DE LOS RÍOS, EDMUNDO: LOS JUEGOS VERDADEROS. AREQUIPA, SURNUMÉRICA SAC, 2017, 281 PP.[1]
Carlos Garcell Vera[2]
El siglo XX tiene muchas razones para ser
recordado, especialmente en la literatura. La presencia de conflictos bélicos y
protestas estudiantiles, en su desarrollo, han tenido consecuencias polémicas
en la sociedad latinoamericana. Entre ellas, es infranqueable la presencia de
la Revolución Cubana, cuya influencia marcó al continente sobremanera. En este
sentido, la literatura peruana encontró un terreno fértil en la novela y la
poesía social. La rebeldía se enraizó profundamente en la generación del 60,
tanto a nivel nacional como regional. Así, a vísperas de la década del 70 y
durante la consagración de los escritores del boom, surge la novela más trascendental del arequipeño Edmundo De
los Ríos.
La obra consiguió una mención honrosa en
el certamen Casa de las Américas (1968), publicándose instantáneamente en
México y Cuba. Está compuesta de tres narraciones, las diferentes estaciones de
una vida. El protagonista carece de nombre, pues puede ser cualquier personaje
de la collera del barrio. El
anonimato, de esta manera, no encuentra problemas para postularse como una
identidad colectivizada, sin individuos.
La infancia de un grupo de amigos –Los
halcones negros– abarca el primer relato; su estructura se asemeja a los relatos de collera, al estilo
reynosiano: juegos infantiles, el descubrimiento de la sexualidad, personajes
marginales, etc. En esta parte, se podrá encontrar una exposición breve y
puntual de la sociedad arequipeña pasada. En la segunda, asume la voz del
narrador uno de los niños, ya crecido. Con una beca universitaria en manos, se
propone viajar hacia México con su mejor amigo. Las dudas y el miedo acechan
continuamente, pues el viaje de estudios es una excusa que, con el cauce de la
narración, irá desvelando una historia subyacente.
La novela narra –producto del pulso
revolucionario– la aparición de guerrillas pequeñas a lo largo de
Latinoamérica, centralizadas en México. Así, el protagonista y su compañero
deciden emprender la travesía para cambiar la realidad sociopolítica del Perú,
ideal extendido en la comunidad universitaria. El narrador entiende las
consecuencias y trata de huir, pero las sombras de sus compañeros y del
compromiso social son más fuertes. En este punto, resulta difícil eludir la
presencia de otra obra con pocas afinidades, pero muy semejante en la
complicada relación que existe entre el deber y los sentimientos, Memorias de un soldado desconocido:
“Para el partido no existía el perdón. Muerte o fidelidad. Debíamos cumplir
estrictamente la tarea encomendada por el partido. Y volver a nuestro pueblo
como los espartanos, con el escudo o sobre nuestro escudo”. La imponente y
sombría silueta del deber se interpone a los deseos individuales y pretende
suprimirlos. En otras palabras, surge tanto la deshumanización como el
desprendimiento. Ambas son las que provocan el conflicto en el protagonista:
¿Vale la pena sacrificarlo todo? ¿Se puede sacrificar todo sin siquiera
dudarlo?
Luego de dolidas despedidas y mentiras a
los parientes, el viaje inicia. Así, ya frustrada la experiencia revolucionaria,
llegamos al último relato de la novela. El protagonista se encuentra vegetando
en la cárcel, recuerda su experiencia en las reyertas y el cuerpo inerte de su
amigo flotando en los cauces de un río. Como una epifanía, surge el desengaño.
Retumban su infancia y juventud continuamente, dando la ilusión de una retrotopía que reemplaza el idilio
frustrado. Aun así, no aparta sus deseos, pero en sus pensamientos y el entorno
deja de existir la proyección de un porvenir mediante la revolución. La pulsión
juvenil y sus conflictos han devenido en la degradación humana, que se
manifiesta en la podredumbre de la cárcel y su estado agonizante. Las memorias,
las mentiras y los reclamos silenciosos configuran una narración en tropel,
vivaz y descarnada.
Los últimos delirios recaen en la
salvación o traslado del presidiario, cuyos últimos pensamientos se dan entre
la realidad, la supervivencia y los recuerdos. Así, se completa el tránsito de
lo que, en principio, parece perfilarse como una novela de revolución hacia una
novela antihistórica. Tal vez el aspecto más representativo de esto sea la
circularidad del tiempo. La forma lineal, progresiva y factual, como se solía
definir a la historia, es trastocada. El estado agonizante del presidario se
filtra en la narración, provocando un devenir constante de recuerdos, relatos
diferentes y autoengaños en una suerte de aleación caótica. Cabe resaltar que
los elementos antihistóricos también se presentaron sutilmente al principio de
la obra. Se puede observar en la primera página: “Se movilizan las patas, los
traseros de rata, los ojos, las huellas. Semejan un murmullo sordo, persistente
–procesión de Viernes Santo, por las calles fantasmagóricas del Señor de la
Caña–“. Esto no es un elemento fortuito, pues esta narración organiza las
anteriores y las manipula, presentándolas de manera fragmentaria
intencionalmente.
La novela, además de acertar en la prosa y
las técnicas narrativas –como el monólogo interior constantemente utilizado–,
ha sido un caso excepcional en el país y en el continente. A diferencia de
otras obras latinoamericanas, que han tratado el tema de las revoluciones desde
una visión aparentemente consensuada, en Los
juegos verdaderos la crítica se dispara en diversos ángulos, sin reglas ni
convenciones. Claramente, el contexto político del país fue una preocupación
continua, pero los medios de protesta y disconformidad también. Por ello, la
novela genera una sensación de discordancia con la ideología imperante en su
contexto.
Por último, cabe reconocer la obra de
Edmundo De los Ríos y no perder de vista su espacio en la literatura
arequipeña. Es frecuente hallar este tipo de casos disonantes entre grietas y agujeros,
escondidos del canon. Más allá de un acto de justicia, es una necesidad
sociocultural, posiblemente ontológica; una objeción al panorama narrativo
nacional, que llega a ser homogeneizante. Así, tal vez, dejen de existir los
“autores y obras extrañas” escondidos entre manuscritos amarillentos y
bibliotecas.
Los juegos
verdaderos (2017) de
Edmundo de los Ríos[3]
[1] Reseña publicada por primera vez en
Nuveliel. Revista de literatura y
humanidades. Año 2. Nro 2, pp. 77-80.
[2]
Es Bachiller en Literatura y
Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín. Miembro del comité
editorial de Nuveliel. Revista de literatura y humanidades (Arequipa,
2019-presente), donde también ejerce de reseñador de obras literarias y entrevistador.
Fue organizador y ponente en: I Coloquio Internacional de Estudiantes de
Literatura UNSA (2020) y II Coloquio Internacional de Estudiantes de Literatura
UNSA (2021), realizados en homenaje a los escritores arequipeños contemporáneos
Teresa Ruiz Rosas y Oswaldo Chanove respectivamente. También ha participado en
la organización y presentación de libros, eventos culturales y un concurso en
Homenaje a César Atahualpa Rodríguez, realizado en septiembre del 2022. Actualmente
es estudiante de la Maestría en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana
de la Universidad Internacional de la Rioja.