martes, 24 de septiembre de 2024

José Gabriel Valdivia. Apostillas a la poética del yo en el primer Hidalgo

 

APOSTILLAS A LA POÉTICA DEL YO EN EL PRIMER HIDALGO

 

[Entrevista a José Gabriel Valdivia[1]
sobre su libro Poemas sin mayoría de edad de Alberto Hidalgo]

 

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 





 

Partamos por lo personal. ¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de Alberto Hidalgo? ¿Cuándo lo leyó por primera vez? ¿Qué poemas lo cautivaron?

 

Cuando era estudiante de Literatura en la UNSA entre 1979 y 1985. Lo leí en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de dicha universidad. Había una buena cantidad de sus libros. También en la Biblioteca Municipal de la ciudad, donde moraban los más de cinco mil ejemplares de su biblioteca personal que fue traída desde Buenos Aires. Su último deseo fue descansar en paz en su tierra natal y de paso dejar sus libros propios y ajenos, así como un número considerable de obras artísticas y retratos suyos. Muchos poemas me cautivaron, en espacial el titulado «Semáforo» que sirvió para dar nombre a una revista de poesía. Además, su gran temperamento iconoclasta que, a cualquier joven cautiva, y sobre todo el testimonio de Arturo Corcuera, contado en una visita que hicimos a Lima, y plasmado en su poema «Nada de elegías a Alberto Hidalgo», donde le llama «viejo canario de la gran flauta». Esta última frase sirvió para dar título a otra revista, porque simbolizaba la rebeldía e iconoclasia en aquel momento juvenil.  

 

¿Qué puede decir de su generación? ¿La poesía de Hidalgo fue bien recibida en la Arequipa de los 80?

 

Por lo menos en el grupo literario universitario Polen de Letras, que formamos con Nilton del Carpio y Esther Villafuerte, fue un old capitan de nuestro barco. En una entrevista hecha al poeta y crítico Washington Delgado, que publicamos en la revista La gran Flauta, le inquirimos sobre el papel del genial libelista y poeta en la literatura peruana. Fruto de ese interés, ha quedado mi artículo «El escribano infinito» (1987). En Ómnibus, otro grupo generacional de los ochenta, Alonso Ruiz Rosas, uno de sus integrantes, escribió otro artículo: «El ingenioso Hidalgo» (1984).

Como consecuencia de esa admirada recepción, está la Antología poética (1987), preparada como un homenaje al centenario de su nacimiento, en la que tuve una protagónica participación.

 

En ese artículo suyo, que lleva por título «El escribano infinito: Alberto Hidalgo», menciona cuatro momentos en la obra poética de Hidalgo: uno postmodernista y futurista, otro vanguardista, otro del amor perdido y otro peruanista y egolátrico. ¿Por qué prefirió abordar los poemas sin mayoría de edad del primer momento?

 

Porque son los poemas producidos en Arequipa, antes de su partida hacia Buenos Aires, Argentina. También, porque nos dicen mucho de su inquieto espíritu experimentalista; además de su inquieta visión cosmopolita combinada con su afecto localista.

 

Considerando que Hidalgo fundó dos revistas en Arequipa, una llamada Anunciación y otra llamada La Semana junto a Miguel Ángel Urquieta, además de publicar dos libros de poesía y dos de prosa, ¿cuál le parece que sería su lugar en una suerte de historia literaria de Arequipa?

 

Es el inaugurador de la renovación poética en Arequipa y luego en el Perú. La revista Anunciación, como su nombre lo dice, es inauguradora y fundadora, antes que Aquelarre, de la renovación postmodernista, vía el regionalismo, y un anticipo de las vanguardias por sus aires cosmopolitas y desde un espacio no capitalino.

 

Curioso. Aquelarre suele ser el referente más aludido en el panorama literario. Es una pena no contar con una hemeroteca para comparar la óptica de cada revista en esta distancia cronológica. No obstante, tal vez Aquelarre prevalece más en la memoria porque César Atahualpa Rodríguez no se alejó de la ciudad; se fue por un tiempo a Lima, pero no migró del todo, como sí lo hizo Hidalgo. Y bueno, después del postmodernismo de Rodríguez, la vanguardia quedó en manos de Guillermo Mercado; a mi entender.

 

El número 3 de la revista quincenal Anunciación está fechado en el 30 de agosto de 1915 y corresponde al Año 1 de su aparición. Su director literario es Alberto Hidalgo y su director artístico, Lautaro Gutiérrez Ballón. En este número aparecen poemas de César A. Rodríguez, Alberto Hidalgo, entre otros. Y algunas prosas como las de Miguel Ángel Urquieta.

El número 1 de Aquelarre aparece a fines del año 1916, según Jorge Cornejo Polar y es coetánea de Colónida ―surge el mes de enero de 1916― según Vladimiro Bermejo. La revista tuvo pocos números ―quizás dos o tres― entre 1916 y 1917, pero el grupo se mantuvo activo hasta 1919. En consecuencia, la revista y grupo Anunciación inauguran la transformación de la poesía en Arequipa y en el Perú.

Guillermo Mercado insurge con un poemario individual en 1924 y luego en 1928 publica Un chullo de poemas, que es saludado en el primer número de la revista Chirapu ―enero de 1928―, donde también publica un poema César A, Rodríguez. Antes apareció su poemario La torre de las paradojas (1926), reseñado por Miguel Ángel Urquieta ―residente en La Paz, Bolivia― en el número 4 de la revista Amauta ―Nro. 4 de 1926 en Lima.

Como ves, en la década del veinte los jóvenes protagonistas de la década anterior han emigrado; incluido Percy Gibson, que viaja a Lima y luego marcha a México. Por ello, la figura solitaria de Guillermo Mercado ilumina la ruta poética hasta la llegada de los jóvenes poetas de los años cincuenta, ante el ostracismo y el silencio editorial de César A. Rodríguez.

 

Recuerdo una ponencia suya en el I Coloquio de Estudiantes de Literatura UNSA, realizado en el 2020. Al hablar de los poemas sin mayoría de edad, sugirió una suerte de diferencia entre el postmodernismo y el antimodernismo poético. Me gustaría que retome un poco esa explicación, pero no sin agregar otro término que noté en este libro: ¿Qué diferencia el postmodernismo, el antimodernismo y el prevanguardismo? ¿Cómo es mejor entender estos rótulos?

 

El facilismo didáctico de los estudios literarios inventó varios ismos que no se manifestaron plenamente en nuestra literatura. Casos patéticos son el romanticismo y el modernismo. No tuvimos auténticos románticos, menos modernistas, como en otros países latinoamericanos. Por eso se inventa un Melgar romántico y hasta pre-romántico. De igual modo, un Chocano modernista. Hoy sabemos que estas invenciones fueron postizas.

Lo único que nuestros poetas asimilaron fue la musicalidad modernista. Lo de antimodernista es un juicio ideológico, a partir de confrontar la torre de marfil con la vena popular o regional. Si el modernismo fue hegemónico en elementos formales, en la temática no caló en la sensibilidad de los jóvenes discípulos de Manuel González Prada. Otras fueron las inquietudes de fondo: el mal llamado criollismo costeño o el cholismo serrano. En cuanto al prevanguardismo, se lo debe entender, siguiendo a Mariátegui, como la muestra del ímpetu cosmopolita, impulsado por el antihispanismo. Los poetas otean otras poéticas europeas, pero también quieren afirmar lo no hispánico que perciben en sus comarcas o aldeas profundas.

 

Algo sustancial en la poética de Hidalgo es el llamado egotismo, que usted bien abarca en el estudio preliminar de este libro. Pero, a simple vista, no pareciera novedoso si recordamos a José Santos Chocano y Alberto Guillén, quiénes también demuestran esta pretensión de posicionarse en el panorama literario de manera estrepitosa. ¿Cuál es el rasgo insigne que lo distancia de estos otros poetas peruanos?

 

Hidalgo inscribe una poética del yo. Los otros dos son yoístas románticos. En Hidalgo, la percepción del sí mismo no solo es psicoanalítica, sino también una afirmación del sujeto y de su singularidad, que no se debe confundir con el individualismo psicologista o postcapitalista.

 

Una de las cosas que usted rebate constantemente es el malentendido futurismo que la crítica ha destacado por mucho tiempo en la poesía de Hidalgo. Y es así como encuentra una amalgama de influencias en la que figura la de Marinetti, pero sin acaparar toda la perspectiva estética. En vista de que la crítica se ha limitado mucho a comentar los rasgos futuristas, ¿cuáles otros rasgos son más productivos para abordar y apreciar en la poesía de Hidalgo?

 

El rasgo fundamental es la deshispanización de nuestra poesía. Aunque tardía, fue muy necesaria y permitió nuevas miradas estéticas, venidas de lo ajeno europeo. El esfuerzo de las vanguardias en general, fue la noción de empresa que Raúl Bueno ya percibió ―aunque no estudie a Hidalgo. Esa noción de empresa cultural ―americanismo― que miró a Europa desde América y sus espacios propios; no desde las estéticas europeas. Esa tarea que lograron sus máximos exponentes y que hoy es un gran legado para todas las generaciones venideras de poetas. La última etapa de la poesía de Hidalgo puede ser leída desde estos presupuestos teóricos.

 

Eso último que menciona es interesante. El último Hidalgo evoca constantemente al Perú en sus libros. Y este sentimiento por su tierra natal es conmovedor, hasta cierto punto al menos; pero tampoco deja de ser controvertido. En sus primeros poemas figuraban retratos de lo negativo, lo precario y hasta lo satírico de la sociedad arequipeña. ¿Cómo hay que comprender esta filiación y disidencia con su hogar?

 

En primer lugar, Hidalgo precozmente adquiere una conciencia adolescente de la poesía. Y no pretende ser un poeta de la tristeza, el dolor, la melancolía, sino más bien un poeta enérgico que sobrepasa la dimensión familiar, pero no la social, que retrata en poemas dedicados a personajes como: la frutera o el peón del campo. De la misma manera, escribe sobre temas del entorno arequipeño: el volcán Misti, la chichería, la yanta, el festejo, entre otros. Finalmente, no le es ajeno el progreso, la guerra, el automóvil, el yo, pero desde su conciencia poética.

La rebeldía y las disidencias son fruto del espíritu antioligárquico de la época que en todos los jóvenes se manifiesta. En él, este contexto se orienta y se consustancia en su pluma libelista, en su dandismo antiburgués, que le inspiran González Prada, Valdelomar, Mariátegui y Federico More.

 

El “canibalismo” y la “antropofagia” al que apela en su estudio me resultan categorías orientadas al uso de las influencias culturales del exterior para fundar una identidad nacional; pero, en este caso, es una identidad literaria. ¿De qué manera el individualismo de Hidalgo fagocita los influjos de afuera para fundar una poesía peruana? ¿No es contradictorio que un individualista busque un perfil colectivo?

 

Reitero que el egotismo de Hidalgo es una poética de afirmación del sujeto singular que quiere fustigar al burgués. En un primer momento es puramente estético con visos de soberbia y altivez contra el burgués, pero después, con su comprensión del socialismo y de Mariátegui ―lo ideológico―, surge una combinación de lo estético con lo ético ―valoración de lo propio. Los primeros pasos de Hidalgo son consecuencia de su mirada al otro europeo trágico ―la guerra― y al progreso épico ―la máquina― que se consustancian en una renovación lirica ―formal, técnica y temática.

 

Es aquí cuando me viene a la mente Walt Withman. Usted también lo ha notado en su libro, cuando menciona que sería necesario y productivo examinar la influencia de Withman en los poetas contemporáneos al primer Hidalgo. ¿Esta consciencia de un yo que habla por todos, esta tendencia a celebrarse a uno mismo y cantarse a uno mismo, qué tan decisiva es en la poética de Hidalgo? ¿Sobresale mucho la influencia de Withman o hay otras influencias más cruciales?

 

El flujo del yo en toda su poesía es una marca de su estro poético. Y no se le debe confundir con egolatría o individualismo. Se debe tomarlo desde la teoría del sujeto singular que necesita afirmarse y contradecir al hombre-masa. El dandismo es una forma de hacer ver esa singularidad, esa pose del artista genuino que no tiene más armas que su arte o poesía para imponerse en el mundo. No hay que olvidar que Rubén Darío y José Santos Chocano se inspiran en el poeta norteamericano, pero desde una perspectiva romántica. El YO que instala Hidalgo es mucho más moderno y atrevido, más “sujeto” y encarna lo humano desde una fuerza solidaria como el “demasiado humano” de Nietszche.

 

En su estudio también cita uno de los epígrafes futuristas que usa Hidalgo. Me refiero al que dice: «contradecirse es vivir». Y poco después afirma que «contradecirse, también, es escribir».  Me gustaría enlazar esta idea con otra que resalta en la biografía literaria incluida en el libro, precisamente cuando usted define el compromiso artístico de Hidalgo como «el ejercicio del oficio que trate de tamizar toda la realidad por el ojo de la escritura». Ambas ideas me dan un concepto algo ambicioso, tal vez la poesía como un instrumento de poder para renovar la realidad; como si las palabras del poeta estuvieran muy cerca de las cosas y solo necesitase su voluntad para ejercer ese poder sobre ellas.

 

La lectura del Tratado de Poética, publicado por Hidalgo en 1944 y de Diario de mi sentimiento (1937) resulta clave para comprender la relación entre vida y poesía. De este modo el hombre real se encuentra y desencuentra con el hombre-mito (poeta). Entonces el ejercicio de la poesía es la praxis de los titanes, así como de los grandes hombres es el espacio del progreso. La relación entre las palabras y las cosas es muy dialéctica y plantea una ardua lucha entre el signo y el símbolo. Los poetas van más allá de las palabras hasta volar en símbolos. Los signos se prenden a las cosas y las identifican y las comunican gracias a los hombres.

 

Claro, sin duda. Pero me da la sensación de que hay un acto heroico en esa idea del poeta que busca el progreso y apela a un superhombre, tal vez un metarrelato que se ha disuelto en la metamorfosis de la cultura liberal en el presente.

 

Eso corresponde a la mitificación moderna del poeta, alejada de Hölderlin y Baudelaire, que luego retomó Rilke. Pero en los vanguardistas latinoamericanos es otra la visión del hombre y también la del poeta. Tema que hoy la postmodernidad ha deconstruido sin poder crear una nueva narrativa.

 

Hay un poema que me inquieta en la antología que conforma el libro. Hablo de «Estética», que cierra la selección y pertenece a Tu libro (1922). Es uno de mis favoritos en mi muy limitado conocimiento de la obra de Hidalgo. Lo es porque siempre lo he leído como un arte poética que no necesariamente responde a una confesión amorosa; de hecho, relaciono ese “tú” al que se dirige el poema a cierto espíritu de modernidad, cierta genialidad que ha llevado al poeta al descubrimiento de una lírica original y grandilocuente. Pero, al mismo tiempo, no hay una disquisición total con la idea de la musa; ese “tú” puede ser la musa, pero ese amor que produce en el “yo” del poema es eminentemente moderno y renovador.

 

De acuerdo. Ese poema implica también una ruptura, quizás la primera, en el devenir poético de Hidalgo. Representa el abandono pleno del modernismo, el encuentro con otra musicalidad, el estruendo mudo de lo emocional que invade el cuerpo y que no es una búsqueda técnica, sino un hallazgo del ser para la poesía. Desde este momento se puede advertir lo que él intuitivamente llamaba trascendentalismo, es decir, la poesía en su honda plenitud que reclama esclarecerse en el verso, en el poema.

 

El libro titula Poemas sin mayoría de edad de Alberto Hidalgo. Solo para esclarecerlo, ¿«Poemas sin mayoría de edad» quiere decir: «poemas de juventud»? ¿Cuántas connotaciones tiene el título?

 

Se debe entender en el contexto de una sociedad patriarcal y autoritaria. Los jóvenes impedidos de hacer muchas cosas y conducidos por sus padres, buscan salir de ese estado a través de la libreta electoral y asumir su autonomía plena. Tiene una carga ideológica el título, pero es también lo que tú has inferido más la connotación de rebeldía.

 

¿Qué otros poetas arequipeños del siglo XX es necesario rescatar? Aclaro que no necesariamente deben ser contemporáneos de Hidalgo. ¿Qué poetas cree que merecen un estudio o un libro como el que usted ha publicado?

 

Creo que, en un orden cronológico, deben ser parte de nuestros clásicos. Hasta el momento, y de la generación siguiente: Enrique Huaco y Edgar Guzmán.

 

 

 

 

19 de septiembre del 2024









[1] José Gabriel Marcelino Valdivia Álvarez es poeta, crítico literario, periodista y docente universitario. Nació accidentalmente en la maternidad del distrito de Bellavista-Callao-Lima, un 26 de abril de 1959, pero radica desde muy niño en la ciudad de los volcanes.

Hizo sus estudios superiores en la Universidad Particular Católica Santa María (Comunicación Social) y en la Universidad Nacional de San Agustín (Literatura y Lingüística). En esta última se graduó como magíster en Comunicación con la tesis Dimensiones de lo público y privado en la sociedad peruana, obteniendo felicitación pública. Actualmente ha concluido el doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima.

Su labor investigativa empezó a ser reconocida el año 1994, cuando obtuvo el Premio Nacional de Ensayo José Carlos Mariátegui, promovido por la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann de Tacna con el estudio José Carlos Mariátegui y la emancipación regional. El año 1997 participó como investigador literario en la colección UNSALIBROS/El PUEBLO, preparando antologías de poetas arequipeños, escribiendo sus biografías y elaborando sus biobibliografías. Los años 2001 y 2005 ganó el Primer Premio de Investigación en el área de Ciencias Sociales, por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.

En el campo de la investigación literaria ha publicado tres libros sobre el poeta Mariano Melgar: Biografía literaria (2015); Mariano Melgar: Antología esencial (2015) y Mariano Melgar, 200 años: Crítica, Nación e Independencia (2016). El año 2023 presentó Poemas sin mayoría de edad de Alberto Hidalgo, un estudio de la poesía juvenil, que viene acompañado de una biografía y una biobibliografía completa de nuestro gran poeta vanguardista.

martes, 17 de septiembre de 2024

Fiorella Terrazas. Obrera y neurodivergente en verso pop

 

OBRERA Y NEURODIVERGENTE EN VERSO POP

 

[Entrevista a Fiorella Terrazas[1]
sobre su libro Cam girl & other poems (2017-2021)]

 

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 




 

Tengo entendido que tu padre te dio un libro de Rubén Darío a los ocho años. En vista de que te han referenciado como una poeta millenial y, en cierta forma, has asumido esa denominación, ¿qué tan importante consideras la literatura clásica en la formación literaria actual? Me refiero, sobre todo, a las obras que van del modernismo hacia atrás en la historia.

 

Mi padre tenía algunos libros en su biblioteca personal que me compartió por ser su primogénita, lógicamente. Rubén Darío sonaba a romance para mí, a un idealismo puro, pero triste en el fondo. Sonaba parecido a Cesar Vallejo en mis oídos de infante. Después vino Pizarnik a destruir todo o volver a armar los legos emocionales dentro mío para formar una lógica más coherente en la escritura.

Me tomo mis tiempos para leer y revisar escrituras de otros y otras. En este caso, el modernismo, y todo lo anterior, no me concierne a mí indicarlo como importante. Considero que cada lector aprecia de maneras distintas las obras, lo hace atemporalmente según sus vivencias. En mi opinión, las obras de Edgar Allan Poe han calado bastante profundo en muchos jóvenes de esta y la anterior generación. Creo en la importancia de la obra literaria de Poe, no solo por lo histórico, sino por lo personal; por atreverse a ser diferente en un contexto histórico en donde seguramente fue invisibilizado en vida. Tocó fibras sensibles a través de sus historias. Allí creo que radica la importancia de irse atrás en la lectura en general. No hay que fijarnos tanto en los años o siglos, sino en los contextos históricos, políticos, económicos, etc. La buena literatura siempre va a ofender. Es imposible que el arte no ofenda, porque el arte nuevo está creciendo de modo puntiagudo en la sociedad; sobre todo, en estos tiempos violentos.

 

Precisamente, creo que esa es la palabra; cada obra aspira a esa importancia atemporal, esa memoria viva que sale de los registros del papel. En lo personal, me consta que nadie escribe para sí mismo; siempre necesitamos de la aprobación externa. ¿Tú qué piensas?

 

Lógicamente. Los escritores somos seres humanos y necesitamos la opinión colectiva. Es más, los escritores escribimos sobre memoria colectiva. Nunca es una memoria personal ficticia, eso sería creer en un cuento de fantasía. Pero esa aprobación externa siempre será solo una sugerencia, porque nunca dejamos de editar un poema o un cuento. Y creo que nos demoraríamos toda la vida si nos pusiésemos a corregir nuestras propias obras para complacer a todo el mundo.

 

Tu trabajo con la poesía empezó en el 2010, pero tu primera plaqueta apareció en el 2013. ¿Qué puedes contar sobre tu formación poética entre esos tres años, antes de publicar Dejo cabellos en los bares?

 

En el 2010 estaba terminando mi carrera de contabilidad y economía en la UNFV, en el centro de Lima; muy cerca de las ferias de libreros instaladas a los alrededores de Quilca y Wilson, donde muchos buscaban vinilos o monedas de antaño. Yo buscaba libros, no solo financieros, también de literatura fantástica y ciencia ficción. Era una afición mía desde niña. Y en el 2010 que era el último año de carrera, aprendí a gestionar mi tiempo libre para seguir con lo que me apasionaba; más allá de las carreras universitarias y los puestos laborales. Esos tres años fueron para redescubrir mi lado artístico; siempre me gustó recitar poemas. Para mí es como la performance teatral, es un arte interpretar el poema como si estuviera contando con mi cuerpo una historia. Y ya después de pasados los tres años de recitar y “performear” en el centro, sobre todo, me animé y me animaron; porque el arte no deja de ser colectivo.

 

En Cam Girl…, precisamente en la primera sección titulada «INANICIÓN», hay un poema que dice: «No tengo dinero, pero sí un libro de Juan Rulfo». ¿Por qué elegiste a este narrador mexicano?

 

Porque él es el autor de Pedro Páramo. Este libro es muy popular en el lenguaje de los memes en Instagram ¿Y por qué es usado en los memes? Porque la historia que ocurre en Comala nos enternece. Nos identificamos con la orfandad, es de lo que normalmente ha hablado la literatura en su historia. Del yo interior, del sentirse solo y la búsqueda de alguien que amas; o de alguien que te haga compañía, porque el ser humano es un ser social y se vincula con sus semejantes. Y justamente, los retratos familiares dentro de la literatura son lo que más ha trascendido en mi interior como ser vivo, como ser racional, como ser humano. Lo más bonito que puede tener un ser humano es la empatía. Y los escritores tenemos mucha sensibilidad para entender las historias personales de cada uno.

 

En general, esta primera sección tiene poemas que traen imágenes de decadencia y hasta descomposición. Me resulta llamativo cuando dices: «las heridas son insectos que jamás salieron de mi pecho», en el último poema de esta parte; me da la impresión de que son poemas que necesitaban enfocar esos insectos. ¿Dirías que tu poesía tiene cierto origen terapéutico? ¿Cierta necesidad de catarsis para dejar ir esos insectos?

 

Sí. Diría que la poesía siempre tiene un origen terapéutico. Tiene sentido que sea el origen. Y, además, los insectos son muy pequeños y vulnerables ante un ser humano de tamaño pequeño o regular. En nuestro caso particular, a veces nos sentimos pequeños ante la vida. Por lo tanto, siempre vamos a tener un origen terapéutico, siempre tendremos esa sensación de pequeñez ante la vida, esa impotencia ante el malestar; como pasó con Cesar Vallejo y con Blanca Varela. Se nota, sobre todo, desde el punto de vista de las personas neurodivergentes.

 

                                           ¿A qué le llamamos neurodivergencia?

 

La neurodiversidad es un término general, no médico; que incluye las condiciones de autismo, dislexia, dispraxia, discalculia, TLP, TDH, depresión crónica y muchas más.

 

En la segunda sección, quiero decir, «POWER», hay varios poemas que manifiestan una crítica social. De cierta manera, son una forma de resistirse y decirle «no» al sistema. Sin embargo, para alcanzar esa resistencia y capacidad de negación, pareciera que primero es necesario asumir cierto temperamento, cierta locura que está descrita en la primera sección: «Comprime los crímenes y sujeta a la bestia que agacha la cabeza en sociedad». ¿Este es el camino hacia el poder? ¿Siempre enfrentamos el poder que oprime a uno mismo antes de enfrentar al poder que oprime a todos?

 

Claro que sí. Ejercemos en nosotros mismos una opresión al tratar de encajar en el entorno. Una vez que nos animamos a sacarnos las máscaras sociales, poco a poco reconocemos nuestro poder. Una vez que reconoces ese poder o power, empiezas a formar el verdadero poder para defender tus derechos personales y comunitarios. Defenderse es tratar de sentirse seguro.

 

Hay un poema curioso que lleva por título «ANTI ANTI». Lo que me llama la atención es la idea de no tener la certeza de la propia identidad. Uno puede decir lo que no es o puede nombrar aquello con lo que no se identifica, pero no tiene la certeza de lo que verdaderamente lo define. ¿Dirías que este es el primer paso para encontrar la propia identidad? ¿La doble negación debe llevar a una afirmación? ¿Qué es exactamente lo anti de lo anti?

 

Creo en la autocrítica, totalmente. Un escritor o una escritora tiene que aferrarse a su verdad a la hora de escribir. Y constantemente buscamos sentirnos representados. Por lo tanto, nadie tiene una certeza de su propia identidad al cien por cien. Y quien asegure que tiene una certeza, está completamente equivocado porque eso sería caer en la ignorancia egocéntrica de creer que eres dueño de la verdad absoluta cuando eso es mentira. No hay que mentirse a sí mismo. La doble negación es una afirmación. Matemáticamente hablando, es la multiplicación de dos negativos. Cuando dos múltiplos negativos se multiplican, generan un resultado positivo. Eso se aprende en aritmética. Me gusta la aritmética. Me gustan las matemáticas y la resolución de problemas, como también me gusta plantearme soluciones a problemas en mi entorno; al menos, a los que puedo identificar.

Y, además, «Anti anti» es un poema sobre mis amigos y amigas de la comunidad de Antifil, que fue un colectivo de compañeros y compañeras; incluyendo a las disidencias de género.

 

Solo por curiosidad, en este poema también mencionas a Arequipa, pero creo que se trata de la Av. Arequipa de Lima, ¿verdad? Sácame de la duda.

 

La avenida Arequipa en Lima es una avenida grande y trascendental en la memoria de las personas que nos gusta caminar mucho por ansiedad, por neurodivergencias diversas. Entonces tenía que ponerla, incluso está reflejada en varios poemas; tal vez no claramente, pero se inocula profundamente en mi memoria. Es inevitable escribir sobre lo que ocurre diariamente en la vida personal del escritor. Sobre todo, si viene de la pobreza o la precariedad. En mi caso yo he venido de un entorno violento-familiar y siempre he necesitado, a modo de terapia, caminar o correr; y como ejercicio físico también. Por eso está mencionado. Y aún ahora camino por allí; como antes, cuando era estudiante y no tenía dinero para pagar los pasajes, solía caminar mucho. Lo he hecho desde la infancia.

 

«LOS POETAS SE MUEREN» es un poema con cierta dosis de autocrítica en la tercera y última sección: «POE-FUTURO». Y, de hecho, me hace pensar: ¿cuál es el lugar de la poesía en nuestro presente? ¿Cuál te parece que es el papel del poeta en el mundo de hoy?

 

Siempre nos vamos a hacer esa pregunta, porque como dice Susy Shock, una artista argentina muy importante: «el lenguaje se va transformando en el tiempo». Las personas usamos el lenguaje, hemos creado el lenguaje, y hemos creado la ciencia también. Hemos hecho todo por sobrevivir en este planeta hermoso y hostil. Yo no puedo contestarte esa pregunta. Pero puedo dar mi opinión personal. Yo considero que la poesía siempre será lo que sea corrosivo a través de su lenguaje.

Escribamos poemas que sirvan. Existen poemas que hablan sobre la ecología y la extinción de la naturaleza. Eso también lo estamos haciendo los seres humanos. Fabriquemos un lenguaje que hable de nuestros contextos históricos. Tenemos miles de problemas, pero también tenemos un cerebro que nos ayuda a crear; nos ayuda a inventar, o al menos a proponer algo interesante y nuevo. Existe la poesía que pasa del lenguaje al video, tal como yo he intentado producir en Tik tok. Pienso que es una red social audiovisual que también nos ayuda a trascender ese lenguaje. La poesía del presente es la disidencia. La disidencia ante el sistema. Y para ser más atrevida, considero que la poesía del presente es el anti-cistema. El cistema es el que está dentro del espectro neurotípico. El ciudadano de a pie lo fabrica. El que fabrica la poesía es el obrero de la poesía. El que no tiene los privilegios del dinero, pero sí el privilegio del conocimiento. Y cada vez que investiga, puede lograr creaciones nuevas. Ese obrero de la poesía forma un talento. Nace con uno, luego produce. El poeta de hoy trabaja su poesía a la vez que trabaja por una remuneración digna o suficiente para no pasar hambre ni sed. Y en conclusión para no morir. Ese es el poeta de hoy.

 

Por supuesto, ese es el drama del escritor moderno. Desde que murieron los mecenas, la poesía está entre lo que sería un pasatiempo y un trabajo. Lo primero porque no vende como se espera en el mercado y lo segundo porque no es un ejercicio que se pueda tomar a la ligera. De ahí la idea del oficio simbólico. ¿Piensas que ser poeta es un oficio? ¿Una ocupación sin garantes de ganancia, pero relevante en su aporte al capital simbólico de la sociedad?

 

Es ser obrero, creo haberlo respondido ya. Por eso se le llama “obra” poética. El poeta en Latinoamérica no puede estar alejado de los obreros. Por más que sea un privilegiado que viva en la mejor zona del país. Si no ha salido nunca de su burbuja, ¿cómo va a conocer un tema? La teoría está en los libros, pero la práctica hace al maestro. Por eso somos obreras del arte algunas poetas; tenemos trabajos de obrera. Nos remuneran el sueldo mínimo o menos, y nos pagan con recibos por honorarios. Vivimos en una especie de anarquía. Existen las poetas que sí viven del arte, pero tienen que volverlo interdisciplinario y abarcar otras artes como el teatro o la música; en mi caso, el lenguaje audiovisual, porque es el que manejo y me gusta. También soy bailarina y hago teatro desde la infancia, son aprendizajes que quedan en la memoria. Aprender a trabajar de ambulante desde niña también está en la memoria; y escribir sobre eso es muy importante para conocer la realidad de una sociedad o de un grupo de personas que conviven en un espacio geográfico. No obstante, podría decirse que sí, ser poeta en Perú es un oficio, definitivamente. No porque queramos, sino porque así nos tiene el sistema.

 

En esta última sección también hay varios poemas que están marcados por la pandemia. Y si debo resumir esa experiencia, diría que fue un malestar entre precariedad, tedio e impotencia. Precisamente eso me transmiten poemas como «Hola, tengo 23 años y jamás bes黫Cuarentena 2020» y «Oda al coronavirus…». ¿Qué puedes contar de tu experiencia en ese acontecimiento tan duro para la humanidad? ¿Cómo llegaron estos poemas? ¿Vinieron rápido? ¿Tomaron su tiempo?

 

Vinieron relativamente rápido, gracias al aislamiento. Yo estaba viviendo sola en un departamento al lado de la casa de mis padres y ellos se contagiaron de covid en el primer semestre del 2020. Mi padre, lamentablemente, falleció después de mi cumpleaños en el 2020. Para mí fue un golpe muy duro. Estuve en una depresión muy fuerte, busqué la autodestrucción luego del fallecimiento de mi padre. Mi madre logró sobrevivir de milagro. Como ya sabemos, colapsó el sistema de salud en los hospitales en el 2020. Mi madre es del Valle del Mantaro, mi padre era de Chalhuanca, Apurímac. Me enseñaron mi cultura, mis raíces. Esos dos valles de donde vienen ellos me hizo más feliz la vida. A veces, ser completamente capitalina te vuelve capacitista. Te vuelve sordo ante la sociedad. A veces ciego también. Y yo empecé a escribir lo que sentía en esos momentos de encierro.

 

En una entrevista con Enrique Sánchez Hermani, mencionaste que encuentras tu filosofía del lenguaje al entrar en un modo neutral producido por unos fármacos recetados para el Transtorno de la Personalidad Limítrofe. ¿El poema «LICUADORA» alude a este modo neutral?

 

No solo a eso. Estoy diagnosticada con depresión severa. Y, hace poco, me enteré que soy una persona con asperger (autista) y que tengo una buena memoria selectiva.

 «Licuadora» habla de esos fármacos. Alguna vez me recetaron clonazepam; me creaba adicción y me producía lagunas mentales. Pero también de la depresión, que en pandemia fue en aumento por el estrés severo que se vivía en San Juan de Lurigancho, el distrito más lleno de personas de Lima y uno de los más grandes y llenos del Perú.

 

Lucía Carvalho observó en tu poesía una estética pop. ¿Definirías tu poesía de ese modo? ¿Es poesía pop?

 

Sí. Lucía tiene muy buen ojo para las vanguardias. Lógicamente, tengo influencias del pop. Estaba en el colegio en los dos miles, en Barrios Altos, Lima; nunca encajé con mis amistades del todo. Yo siempre he sido la diferente del grupo. Por eso me vinculé con la música y preferí imaginar que tenía amigos y que era una estrella pop, que era como varias compañeras del colegio; lo hacía en soledad. Todavía en esos tiempos vivía violencia dentro de mi familia. La música me salvó en todas las ocasiones. Hasta el día de hoy, la música es importante para mí, como persona y como artista; sobre todo, como escritora. Es una compañía saludable, me ayuda también en mi proceso creativo.

 

Es curioso, en las últimas décadas del siglo pasado el rock tuvo ciertas coincidencias y paralelos con el ímpetu de los poetas. Ahora tal vez se puede decir lo mismo del pop. ¿Tienes en mente a algunos otros exponentes de la poesía pop aquí en Perú o en otras partes del mundo?

 

La primera vez que vi a alguien hacer pop-poesía fue en el centro de Lima, vi al poeta Giancarlo Huapaya. Él mezcló poesía y música. Luego de eso no lo he visto otra vez. Veo las coincidencias musicales bastante claras en mucha poesía publicada y no publicada. Los poemas son canciones. En mi proceso creativo está la lectura en voz alta para poder construir mejor el texto. En otras partes del mundo…. Rocío Cerón en México ha trabajado mucho el sonido dentro de la poesía y la poesía sonora. Si la buscas en Google, encontrarás su página web con toda la información.

 

                      ¿Algunos poetas contemporáneos que recomiendes?

 

En Perú están: Lourdes Aparición, Gloria Alvitres, Dina Ananco, Ana Varela, Santiago Vera, Jorge Ccoyllurpuma y Tilsa Otta; quienes fabrican y escriben poesía histórica y sensible, muy interesante. Ellos también experimentan con otros sonidos de la poesía, otras narrativas dentro de la poesía y otros lenguajes también. Están exponiéndose ante el mundo mostrando una verdad colectiva, y eso cuenta claramente qué está ocurriendo en Perú.

 

 

 

 

16 de septiembre del 2024









[1] Fiorella Terrazas Espinoza a.k.a. Fioloba (Lima, Perú 1990). Es contadora y comunicadora. Es autora de Cam Girl y otros poemas (Dulzorada, 2021) Integró la Antifil. Integró Plástico. Revista Virtual de Literatura de México. Ha publicado fanzines desde el 2010. Hace videopoesía.

martes, 3 de septiembre de 2024

Seis poemas de «Continuidad de los alfiles» de Juan Zamudio

 

SEIS POEMAS DE
CONTINUIDAD DE LOS ALFILES[1]

 

 

Juan Zamudio[2]

 





 

 

Leve retorno

 

Después de haber descansado
vano cazador de imágenes
predecible enrumba
mochila al hombro
en busca de la belleza
o de su precariedad
con un ramo de imágenes
como flores en invierno

 

 

 

Campiña de Moche

 

Estar así
frente a la pantalla del computador
teclear rápido
algunas imágenes se alejan
o simplemente teclear
y echarle mano a las imágenes
que reposan
mansamente en la memoria

 

Enviarte palabras como postales

 

 

 

Alas de cera

 

Irremediablemente solo y desnudo
en crepuscular playa
aterido pelícano
gira tenues espaldas a la ciudad
donde inhóspitas muchachas
constelan quietudes
y geranios lilas en el pelo
como fraguas disipadoras
del oleoso frío en el corazón
No van a ninguna parte

 

Pelícano solo y desnudo
frente al mar

 

 

 

Extramuros

 

Cuando la luz te sorprenda
en la cama
articulando tensa melodía
que viaja hacia la derecha
y otra que viaja
hacia la izquierda
busca desesperadamente
la ventana
como gallo denso
que escapa de la tierra
derramándose en la pared
como proclama

 

«Dolor y ojos en la memoria»

 

 

 

Inmóvil brisa

 

Al poniente del corazón
llueve desasosegada luna
Dios habla mar
a recónditos peces
eslabones
a desorientados presentimientos
posteriores
a los fuertes borrones
en la memoria

 

 

 

Espacio en blanco

 

Dios en forma de un hueso rojo
me habla desde allá
donde el otro que no seré
eleva su cometa en la inmovilidad
de la infancia
Me habla desde allá
donde el otro que no seré
lanza una esfera líquida
hacia atrás
sobre el abecedario
lo más lejos posible de su piel

 

Lanza una esfera rupestre
también hacia atrás
pero ésta demora en dejar caer
su sombra
y va a saludar a papá
blandiendo una espada de aire
y clavándosela en el corazón

 

A Dios en forma de un hueso rojo
lo lanzo y vuelvo a encontrarlo
desde hace mucho

 

Intento lanzarlo
una y otra vez
por encima de esta duna

 

Es imposible

 

Quizás su polvo o el mío
sean materia de un mismo principio

 

Ahora entiendo lo que decía Dios
en forma de un hueso rojo

 

«Al recuerdo y a la duna
el viento demora en deshacerlos»

 

 

 

 



[1] Textos tomados del poemario Continuidad de los alfiles. Arequipa: Deshuesadero, 2023, pp. 11, 14, 20, 21, 33 y 39-40.

[2] Juan Zamudio. Nació en Arequipa en 1980. Ha obtenido el premio de los Juegos Florales (2005), en la categoría ensayo, organizado por la UNSA. Ha publicado la primera edición del poemario Continuidad de los alfiles (2009). Participa del proyecto cultural Deshuesadero y de la Asociación Cultural Accionarte.

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