UNA ALQUIMISTA DE LA VERDAD ONÍRICA
[Entrevista
a Ximena López Bustamante
sobre su libro Interior VI. Técnica mixta]
Por Edward
Álvarez Yucra
¿Por
qué el número seis en el título? Interior
VI. Técnica mixta anticipa el tema y el estilo, pero la numeración es
intrigante.
Hay cierta relevancia en traducir los
números de manera simbólica a lo largo del libro. Desde el epígrafe podemos
leer:
«Sentí como si hubiese dejado detrás el
aspecto sórdido y doloroso de la Materia
y entrase en un mundo que podía ser la
expresión matemática de la Vida»
Leonora Carrington, Memorias de abajo
La intención del seis tiene —digamos—
múltiples respuestas que son también interpretaciones. Por ejemplo, el seis podría
verse como la unión de un par de tríadas, el conjunto de dos cifras iguales;
entendiendo al tres como un número que simboliza al ser humano, quien está
compuesto de una mente (1), un cuerpo (2) y un espíritu (3). Esto solo por
darle una vaga interpretación al tres, puesto que son inacabables las infinitas
interpretaciones que los números, entendidos como símbolos, pueden significar a
nivel físico y metafísico. Entonces, entender la «matemática de la Vida» que
nos dice la pintora surrealista Leonora Carrington es una cuestión casi
alquímica. Es, en cualquiera de sus significancias, transformadora.
En la segunda parte del libro «Panteras
violetas del espejo» —por decir— se puede ver la espejación que hay entre los
números, cada poema tiene como título números reflejados de manera capicúa
(1:1; 2:2; 3:3...9:9). Hay una suerte de enfrentar la alteridad que la voz
poética puede tomar, un diálogo de voces. Encuentro también la unión de dos
trilogías, dos seres en apariencia iguales, dos polaridades que podrían
completar la Unidad.
Si seguimos tirando del hilo, podemos
también toparnos con el número nueve, las dos primeras partes del libro tienen
un conjunto de nueve poemas en cada una, el nueve también como un conjunto de
tres tríadas. Entonces, la cosa va tomando ritmo, ¿no crees?
Por otro lado, tenemos el VI en números
romanos que persigue el deseo de pertenecer a un lenguaje de galería. Deseo que
se evidencia en la portada del libro.
Como te decía en un principio, estas son
sobre todo interpretaciones adonde nos lleva la simbología de números. En
alguna entrevista me dijeron que quizás el seis provenía del número de letras
que compone mi nombre, lectura que me sorprendió gratamente pues no hubo esa
intención de mi parte. Fue, sin embargo, una simpática casualidad, acaso un
guiño de la Vida.
Por último, hay una carta en la parte
final del libro «Cartadentros» donde resalto:
«Pero hay otro juego del cual no somos ajenas. Uno que
coquetea con mi mente, te burla, me desafía, nos refleja. Los números hablando
en códigos repetitivos, lenguajes capicúas que gritan lo mismo: somos».
Ya
que mencionas esta multiplicidad de sentidos en los números, ¿no te parece que
tienen cierto parecido a la teosofía o el esoterismo? A veces me parece que los
poetas tienden al misticismo desde sus propios símbolos. ¿Te parece que el
poeta es un místico? ¿O cómo prefieres verlo?
Prefiero ver al poeta como un alquimista.
¿Qué
lugar ocupa tu natal Arequipa en este libro? ¿Qué sensaciones te ha despertado
en el proceso de escritura?
Arequipa tiene ciertas virtudes que a una
la marcan. Entre todas ellas, la luz tan vital que su sol picapedrero [Peralta
dixit] irradia sobremanera. He tenido la suerte de vivir en una ciudad con gran
cercanía a la Naturaleza y aunque migré a los diecinueve años a Lima, volvía
cada verano a visitar a la familia por lo que nunca me he alejado del todo de
Arequipa. Incluso ahora, sigo yendo constantemente a mi ciudad, sigo
familiarizada con la escena cultural —o lo que entendemos como escena
cultural—, leo los medios de comunicación locales, entre otros.
En la primera parte del libro «Fragmentos
de un país al viento» se pueden leer versos como «proliferadas palomas salidas
del sillar» o «y escucho al texao hablador desde el cañón». En el primer caso,
se habla de la piedra volcánica, el sillar, la cual tiene un tono blanquecino
que le da cierta estética a la piedra y, por ende, a la ciudad. Porque el
centro histórico de Arequipa está construido, en su mayoría, con sillar. En el
segundo caso, se hace referencia a la planta del texao, símbolo de Arequipa.
Alfombra floral que crece, sobre todo, a las orillas del río Chili en la zona
de Chilina donde pasé muchos años de mi juventud entre amigas, amigos,
amigues y estimulantes varios.
El primer poema en esa sección
transmite nostalgia por la partida, pero también parece un acto inevitable para
alcanzar un potencial mayor. ¿Dirías que tu vida literaria comenzó en Lima?
Mmm… podría
decir que sí, pero a la vez que no. Arequipa ha sido tanto como Lima en mi vida
profesional. La escritura —mi escritura,
quiero decir— es apátrida, acaso con el gentilicio de una misma.
¿Hay algo en la escena literaria de
Arequipa que te haya ayudado en tu formación poética?
Muchísimo. La
comunidad arequipeña es bastante generosa. La escena, a nivel literario, está
viva. Existen actualmente puntos de encuentro donde las, los y les escritores
se reúnen, intercambian ideas, versos, pasos de baile, etc. Hay apetito en la
ciudad, en la juventud y eso es positivo, sin duda, porque hay alimento.
Arequipa es cuna de poetas, cada vez leo mejor poesía a nivel local. Aplaudo la
resistencia de la aparición de más editoriales independientes, por ejemplo. El
aguante, también, de los boletines o revistas que difunden el trabajo literario
arequipeño del presente. Yo estoy muy conectada con mi ciudad como te lo decía.
Para muestra un botón: Nuveliel&Ximena.
En
la segunda sección: «Panteras violetas del espejo», mencionas un oasis de coral
donde se consuma sin culpa el fuego secreto del lenguaje. ¿Qué tipo de
culpabilidad impediría consumar ese fuego en otros lugares que no sean ese
oasis?
Creo que la palabra «oasis» aquí no
funciona individualmente; funciona, por el contrario, el verso «un oasis de
coral donde se consuma sin culpa: el fuego secreto de nuestro lenguaje».
Respondiendo a tu pregunta, la
culpabilidad que impediría consumar ese fuego del lenguaje al que hace
referencia la voz poética es, desde luego, la no diferenciación que se tiene,
por ejemplo, entre palabra y verso.
En un lugar fuera del oasis, se lee
la poesía como un conjunto de palabras, de significantes, de ideas, etc. En un
lugar dentro del oasis, en cambio, se lee la poesía como un conjunto
musical de versos que son percepciones del espíritu que posee el
poema/obra.
¿Qué detiene el lenguaje de un poeta?
Nada. El lenguaje de un poeta trasciende
incluso, y sobre todo, al libro mismo. Entonces, le sumaría, ¿y cuáles son los
límites de ese lenguaje? Tampoco los hay. En el poema el fin es un nuevo inicio
y viceversa, cada salida es una nueva entrada, el tiempo del poema es un punto
sin fecha ni data, el punto de intersección o la persecución del presente.
Lo
que dices me trae a Wittgenstein a la mente. Si los límites del lenguaje son
los límites de la consciencia, ¿podríamos decir que lo que limite el lenguaje
del poeta es el mismo poeta? Es un ser mortal, finito como todo humano, tal vez
su preocupación está en encontrar sus propios límites. Un lugar hasta donde lo
lleven sus pies.
Al final todos terminamos mordiéndonos la
cola...
También
mencionaste que no hay data ni fecha. Me recuerda una idea que esbozó Mario
Montalbetti: «El poema es cuestión de espacio, no de tiempo». Al margen del
contexto en el que lo dice, ¿qué interpretación le darías?
Lo mencioné en torno a la idea que teje
Celan sobre «el punto cero». Ese punto que carece de fecha y de
data, ese punto donde convergen las polaridades, etc.
En cuanto a lo que menciona Montalbetti,
lo respeto. Tendría que leer con más atención su obra para hacer algún
comentario. He leído muy poco de él.
¿Qué
relación encuentras entre las cartas y la poesía? ¿Crees que ambas se parecen
en su expresión íntima, emotiva o sincera?
Sobre todo, la relación que yo creo
encontrar en ambas es la verdad en sus textos. Siento que es más útil
escribir lo que uno ha sentido o experimentado que simular un conocimiento
independiente de cualquier persona. O lo que Valéry llamaba una «observación
sin observador».
Si nos detenemos un momento a pensar en
ambos géneros literarios —epistolar y poético— nos daremos con la (no) sorpresa
que son similares, en tanto que no existe teoría (discurso del yo poético) que
no sea un fragmento o verso, cuidadosamente preparado, naciente de alguna
autobiografía.
Lo que ambos géneros poseen, sin duda, es
la riqueza y la fertilidad que la verdad ocupa en el texto. En el
tratamiento de esa verdad es donde radica la legítima labor del poeta
—visto como constructor de universos— donde el salto a la ficción es admisible
siempre y cuando se ajuste a la lógica del universo poético.
Interesante.
Pienso que el periodismo es la historia instantánea porque reconstruye hechos
para alcanzar la verdad de un acontecimiento, solo que con mayor cercanía
temporal y con una intención mediática. ¿Sientes que tu lado periodístico te ha
influenciado de esta forma en el concepto que tienes de la poesía? ¿O de qué
manera te parece que lo ha hecho?
El periodismo es parte mi escritura, por
supuesto. Siento, sin embargo, que el tratamiento que le doy a la verdad en
periodismo no es similar al tratamiento de la verdad del poema. En el
poema nuestra verdad se rige a una (no)lógica trazada por el autor. En
ese universo poético, entonces, es posible alcanzar la verdad.
Entendiendo la verdad no como una certeza sino como una percepción del
espíritu del poema.
En el periodismo, por el contrario, no
existe tal cosa como un universo poético, existe la realidad. En
periodismo tenemos que escribir con data que respalde lo que decimos, con
fuentes que sujeten nuestros argumentos. Hay una realidad a la que hay
que regirnos.
Pero, cuidado, esto no la convierte en una
escritura frívola. Nada más alejado de la realidad, el periodismo, combinado
con los recursos estilísticos de la literatura, produce textos literarios.
Ahora le llaman Literatura de no ficción, antes le decían Periodismo Narrativo
o Literario. De cualquier manera, ese periodismo es el que me representa.
Etiqueta
Negra, la revista peruana de
periodismo narrativo fundada por Julio Villanueva Chang, es una prueba digna de
ello. También tenemos a Gatopardo, El Malpensante, Letras Libres, etc.
Considerando
el título del taller que has venido dictando en estos últimos meses, ¿dirías
que la verdad del poeta se busca a través de sus heridas abiertas? ¿Buscarla
implica escarbar hasta la escritura?
No creo que la verdad del poeta se reduzca
a sus heridas abiertas. Creo que el taller que estoy compartiendo, el cual
lleva el nombre Herida abierta o escarbar
hasta la escritura es más bien una desmitificación o desromantización que
se tiene de la escritura. En ese sentido, siento que el taller es un engranaje
más para la búsqueda. Un espacio donde puedas recoger herramientas que te
permitan escarbar, con ternura fervorosa, hasta encontrar la escritura. El
taller es muy íntimo, si te detienes a ver el temario o sílabus, notarás la
construcción de temas y lecturas seleccionadas para cada sesión y cómo la bola
de nieve va sumando más y más.
¿Qué
admiras del Surrealismo? ¿Qué cosas te parecen más trascendentales de su
estética?
Admiro muchísimos enfoques del
Surrealismo, me resulta difícil enumerarlos. Quizá este libro sea un elogio
involuntario a la vanguardia, no lo sé. Lo que puedo contarte es que mi primer
acercamiento al Surrealismo fue a nivel visual, estético, a través de su
pintura. En la década de mis veintes, estuve muy pegada a algunos
representantes de la época como Remedios Varó, Leonora Carrington, Magritte,
entre otros. De ahí pasé a la poesía surrealista, desde Éluard hasta Moro, Paz,
Apollinaire, entre otros. Me inmiscuí en la vida privada del círculo
surrealista. Pasaba de sus obras a sus vidas, ahí empezó mi obsesión con lo
epistolar. La vida de los surrealistas fue, en serio, te lo digo, muy
entretenida. La vida misma, la persecución del presente. Esa curiosidad la
guardo hasta el día de hoy. Generalmente, si la obra de una escritora o
escritor me gusta, automáticamente me vuelco a su vida privada. Consulto si
tiene diarios, compilados de correspondencia, memorias, etc.
¿Qué
sientes que tiene para decir el surrealismo hoy en día? ¿Qué podemos rescatar
de la vanguardia en este siglo que nos toca vivir?
Creo que las
vanguardias, hoy en día, tienen un rol importante a nivel de lo que entendemos
por comunidad. No olvidemos que estas corrientes nacen de una post guerra.
Sin ir muy lejos, nosotros acabamos de pasar una matanza a nivel nacional. En
provincias familias enteras siguen esperando justicia para sus parientes
asesinadxs. Hay un grito de respuesta que como eco va apareciendo, sobre todo a
nivel artístico está sucediendo.
Pero, mira, hace
poco escuché a Verónica Gerber hablar sobre la Escritura del compostaje. En
resumidas cuentas, con el perdón de Verónica, nos decía que las literaturas
contemporáneas o lo que Josefina Ludmer califica como Literatura postautónoma
no es más que usar los desechos que en algún momento fueron alimento. Es decir,
las escrituras el compostaje se alimentan de los residuos y eso,
alegóricamente, nutre sus suelos. Es decir, hemos pasado de la escritura del
reciclaje, la apropiación y el hurto a la escritura del compostaje. Bajo esa
lógica, ¿por qué no crear una nueva vanguardia que mame del surrealismo y de lo
que desees.
¿Tienes
otro libro en preparación? ¿Qué puedes anticipar para tus siguientes proyectos
literarios?
Sí, tengo un libro
casi terminado. Poesía también. En este caso la voz poética atraviesa
afecciones del sueño. Sale el próximo año.
17 de abril del 2024
La poeta Ximena López
Bustamante