LA LIBERTAD DEL POETA:
A PROPÓSITO DE UN ENSAYO DE ALFONSO REYES
[1]Edward Mosiah Álvarez
Yucra
Describir
la escritura de Alfonso Reyes resulta difícil. Podríamos señalar su variado uso
del léxico, su compostura retórica o su desbordante sapiencia, pero no es lo
mismo conocer los trucos del mago que aplicarlos con éxito. La pluma de este
exponente mexicano se define por la actitud de un humanista a grandes rasgos,
por lo que su prosa se plasma con erudición. A tenor de ello, la ambición de
las siguientes líneas evoca solo en una fracción de su obra, un ensayo
brevísimo de su libro La experiencia
literaria (1952); me refiero a “Jacob o idea de la poesía”[2].
¿Qué decir de este ensayo? Tal vez rescatar la concepción del oficio poético,
en tanto consideremos recuperarlo con urgencia para el mundo artístico de hoy.
Reyes
esboza perspicazmente las consignas que obedece un buen poeta, la analogía del
pasaje bíblico se resume así: Jacob es al poeta, lo que la poesía al ángel. En
este sentido, se narra la lucha de uno contra el otro para conseguir la obra
realizada, pues en el relato del pentateuco la disputa es por una bendición.
Nada más urgente por resaltar en estos tiempos donde la belleza del arte se
diluye en conceptos y actos vacíos que privan al público de una experiencia
estética y frenan su juicio con la indiferencia académica: “quién no sepa
apreciar estas obras, absténgase de opinar”.
Escrito en 1933, las
páginas del ensayo parten con la recapitulación de una polémica entre los
poetas inclinados a la prosodia tradicional y las nuevas escuelas de
vanguardia. Si bien Reyes increpa mayores defectos a la segunda, no deja de
disentir de ambas: «Algo de confusión se desliza siempre en
estas querellas». Naturalmente, emanciparnos de la tradición demanda conocerla
a fondo, no es sano seguirla a rajatabla ni es sano arrogarse el don de
volverla a crear desde cero. La clave radica en descubrir la libertad de la
forma menos esperada, esa que conspira con algo más importante que la simple
ausencia de coacción para el escritor; pues «el verdadero artista es el que se
esclaviza a las más fuertes disciplinas».
Cierto, el temple del poeta es esencial en sus horas
de escritura, pero eso no significa que puede descuidar la disciplina; la
inspiración permanece irrealizable si no se encuentran los medios para
ejercerla. Así pues, las musas se desvanecen como los sueños de una noche de
antaño, se pierden en la memoria a falta de una técnica que las inmortalice;
jamás sabríamos de Laura si Petrarca hubiese ignorado la tradición
grecorromana, jamás sabríamos de Matilde si Neruda hubiese ignorado la poesía
amorosa de Tagore. En efecto, no basta con tener grandes ideas, el arte
requiere un dominio técnico y el conocimiento de la tradición brinda herramientas para consolidar
obras tan originales como libres.
Queda claro: la libertad no es un fin en
sí misma. En el caso de que lo fuese, cualquier cosa adquiriría valor
artístico, por lo que Reyes atina al plantear otra analogía: jugar con el arte
es jugar con fuego. «Y el fuego entregado a sí mismo, ya se
sabe, solo consume. En cambio, el fuego con espuela y freno es motor de
civilizaciones». De razón las obras contemporáneas adolecen de este rigor, de aquella
libertad que persiste incompleta porque identifica también la imperfección
humana. Nunca seremos completamente libres, sea por los demás, sea por las
circunstancias, sea por uno mismo quién obstaculice el deseo y termine
regresando al deber. Es entonces que la subjetividad puede sacrificarse para
plasmar la condición humana o perderse en un narcisismo que exige
reconocimiento pese a sus carencias. Lo relativo no tiene porqué ser
antojadizo, verbigracia, la belleza de un film como The Room (2003) de Tommy Wiseau es incomparable con Unfaithful (2002) de Adrian Lyne.
Asimismo,
Reyes resalta con una anécdota el yerro sutil de apreciar al autor por encima
de la obra y no al revés; lo que devela el problema cuando enaltecemos la
subjetividad del artista:
Gabriel Alomar, en un rapto de
impaciencia contra el exceso de preocupaciones formales, comenzó a decir:
–El
terceto, cuya única justificación es Dante…
Y Eugenio d´Ors vino a atajarle
suavemente:
–Al
contrario, querido Alomar: Dante, cuya justificación es el terceto…
El
nombre cobra trascendencia por esas obras concebidas a costa de tiempo,
dedicación, conocimiento, sensibilidad, temperamento… Canalizar los elementos
para la catarsis va más lejos que solo confesar estados de ánimo o incurrir en
ideologías, el reto está en hallar la simetría, la cadencia; y no puede ser
para menos, si todo hombre es juzgado por sus obras, ¿por qué el artista sería
la excepción? Con mayor razón si lo vemos como el ensayista mexicano, es decir,
como una batalla contra lo inefable, una que parece perdida al solo mirar al
oponente. De ahí la disputa constante en la que se bate el poeta, el
enfrentamiento entre lo mortal y lo inmortal, lo real y lo irreal, la utilidad
y la inutilidad; es una lucha que vale cada segundo, puesto que la causa es la
libertad. Aunque imperfecta, la libertad dignifica al poeta.
Finalicemos
citando la conclusión que le da el título al texto de Reyes, quizá hoy más que
nunca requerimos de su tono crítico, así como de su erudición: «El arte es una
continua victoria de la conciencia sobre el caos de las realidades exteriores.
Lucha con lo inefable: “combate de Jacob con el ángel”, lo hemos llamado».
Alfonso
Reyes[3]
[1]
Es Bachiller en Literatura y
Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa y director
de la revista Nuveliel. Obtuvo el
primer lugar en los Juegos Florales de la misma universidad en la categoría de
Ensayo (2018). Ha participado como ponente en diversos eventos académicos tanto
a nivel nacional como internacional. Asimismo, ha colaborado con ensayos y
reseñas en diferentes revistas y plataformas virtuales. Actualmente cursa la
Maestría en Humanidades de la Universidad Católica San Pablo.
[2] Reyes, A. (1952). “Jacob o idea de
la poesía”. En: La experiencia literaria.
Buenos Aires: Losada, pp. 91-94.
[3] Foto recuperada de: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/reyes.htm
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