lunes, 19 de agosto de 2024

Tres poemas de «Paraíso tropical andino» de Jorge Alejandro Ccoyllurpuma


TRES POEMAS DE
PARAÍSO TROPICAL ANDINO
[1]

 

 

Jorge Alejandro Ccoyllurpuma [2]

 





 

 

Amaru alado

Que pervivan

los toros

sobre el tejado.

Caracol, amigo de la lluvia

hacedor de vientos.

Eres jardinero

de las flores más tiernas.

Eres el guardián de las estrellas

que teje su huella detenida

con fibras de aurora boreal.

Eres la flecha

de un soldado del tiempo.

Chofer de un castillo de cristal

o un jinete

intergaláctico.

Eres el pez que nada

en el lodo denso

de mi pecho.

La insignia

del banquero niño,

del amante niño,

del colibrí niño,

del zurriago niño.

Eres el pegaso,

el unicornio,

el amaru alado

que nace

de las tardes de eclipse

o cuando rebota el balón.

 

 

 

El fantástico mar al revés (fragmento)

Estoy feliz.

Mis vértebras se entrechocan fosforeciendo

y producen destellos.

Mis vértebras son las teclas de un sintetizador

que a veces las flores se detienen

a oír.

Mis hombros se encienden como si contuvieran

el cristal líquido y brillante de las luciérnagas

de los peces abisales.

Se encienden mis costillas.

Y mis caderas marcan el ritmo con el que se

menean los astros.

Estoy tan feliz que toso y tosiendo se me escurre

un listón de papel como flema por la boca.

Lleva escrito:

«Los que desechan las flores son incapaces de ver».

Será por eso que se me han caído

los ojos al mar.

Y lo he descubierto todo, otra vez, sin ojos.

Me gusta arrancar dolorosamente las flores que

me crecen en el pecho y entregarlas.

En mi pecho crecen flores, campos inmensos de

flores.

De mi pecho crecen flores que arranco y que

alcanzan para todos los seres del mundo de abajo,

de aquí y de arriba.

En mi pecho crecen flores que arranco para los

que tienen mocos, para los que tienen muñones,

para los que tienen nieve o espuma.

¿No sería cruel negar las flores que crecen de mi

pecho?

 

Es verano en Lima,

pero el bus retorna.

Y la corona de sudor que me adornaba el cráneo

se vuelve un matorral pútrido de espinas.

Mis vértebras tiritan, se desgastan y se apagan.

Mis hombros tiritan, se desgastan y se apagan.

Mis costillas se esconden.

Se han apagado las estrellas.

Confundidos, los barcos navegan en el cielo

despliegan tristes sus velas sus turbinas sus rayos

láser.

Ojalá un pescador me hubiera dicho: «El principal

misterio se encuentra en el punto exacto donde el

Sol apenas toca el Mar en el horizonte».

Quisiera que ese mismo pescador me hubiera

dicho también: «La única manera de develar

ese glorioso misterio es bajar despacio el short

de un muchacho. Solo así —quisiera que continúe

el pescador— o llegando al horizonte en el

momento exacto en que el Sol apenas toca el Mar,

se descubre la lógica que se repite en el rotar de

las estrellas y en la vida de los seres diminutos».

Sin embargo, el pescador me ha dicho:

«Se me ha muerto mi familia».

Y se ha reído, borracho.

Quisiera escribir un poema ultramoderno, ultrajoven,

sobre un reloj de plástico verde limón, con

los pies repletos de arena.

Y recordar, cada vez que lea ese poema,

el dolor del hombre de la playa.

Un poema ultramoderno y saludable

que nos cure

cuando levante la voz de su conjuro.

(…)

 

 

 

Santiago de Chile

Eres un ramo absoluto de flores

donde las flores siguen la lógica de los pájaros.

Porque, Chile,

eres un rayo de Sol

una palabra que se susurra

un monumento de madera y sangre

y un joven llamado Marco

que es la representación de todo lo que se dispara

en el mundo

o el mito sobre el mito que ya no existe

o un buque de niebla que cubre las playas más

cuicas o pitucas de Viña del Mar.

Las nubes rajadas por la luz

me revelan que:

aquí se disparan con hondas los autos.

Aquí los policías golpean con su armadura

de robot.

Aquí todo se ha intercambiado por dinero:

desde las bases espaciales hasta el furor del agua y

los pupitres.

Sin embargo, mis ojos hambrientos me cuentan

otra historia:

Que hay cumbia.

Que hay guasos.

E inacabables edificios de cristal.

Créeme cuando te digo que eres un ramo

absoluto de flores

donde la floración sigue la lógica de los pájaros.

Pero óyeme también cuando te digo, Chile

que Marco debe buscar en los resquicios de su

cerebro, de sus átomos

porque se está aprendiendo, otra vez, a escuchar

el crepitar de la madera sobre el fuego, el andar de

las lombrices, los idiomas.

Y sin embargo a mí, que vengo del color y la estridencia,

tu joven Marco, Chile, me ha enseñado

a estar cómodo sobre este suelo que, al fin y al

cabo, compartimos.

He levitado sobre tu arena, Chile

se han desbandado mis ojos sobre tus grafitis

he reclamado las banderas que se hacen harapos

en tus astas

he roto tu ley y he tomado alcohol después de las

3 de la mañana y así

he hablado en quechua con un hombre rapa nui

que me ha respondido en Vānaŋa Rapa Nui.

No había reparado, entonces, en mi propia muerte,

que es también un poco la muerte del Sol, un

poco la muerte de las piedras de Machupicchu.

No había reparado, entonces, en mi corazón enloquecido

porque un guerrero mapuche le hablaba

a la Luna y la trataba como a su amante.

Porque mi corazón, que aún es niño, se sabe

volver cruel de tanto ruido

de tanto miedo

de tanto exceso.

Pero, pitaq nin llapanmi tukusqa nispa?, nuqa sunquyta

mast’anchaq hamuni[3].














[1] Textos tomados del poemario Paraíso tropical andino. Lima: Pesopluma, 2023, pp. 9-10, 25-27 y 61-63.

[2] Es un poeta, traductor, músico y empresario. Nacido en Cusco, estudió Literatura y Lingüística en la UNSA de Arequipa, donde fue parte del Grupo editorial Dragostea. Publicó poesía, cuentos, novelas y traducciones desde temprana edad. Actualmente, reside entre Perú y Sudáfrica, y su empresa, Chiri Uchu TXT, se dedica a la traducción literaria en los idiomas originarios del Sur del Mundo. Además, es músico experimental bajo el nombre de Ishishcha y fue parte de las bandas Chintatá, Killa Waynas del Perú y Willka Sonqo Taki.

[3] No todo está consumado, aún me queda corazón.

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