PARA LA REVISTA NUVELIEL[1]
Oswaldo Chanove[2]
Parece
que cada persona se pone una meta en la vida. La más popular de todas es
sobrevivir. La más romántica es alcanzar la felicidad. La más prestigiosa es
contribuir a hacer del mundo un lugar mejor. ¿Cuál es la misión del poeta?
Escribir un texto que sea algo más que una suma de palabras, de imágenes, de
ideas. La ambición del poeta es escribir algo que tenga el poder de transformar
el contenido del lenguaje en algo abierto hacia las zonas que solo se vislumbran.
La ambición del poeta es parecida a la del mago. El lenguaje es el instrumento
más importante de la civilización. Usamos el lenguaje no solo para establecer
conexiones que nos permitan agruparnos, cazar, recolectar, trazar los
parámetros de algún imperio, sino para algo verdaderamente sustancial como conversar
con nosotros mismos. Vivimos a través del lenguaje, con el lenguaje vamos
tallando la imagen con la que navegamos las horas, la imagen que vemos cuando
nos imaginamos a nosotros mismos. Clarice Lispector aseguraba que el lenguaje
sirve para iluminar el Yo. El problema es que el lenguaje se desgasta con
facilidad y pierde potencia. Decimos te amo a diestra y siniestra hasta que las
palabras son solo palabras, hasta que las palabras son llaves que no abren
ninguna puerta. Hacemos ruido, lanzamos signos que son como una marea de células
muertas. La misión de los poetas es encontrar combinaciones que convoquen a la
sorpresa, a la revelación, que despierten zonas dormidas del alma, que
restauren las rutas entre lo que decimos y lo que queremos decir. Aunque no son
buenos tiempos para la lírica, aunque mucha gente no logra entender para qué sirve
la poesía, sin ella estamos condenados a ser solo la versión esponjosa de
nosotros mismos.
Quisiera
expresar mi profundo agradecimiento al equipo de la revista Nuveliel por su
generosa iniciativa. En estos tiempos de inmediatez de las redes sociales resulta
imprescindible una revista sólida y meditada. El esfuerzo de sus jóvenes
editores sin duda calará hondo. Muchas gracias.
Oswaldo Chanove
en la portada del tercer número de Nuveliel[3]
[1]
Discurso leído el sábado 28 de octubre de 2023 en la primera presentación
del tercer número de la revista Nuveliel, el cual se llevó a cabo en el marco del festival En octubre sí hay milagros.
[2]
Nació en Arequipa, Perú, en 1953. Estudió en el colegio La Salle y la
Universidad Nacional de San Agustín. En 1976 participó en la revista Roña y también formó parte de las
revistas Ómnibus y Macho Cabrío. En 1979 ganó el premio de
poesía José María Arguedas por su primer libro, El héroe y su relación con la heroína (1983), al que siguieron
otros como Estudio sobre la acción y la
pasión (1987) y El jinete pálido
(1994). En 1991 fundó la Sala de audiovisuales del Centro Cultural de la UNSA.
En 1996 se instaló en Cusco para escribir su novela Inka Trail, publicada en 1998. A fines de los noventa se trasladó a
vivir en El Paso, Texas. En el 2002 publicó Canción
de amor de un capitán de caballería para
una prostituta pelirroja y colgó
en la red un recetario de comida arequipeña. Destacan también los títulos: Cosas infames (2009) y Plexo Solar (2010). Su Obra reunida fue editada en 2012 por el
Gobierno Regional de Arequipa. En el 2018 publicó El motor de combustión interna, en el 2020, Una doméstica impugnación del infinito y, recientemente en el 2022,
su primer libro fue reeditado por Álbum del Universo Bakterial.
[3]
Fotografía tomada por Juan Carlos Belon Lemoine y Oswaldo Chanove. Diseño
de tapa hecho por Leslie Arellán.
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