El PACHAKUTI DE GUAMÁN POMA[1]
Cástor Saldaña Sousa[2]
Pachacútec (coloreado) por
Guamán Poma de Ayala, siglo XVII[3]
Eran
las dos de la madrugada del 28 de diciembre de 1666 cuando un susurro me
despertó en el sueño. Me veía impulsado, con cierta inquietud familiar, a mirar
el tablón de calificaciones del Centro de Arte Virreinal (CAV). La última nota
por saber era la del Prácticum, del profesor Calvario. Todos los demás cursos
estaban aprobados, y el 23 de diciembre había sustentado la tesis de “Ars
Regia” con éxito. Con el Prácticum confirmaba la culminación de la carrera de
pintor en la Villa de San Juan de la Frontera de Guamanga, Perú. Cinco años de
ansiada espera para recibir el título de licenciado en Pintura Virreinal. Sin
embargo, una sombra me acechaba cuando pensaba en Calvario. Esperé intranquilo
a que saliera el sol por la cordillera de los Andes, al lado opuesto del Apu
Rasuwillka, principal Apu al norte de la región de Guamanga. Desde la terraza
de mi torre abracé a Rasuwillka, con mi mirada pidiéndole su protección como
elemental de la Cosmovisión Andina. Me alisté rápidamente y caminé a paso
ligero hacia el CAV, impulsado por el susurro que me venía acompañando en los
últimos cinco años. Al llegar al tablón de anuncios antes de que llegara
Dignatario y los profesores, una sensación insólita paralizó mi cuerpo, con la
presencia del susurro en mi interior en una octava superior. Pensé que era la
parte femenina de ese lugar, el elemental de la Santa Tierra de Guamanga. Mi
mente se quedó en estado vegetal cuando vi que Calvario me había suspendido el
Prácticum con un diez. Me quedé paralizado, gélido de hondura. En un instante,
vi la cordillera de los Andes ante mí como un muro infranqueable, aunque con
una sensación etérea de que algo me estaba guiando.
El
Prácticum, de acuerdo con el reglamento del CAV, no era subsanable si
suspendías, por lo que tendrías que realizarlo de nuevo al año siguiente. Esto
implicaría una contradicción temporal con la sustentación de la tesis una
semana antes. Algo había sucedido que se sentían sombras alrededor de mí en el
patio del CAV. El reglamento era ambiguo. No indicaba explícitamente que se
podía sustentar la tesis sin saber antes si todos los cursos estaban aprobados.
Había desafiado el tiempo, haciendo el futuro antes que el pasado. Esperé a que
llegara Dignatario, el director del CAV, para comunicarle el suceso. Ese día
era el día de la graduación. Cuando me vio, Jesús me dice:
—No
te vayas, que te van a dar tu premio.
Me
quedé tan pensativo, que miraba a mis compañeros por si se había equivocado de
persona. Estaba en la escalera esperando a Dignatario cuando, de repente, veo que
Adrián, el encargado de hacer el recuento de puntajes de la promoción, se
acerca hacia mí con una libreta en la mano:
—Waman´Kass,
mira, tú has quedado en segundo puesto con quinientos cincuenta y dos puntos.
Calvario te ha fastidiado, te había puesto un quince de nota y te ha bajado a
un diez. El registro de notas fue hasta el 26 de diciembre a medianoche. Se
hizo el recuento de todos y tú habías quedado en segundo puesto. El 27 al
anochecer se volvió a abrir el tablón de anuncios de notas y ¡pluff! Tu promedio
cambió, saliendo desaprobado. Hemos tenido que dar el segundo puesto a otro
alumno.
Llegó
Dignatario y me acerqué a la oficina. Al comunicarle la situación de extrañeza
por lo sucedido, me contesta:
—Habla
con él y que te cambie la nota, si tú tienes todas las evidencias —dijo con las
manos en los bolsillos y un gesto facial de sonrisa ladeada, reflejando la
comodidad del cargo estatal con un tono de soberbia encubierta.
Desde
ese momento, sentí que su forma de actuar como autoridad no era correcta
conmigo siendo alumno regular. Le delegaba la autoridad del Prácticum al
docente sin pedirle justificación por su actuación conmigo.
Hablé
con Tiziano, mi asesor, y me sugirió que presentara una solicitud por mesa de
partes solicitando los instrumentos de evaluación sobre el Prácticum, no
estando de acuerdo con la calificación colocada, ya que nunca me había
comunicado las notas por unidades parciales a lo largo del semestre. Calvario
solo recogía los informes semanales que le entregaba supervisados por el
profesor Amerindio. Calvario nunca me decía nada. Su mirada y su gesto eran
evasivos cuando me acercaba.
Amerindio
me plantea:
—Habla
con él y que te reconsidere, si le has entregado todos los informes.
Quise
hablar con él en medio del patio, a la vista de todos, en pleno momento de
iniciar la ceremonia de graduación. Su mirada y su pensamiento eran rígidos
cuando le hablaba, perdido en el horizonte, su neurosis se filtraba por la
fijación de sus ojos. Mis palabras se endurecían retándole profesionalmente a
la vista de los demás por no darme justificación del suspenso arbitrario. Todos
miraban sin mirar nuestra interacción. Solo podían leer a cierta distancia como
sordomudos el intercambio de palabras y de neurosis enquistada. Más tarde,
volví al despacho de Dignatario para comentarle su rígida respuesta. Dignatario
me responde:
—Presenta
una nueva solicitud indicando los artículos de la Ley General de Educación y la
Ley Universitaria, busca en qué artículos está incumpliendo con sus funciones
como docente.
Mi
mente empezó a hablar sola: “Dignatario es cobarde, no es capaz de afrontarlo.
En vez de solucionar el caso en primera persona como autoridad institucional,
queda oculto con su cargo en un segundo plano y me manda a hacerlo a mí sin su
nombre”.
Me
comuniqué con Tiziano, y de nuevo me asesora:
—Ves
a la defensoría del Ayllu para dar conocimiento del caso y que intervengan.
Así
lo hice, que caminé apresurado con el calor que hacía hacia la defensoría del
Ayllu, al otro lado de la Plaza de Armas. En el trayecto, tuve la tentación de
acudir al chaman andino llamado Pongo, Marcos, para consultar mi caso a los
Apus y a la Santa Tierra en una mesada. Cuando llegué, había un guardia en la
puerta. Pregunté y me contestó que habían salido por una llamada, a visitar una
institución y atender un caso. Me dijo:
—Vuelve
en una hora.
Como
hacía mucho calor, me fui a casa a dejar la chaqueta y a tomar agua, para luego
volver. Llegando a casa, me encontré con Serapio, el abogado, en la puerta de
su domicilio, cerca de donde yo vivo. Nos saludamos como siempre alegremente y
le comenté el caso. Rápido en su especialidad jurídica con amplios
conocimientos educativos, vio que tenía la verdad de la situación, pero que no
fuera a la defensoría del Ayllu porque perdería el tiempo. Volví al CAV y ya
Calvario había preparado un escrito en respuesta a mi solicitud. Dignatario me
lo entrega y me propone:
—Corre,
ves a de tu abogado y entrégale, para hacer un descargo.
Volví
rápidamente a de Serapio y me abrió la puerta. Me sorprendí porque parecía que
sabía que iba a volver por cómo le había contado el suceso. Me dijo
instantáneamente:
—Pasa,
vamos, no hay de otra.
Lo
primero que me pidió fue el reglamento del Prácticum para analizarlo en base a
los documentos que había presentado Calvario y yo por mesa de partes, junto con
los informes semanales que había entregado. Entre diálogos y análisis, entre
vinos y tabaco, intensamente desde las tres de la tarde hasta las nueve de la
noche, elaboramos una carilla y tres renglones más, haciendo el descargo a
Calvario, en mi nombre, Waman´Kass, como afectado, aunque colocando al final su
sello y firma de abogado para darle seriedad al asunto. Al día siguiente lo
entregué por mesa de partes a primera hora de la mañana. Se exigió a Dignatario
y a la institución que ellos tenían que solucionarlo, argumentado bajo un
análisis de la lógica causal de los documentos. Dignatario le entregó a
Calvario mi descargo con la firma del abogado y Calvario volvió a presentar
otro informe que me derivó Dignatario para que le llevara nuevamente a Serapio.
Serapio se llevó las manos a la cabeza expresando:
—Ya
no tendrías por qué tener este informe de Calvario, ellos tienen que resolver.
Están actuando como una argolla interna, entre ellos se responden, es un derecho
consuetudinario, que funciona por la fuerza de la costumbre; ellos hacen y
deshacen, es como un juego de niños, al margen de la ley establecida en el
Virreinato y de instancias superiores al CAV.
El
2 de enero de 1667, fuimos a ver a Dignatario con el abogado, ya que había
dicho que fuéramos dentro de una semana por cuestiones de plazos jurídicos. Nos
presentamos ante su oficina cuando no había nadie. Serapio comunicó la
situación del caso y Dignatario comenta:
—Ahora
no podemos hacer nada, los docentes han salido de vacaciones y no todos son
nombrados. Tenemos que esperar a marzo a que vuelvan a contratar a los
docentes. Lo que vas a hacer es entregar una carpeta del Prácticum, de todo lo
que has hecho. La presentas en la primera semana de marzo. La evaluará
Amerindio, el mismo que te supervisó.
Y
nuevamente sentí el murmullo que me acechaba, esta vez desde el exterior, que
parecía que hablaba por la boca de Dignatario. Dignatario expresa:
—Ahora
que estamos aquí entre nosotros en confianza, lo que le había dolido a Calvario
es que tú le hayas dicho que era un Bachiller. Nosotros a veces sentimos un
poco de envidia por las habilidades que tienes de hacer las cosas que haces,
dibujar, pintar, escribir, muchos se sienten inferiores. Calvario piensa que
eres una competencia para postular en el curso de psicología del arte indígena.
Por eso, voy a quitar la asignatura del concurso. Tú, con tus capacidades,
puedes irte a otro lugar a postular, a Ica, Arequipa, Cusco.
Mi
extrañeza creció, había creencias erróneas, unidas a una imaginación pulsional
y territorial por parte de Calvario y Dignatario, y Dios sabe quién más. Así
quedamos en el encuentro, no se escribió nada, aunque Serapio fue testigo de
sus palabras. Al retirarnos conversábamos Serapio y yo sobre su discurso y
posición. Yo hacía todo tipo de interpretaciones y estaba tan enojado sobre su
forma de hablar que Serapio tajantemente me detiene:
—Tu
objetivo es que te aprueben el Prácticum para obtener tu título y nada más.
Déjalos, que se peleen entre ellos. Soy testigo de lo que ha dicho. Prepara
bien esa carpeta para marzo, ponlo todo claro pensando que son niños, de nivel
inicial; que no haya duda de nada, que la califiquen y que siga tu proceso para
obtener el título y sigues tu camino al otro lado del Atlántico.
Al
llegar marzo de 1667, presenté la carpeta del Prácticum por mesa de partes como
se había acordado verbalmente. La derivaron a Amerindio cuando volvió a ganar
el concurso para evaluarla. Amerindio me puso un diecisiete. Sentí que unas
cadenas caían de mi mente liberándome del yugo de Calvario y viéndome como
pintor al otro lado del Atlántico. Todo se solucionó y siguió el proceso de
titulación. Calvario también se presentó al concurso porque no fue sancionado
por Dignatario y volvió a ganar con la ayuda de sus amigos del jurado
evaluador. Le volvieron a dar los mismos cursos que el año anterior, sin
sancionar su falta. Cuando Calvario se enteró de que me habían aprobado el
Prácticum, se puso en marcha la fuerza de la costumbre y comenzó a quejarse
mediante el comité de fiscalización. Hubo un intento de que anularan mi
Prácticum para no recibir el título de licenciado en Arte Virreinal. Se activó
la pelea infantil consuetudinaria, esta vez entre ellos, dentro de su propio
circo. Le acusó de favoritismo hacia mi persona. Se apoyo en Narciso, encargado
de la comisión de fiscalización. Narciso es el otro bando del CAV, enemigo de
Dignatario, aunque institucionalmente se necesitan como amantes laborales para
seguir en el cargo. Estuvieron enviándose informes sobre mi caso aun estando
resuelto. Alegaban que no podía haber sustentado la tesis con un curso
suspendido, el cual tampoco era subsanable de acuerdo con el reglamento. Sin
embargo, el docente había cometido varias imprudencias desde el inicio sin sancionarle,
nunca comunicó mis calificaciones y se dieron cuenta al final que me sacó de la
nómina como alumno, cuando a la vez me puso una nota suspensa, habiendo
recibido todos mis informes semanales en su mano por mi parte. Una
contradicción total. El comité de fiscalización trataba de retomar mi caso.
Querían aprovecharme para atacar a Dignatario acusándole de cometer un proceso
irregular en sus funciones como director. El otro bando quería tomar el CAV
como autoridades y traer a los suyos de la capital, Lima. Ahí estaban Narciso,
Penélope, Venancio, Calvario, Narcisa, Anastasio. Hubo varios intentos de
anular mi título y no lo consiguieron.
Volví
a sentir cierta inquietud y angustia en ese tránsito. Esta vez elevada, se
sumaban los estados anteriores. Empecé a vislumbrar el fracaso de cinco años de
espera para seguir mi camino de pintor hacia el otro lado del Atlántico. No
sabía si todo podía dar marcha atrás. Sentía que habría perdido el tiempo si me
anularan el título y volver a hacer el Prácticum un año más. Parecía que se
tejía un callejón sin salida para que me quedara o para que me fuera vacío.
Llegué a tal estado de ansiedad, que mi mente se volvía caótica en los
pensamientos e imágenes. Sin embargo, la sensación etérea me acompañaba y
sentía que vivía en dos mundos a la vez: el plano terrestre, con todas sus
luchas diarias y tensiones; y el plano celeste, donde los Apus y la Santa
Tierra me acompañaban sintiéndome liviano. Dos tejidos se entrelazaban de
manera simultánea, la oposición de Calvario a que me graduara para irme como
licenciado y las sensaciones de los Apus y la Santa Tierra como guías andinos.
Si ya no convenía ir a la defensoría del Ayllu y con Serapio podría continuar
el proceso legal hacia otras instancias, dije:
—¿Por
qué no acudo a una mesada con el Pongo Marcos y consulto al Apu Potosí y a la
Santa Tierra de Guamanga como elementales? Ellos son los seres andinos
protectores de las comunidades, enclavadas en las entrañas de la naturaleza
andina, desde los valles hasta los nevados como Rasuwillka.
Me
dispuse a caminar hacia el lugar donde el Pongo Marcos atendía abriendo mesadas
detrás del cerro Acuchimay, un volcán inactivo. Marcos se alegró de verme
cuando llegué y me dice:
—Waman´Kass
¿cuánto tiempo que no nos vemos? ¿Cómo estás?
Le
respondo:
—Hace
diez años por lo menos, qué tiempos aquellos. Estoy bien, pero necesito
conversar con Papá sobre algo que me está pasando.
—Muy
bien, ahora mismo entramos —responde Marcos.
Entramos
al cuarto, en el cual solo había una mesa con elementos rituales andinos y
católicos; una silla donde se sentaba el Pongo para hacer el llamado en
oscuridad, con unos silbidos largos y entrecortados, que parecía que
atravesaban la cordillera de los Andes. Yo estaba sentado en unos bancos al
lado de la pared. A los segundos de hacer el llamado con oraciones y silbidos,
se escucha un aleteo fuerte y unas voces, en la opacidad del cuarto, posando
sobre la mesa: ¡pluff!, ¡pluff! Pampahuaylla Abancay. ¡Pluff!, pluff! Ausangate.
¡Pluff!, pluff! Potosí Bolivia. ¡Pluff!, pluff! Santa Tierra de Guamanga, Santa
Inocencia Ayacucho.
El
Apu Potosí, como director de la mesada, se dirige a Marcos:
—Buenos
días, hijo —saludó Potosí.
—Buenos
días, Papá —contestó Marcos.
—¿Cómo
estás?
—Bien,
Papá, aquí tenemos una mesa privada, Waman´Kass ha venido a visitaros. Quiere
conversar con vosotros.
—Buenos
días, hijo, Waman´Kass, ¿cómo estás? ¿Cuánto tiempo?
—Buenos
días, Papá, bien, aquí visitando. Quería saludaros y conversar sobre una
situación que estoy pasando —contesté.
—Ya
sabemos, hijo, no es por gusto que has venido aquí. Te hemos estado cuidando
todos estos años. Guamán Poma de Ayala pasó a la Vía Seca y te eligió a ti para
continuar su legado.
De
repente, se siente un aleteo de mayor sonido entrando en el cuarto a la altura
de la mesa:
—¡Pluff!,
pluff! Guamán Poma de Ayala —dice la voz. Y la Santa Tierra de Guamanga, Santa
Inocencia Ayacucho continuó:
—Hijito,
tuve que hacer que te enamoraras de Érika para que despertaras la pasión de
estudiar arte. Al decirte ella que fue alumna del CAV y que desertó, tu pasión
despertó el impulso de estudiar arte para enamorarla. Al poco tiempo la pasión
romántica entre vosotros se fue y tú quedaste solo en el CAV como alumno
regular en primer año. Mucho has debatido si seguir o no seguir, muchas peripecias
te han pasado, no todo ha sido contado. Ahora, tienes que seguir solo. Estamos
contigo en todo momento —comentó la Santa Tierra de Guamanga, Santa Inocencia
Ayacucho.
—Hola
Waman´Kass, ¿cómo estás? Te habla Guamán Poma de Ayala. En mi tiempo de vida
terrenal, denuncié todas las injusticias que veía a mi alrededor y seguí el
camino del “Ars Regia”. Ahora me he convertido en Apu y ayudo a mi tierra desde
este lugar. Tú, Waman´Kass, has sido orientado para que denuncies las
injusticias que ves en tu entorno y ser ejemplo con tu ética noológica. Hemos
creado las situaciones para alterar todo. Pintarás Grandes Obras y escribirás
Nuevas Crónicas en la era del Espíritu. Serás una bisagra entre la decadencia
de valores del mundo que vives y un nuevo periodo a comenzar. Mientras tú los
enfrentas en ayunas, ellos necesitan comer para caminar; mientras ellos
necesitan dormir para reparar su desgaste, tú aprovechas el sueño para
combatir. Aunque hablen en mi nombre, sus palabras son como un huevo sin
galladura, huérfanas de esencia. Sus palabras no contienen La Palabra. ¡Anda!
Viaja entre los dos mundos, aquí y al otro lado del Atlántico.
Waman´Kass
lo entendió todo y se marchó silencioso, pletórico de hondura:
Escuché
la llamada y dijeron:
¡declaro
la guerra y no la paz!
¿Acaso
sueña el capullo?
¿Sueña
la rama cortada?
¿O
despierta el capullo a la alborada y recibe el aroma de los cielos?
Y
la zanahoria llega a su fin.
La
zanahoria que sigue el burro entre nieblas y neblinas, entre aguas y formas,
entre
ruedas y vueltas. Samsara, ¿esclavitud?
Waman´Kass
(Huamanga, 9 de diciembre, 2024, Bicentenario)
[1] Publicado anteriormente en Periódico Digital UNAHALDIA (19 de marzo,
2025): https://www.aldia.unah.edu.pe/el-pachakuti-de-guaman-poma/
[2]
Cástor Saldaña Sousa (Olivenza, España, 1979). Es docente e investigador en
la Escuela de Educación Superior “CUNA DE LA LIBERTAD AMERICANA”-Ayacucho,
Perú. Doctor en Antropología Aplicada: Salud y Desarrollo Comunitario por la
Universidad de Salamanca, España, Cum Laude Mención Internacional con Premio
Extraordinario de Doctorado. Posgrado en Medicina Psicosomática y Psicología de
la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.
Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca. Bachiller y
Licenciado en Artes Plásticas, mención Pintura por la Escuela Superior de
Formación Artística Pública “Felipe Huamán Poma de Ayala”-Ayacucho, Perú. Ha
realizado trabajos de campo en la medicina tradicional andina, publicado Los Apus: Configuración etnomédica en el
Perú actual (2017); trabajos de campo en comunidades nativas de la selva
peruana con los grupos Ashaninkas, Matsiguengas y Shipibos. Escritor en el
periódico digital UNAHALDÍA-Huanta.
[3] Imagen tomada de: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Incapachacuti.jpg
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