BREVE
SELECCIÓN POÉTICA
Katherine Medina Rondón[1]
Jacarandá
Se me voló el sombrero un día de viento;
quizás eso se parezca un poco a volar
o a tener un espíritu o a ser uno:
jamás volví a encontrarlo.
Quizás llegue a algún lado antes que yo,
Quizá me quede donde estoy sin él.
ROBIN MEYERS
Era enero, la primera lluvia me lavaba el rostro
y el viento que le precede fastidiado
alzaba mi sombrero
con la belleza con la que se pela una lima,
no pude sostenerlo,
ni siquiera puedo sostener mis propias raíces,
ni la mano de mi madre, una india negra,
ni la de mi padre, un árabe sardo.
Mir rostro es un árbol de jacarandá,
un panteón de historia
quebrado,
desigual
y
mi cabello se levanta
como hojas que se rinden al viento
ya sin siquiera un sombrero.
Sanación con nobles elementos: Agua[2]
Vierte tu fe sobre el agua
y deja que te alcance el
radiante cortejo del rocío,
el color de los que
pusieron en otros tiempos con coraje su espalda
para que la espuma no
alcance el dorso de tus hijos.
Vierte el manso querer de los
tiempos idos
de la hembra que guarda
tu alcoba,
que sostiene tu
padecimiento de veintitrés o setenta años,
que pone paños a tu
fiebre, mientras está pariendo a tu quinto hijo.
Vierte el agua sobre el agua
y bebe de la bondad
perdida
que te hará danzar como
un narciso.
Invitación al súcubo [3]
El que dio a conocer la luz
y el rincón más sombrío
de la noche
está cansado del coro de
los ángeles.
La corte celeste es un lugar de
procesión,
por eso toma una lámpara
—ni roja ni pintada—
y ponla al pie de la cama
para que las nubes
descarguen
sus temibles y
ensordecedores cánticos
lejos de tu oído.
Toma tu cobija y póntela
como diadema real,
pon tu mano derecha sobre
tu sexo,
no te muevas
e implora que los
demonios
solo te arranquen las
uñas.
Conjuro amoroso para un hombre temerario [4]
Recoge siete especies de siete
flores silvestres en siete días,
exceptuando lirios o
cualquier variedad que no posea espinas,
y átalas al crecimiento
de tu cuerpo.
Cuando abandones tus reiterativos
pensamientos
y los pasos echen a andar
solo a tu cuerpo,
notarás cómo un aroma
robusto
te transporta al último
siglo dorado
y el lenguaje se caerá a
pedazos
al ver sobre ti a una
rosa jadeando
en busca de cualquier
paraíso perdido.
Conjuro amoroso para una dama solitaria[5]
Cuando caiga la última hoja de mayo
en la flotante brisa que
ha labrado las cavernas,
rompe la visión de la
nada
y pon una jaula a la
altura de tus senos,
dejando la reja abierta
junto a una plegaria cada noche
hasta que recibas la
feliz visita de una luciérnaga
que ilumine tu corazón
impuro.
No olvides calcular la luz
que dejas salir por tus
poros
y traer siempre las botas
puestas
ya que nunca desaparecerá
el peligro
de incendiar tu casa.
Epílogo[6]
Orgulloso yace en su trono
el que ha sido invocado
con diferentes nombres.
Sobre sus blancas palomas
feroces perlas
derraman su misterio,
el universo siempre
hembra.
Diáspora[7]
¿Existes? ¿Existo yo?
¿No seremos la misma
persona?
¿La propia vida hablando
consigo misma?
un enfoque independiente
y apartado,
un ser espejado que
respira aprisa
arrojándose el
pensamiento solitario,
la sombra de la muerte
disfrazada
que acompaña cada
registro de mi vida,
el exotismo en el humano
ruedo
como una planta de la
misma semilla
que florece en dos
extremos diferentes de la Tierra,
un diente de león que al soplarlo
se dispersa
hacia direcciones
inesperadas,
una rama que se extiende
bajo las escaleras
y que debe ser cortada
porque en ella
la realidad se derrama.
También
fuiste el sueño de mamá
Recuerdo la primera vez
que vi a Harrison Ford en la TV
tenía once años e incluso
entonces comprendí
que él ni nadie sabría
cómo amarme jamás.
Los días iban pasando a
media ración, sin importancia,
porque el olor a durazno
tocaba la casa
con sus alegres ojos
verdes
y el tiempo no era, como
hoy,
una debilidad numerada
siempre de paso, agotada,
fugaz.
Pienso en Harrison Ford
como un fornido carpintero
o un vendedor de
marihuana
al que le tengo que
enseñar las bragas
porque en este país no se
fía, todo cuesta,
incluso el amor que
engendra 500 versos inútiles.
Ahora entiendo como
empecé a cavar mi propio
agujero,
suspirando como un
fuelle,
cediendo, hasta que otro
hombre
abandona tu cama
y aprendes a omitir “te
quiero” y “no te vayas”.
Pero hay cosas peores en
la vida que lo que uno deja atrás,
el presente, por ejemplo
atrapada en una humilde
habitación
cuando la burla de la
madre es un poema
que empieza a caerse
desde el primer verso.
[1] Katherine Medina Rondón (Arequipa, 1994). Poeta y artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes (Aletheya, 2012), Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013), Mínima celeste (Transtierros, 2016), Disidencia (Cascahuesos, 2018), Papiros mágicos (Vallejo & co./ Sol negro, 2019), Coraje (Jukucha, 2023) e incluida en Tea Party III, muestra dinámica de poesía latinoamericana (Cinosargo, 2014), Antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018), Memorias del 28° Festival Internacional de Poesía de Medellín (Prometeo, 2018), Antología 5° Festival Caravana de Poesía (Amarti, 2018), Aliados, dosis de poesía para tiempos inciertos (Dentro Ediciones, 2020) y Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021). Como traductora ha publicado Flores al borde de los abismos, antología poética de Vittoria Aganoor (Sol negro, 2022). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal Comisura en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y ha participado en diversas muestras artística colectivas.
[2]
Publicado anteriormente en Papiros
mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 41.
[3]
Publicado anteriormente en Papiros
mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 17.
[4]
Publicado anteriormente en Papiros
mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 33.
[5]
Publicado anteriormente en Papiros
mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 35.
[6]
Publicado anteriormente en Papiros
mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 55.
[7]
Publicado anteriormente en Disidencia.
Arequipa: Cascahuesos, 2018, p. 43.
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