un trabajo urgente con la transformación de lo real que
tenemos a mano.
En esta misma sección,
hay una fotografía de una enfermera que antecede su apertura ¿De dónde
proviene? ¿Es la Lic. Juana de los poemas?
Una
de las imágenes que desde niño rondan mi cabeza cada vez que se habla de
establecimientos de salud es el cartel de una enfermera pidiendo silencio. Por
algún motivo ese cartel me impactó desde niño. Es un cartel noventero y es
importante para el contexto del discurso del libro que transcurre desde los
ochentas hasta el 2002, siento que era importante la representación del aparato
del estado silenciando a la gente. También está el detalle del parche del
uniforme de la enfermera, que enlaza a un poema de la sección de «Anexos». En
esta triangulación se activa el concepto final de la introducción de esa
imagen.
«Los esqueletos salvajes»
hace giño al título de una famosa novela de Roberto Bolaño. ¿Hay una admiración
especial ante él? ¿Qué te parece Bolaño?
Oh
sí, definitivamente. Yo siento que Bolaño es un padre. Me gustaría considerarlo
un buen amigo, pero el respeto es tan grande que lo veo en términos paternales.
Si algún psicoanalista está leyendo esto seguro comenzó a salivar [risas]. El
episodio que mencionas, el más lisérgico y urbano del texto, es de mis
favoritos. Tanto así que llegué a publicarlo solito, como una plaqueta en 2014.
¿Por qué decidiste finalizar con esta
sección?
Y
bueno, no lo sé, creo que inicialmente el libro abría con esta sección. Pero
quién soy yo para decirle a un esqueleto salvaje dónde ubicarse, Dios me libre.
Por eso terminó allí, que es donde le gusta estar. Y es todo lo que tengo que decir
sobre eso.
4 de mayo del 2024
[1]
Augusto Carrasco (Arequipa, 1985). Entre los años 2005 y 2010 publicó un
fanzine llamado El pasto verde y
pintó grafitis bajo el pseudónimo de JeBA. En 2006 fue incluido en la antología
19 poetas peruanos. La invención de una generación,
realizada por Miguel Idelfonso y publicada en el sitio web de Lapsus Collage
Editorial. En 2013 obtuvo una mención honrosa en la XVI Bienal de Poesía Copé
del Perú con la obra titulada El humo de
la rosa, que se convirtió en una sección de R. D. (2022). En 2018 fue incluido en la antología País imaginario. Escrituras y transtexturas.
Poesía Latinoamericana 1980-1992, realizada por Maurizio Medo y publicada
por Ediciones Ay del Seis, en España. Ha publicado los libros Compañeros de viaje (2008), Documentos IBM (2009), Poetas perdidos en 1985 (2010), Parabens (2013), Los esqueletos salvajes (2013) y Charchasugas (2015). Actualmente dirige dos colecciones de poesía,
elabora una tesis y maneja bicicleta. Entre sus logros más recientes destaca
haber aprendido a decir «no».
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