FUROR Y EROTISMO DESDE AYACUCHO
[Entrevista
a Marco Cárdenas[1]
sobre su libro Donde hablan los muertos]
Por Edward
Álvarez Yucra
En
una entrevista para el Diario Jornada,
el año anterior, mencionó que le había tomado alrededor de diez años escribir Donde hablan los muertos. ¿Cuáles fueron
las partes más difíciles de concretar en esta obra? ¿Qué capítulos tomaron más
tiempo? ¿Fue complicado adquirir toda la documentación necesaria? ¿O acaso lo
que demoró más fue la reescritura, corrección y edición del manuscrito?
Efectivamente, me tomó casi diez años
escribir esta novela. Debido a que más de la mitad de la historia está ambienta
a inicios del siglo XX, tuve que verme obligado a investigar sobre la
infraestructura colonial de las calles ayacuchanas, las características de sus
personajes y el pensamiento dominante de la época. Esta novela iba a contar con
unas ochocientas páginas, sin embargo, tuve que reducirla casi a la mitad por
temas de mercado y exigencias del editor. Y claro, como es ya el común
denominador en la literatura seria, la corrección del manuscrito toma mucho más
tiempo que la construcción total de la misma. A esto hay que sumarle que los
escritores no vivimos del arte, sino de cualquier otro oficio que va a contracorriente
de la intelectualidad.
Es
curioso que el protagonista de la novela tenga su apellido y que el apellido La
Torre también asuma un lugar relevante en la historia. Precisamente, quien
porta el segundo apellido es un pretendiente de alto estatus social que desposa
a una de las hermanas de Mario Cárdenas. Para usted, ¿qué significa cada
apellido? ¿Qué le viene a la mente al pensar en Cárdenas y La Torre?
En la primera página, aclaro que los
personajes principales y secundarios que figuran en la obra existieron tal cual
y con todos sus detalles. Mario Cárdenas, el protagonista principal de la
novela, fue mi padre. Para bien o para mal, mi progenitor fue un hombre que
guardaba, con mucho celo, la evolución generacional de la familia Cárdenas,
cuyo origen, en Ayacucho, se le debe a Francisco de Cárdenas Rojas, uno de los
conquistadores que llegó a esta parte de América con Francisco Pizarro y fue
nombrado, posteriormente, como Teniente Gobernador de la Frontera de Huamanga,
en 1537. Algunos apuntes y la enciclopédica memoria que tenía mi padre me
ayudaron a construir esta obra histórica. La familia La Torre es de origen
trujillano y tiene que ver con Haya de La Torre. La casualidad hizo que se
unieran los Cárdenas y los La Torre en Ayacucho, y de esa unión se gestara la
cúpula que encabezó la insurrección armada de los años ochenta. En la novela
están los detalles.
Una escena que me resultó bastante
llamativa fue una en la que Mario Cárdenas y Los Socios de la Alegría intentan
avergonzar a un docente del colegio en donde cursan la secundaria, pero resulta
que dicho profesor los termina sermoneando a la pura manera ilustrada. Apela a
la razón para desprestigiar a los bromistas, pero también a toda perspectiva
apoyada en la superstición, la ignorancia científica y demás. La óptica del
pedagogo arremete contra un pensamiento religioso occidental, pero ¿también
podríamos decir que arremete contra un pensamiento religioso andino o
autóctono?
Ese capítulo fue
real y me la contó mi padre. De este apartado se puede deducir el nivel de
ilustración que tenían los maestros de esa época. También de los alumnos, quienes,
en cuarto de secundaria, ya practicaban el debate filosófico, tenían un amplio
bagaje cultural y eran empedernidos lectores. El Perú de inicios del siglo XX se
suponía un país en camino al desarrollo. Tenía perspectivas prometedoras. Todo
eso empezó a diluirse en los años treinta. En adelante solo se suceden
gobiernos fallidos, remedos de democracia y dictaduras ineficaces. Todo esto
genera, más adelante, la insurrección armada. No hay resentimiento que nazca de
la nada. Los resentimientos se fermentan poco a poco, van subiendo de grado
durante años, pero siempre llegan a explotar.
En efecto, Aurelio Miró Quesada y
César Pacheco Vélez resaltaron que un problema gravitante del Perú ha sido la
integración del indio. ¿Lo que usted
quiere decir es que ese racionalismo ilustrado terminó siendo una promesa
incumplida en el desarrollo del Perú, cuyos desperfectos perjudicaron sobre
todo a la población nativa? Lo pregunto considerando que dicha ilustración se
muestra antagónica con la cultura y cosmovisión que viene heredada del pasado
prehispánico.
El racionalismo
no ha servido de nada en nuestra patria. Ha sido apenas una metáfora, un poema
idílico, un verso diluido en el tiempo. En el Perú, hasta antes de Velasco, los
indios eran tratado peor que un perro, tanto por los cholos, los mestizos y los
blancos. Eran considerados de casta despreciable y los latifundistas y
agricultores solo los usaban como peones de montañas gélidas y sirvientes de
enésima categoría. Velasco les dio algo de dignidad, pero no pasó de ahí. El
conflicto armado interno, sin intención, por cierto, los obligó a migrar hacia
las ciudades e integrarse, a fuerza de sobrevivencia, a las sociedades
citadinas que también estaban siendo afectadas por la violencia y la pobreza.
Perdieron completamente su identidad, literalmente se extinguieron. La
población nativa actual es, creo yo, una minucia desperdigada, aculturada y
ambivalente. Somos una sociedad sin un mínimo de identidad, igual que siempre,
un magma de violencia concentrada.
Otra figura que llama de inmediato mi
atención es la de Juan, originario de Chuschi, el mejor amigo del protagonista
y miembro de Los Socios de la Alegría. Es un ávido lector, un pensador sediento
de verdad, pero rotundamente limitado por su clase social y su descendencia
bastarda. ¿Él sintetiza el racionalismo que producirá el pensamiento
revolucionario, cuya perversión se dará décadas después por la influencia del
terrorismo?
Juan, uno de los
protagonistas más importantes de la novela, personifica a la mayoría de
peruanos. Puedo afirmar, casi con absoluta certeza, que el Perú es el país más
racista y clasista del mundo. Aquí, si tienes rostro indígena, apellido de
origen autóctono y encima eres pobre, la inteligencia no te sirve para nada y estás
destinado a la esclavitud. Esa es una insuperable tara que no nos permite
consolidarnos como nación. Si de veras existiera cierto racionalismo en nuestra
sociedad, ya hubiese ardido infinidad de veces la pradera.
¿Le parece que la literatura puede
ser semilla de transformación, de cambio o de revolución? ¿Cómo podría serlo
sin caer en el panfleto ni el proselitismo?
La literatura
siempre ha servido de elemento insurreccional del hombre a lo largo de la
historia. ¿Por qué son recordados Dostoievski, Gorki, Dumas, Víctor Hugo,
Rulfo, Poe, Ciro Alegría, Arguedas, entre tantos escritores universales? El
artista en general —obvio que hablo del verdadero—, solo puede considerarse
artista si defiende a la ética o revoluciona el arte en favor del pensamiento
del hombre. Como di a entender en algunas respuestas anteriores, los libros de
autoayuda o de autobiografías solo sirven para idiotizar más al hombre. Son métodos
inconscientes para deshumanizarnos hasta la inanición intelectual.
Noto que esta novela se mueve entre
el realismo, el costumbrismo y el erotismo. La denuncia social es constante,
los hábitos colectivos de Ayacucho en las primeras décadas del siglo XX están
presentes y las descripciones no pierden de vista la corporalidad íntima.
¿Quiénes han sido sus maestros en la concepción de este estilo narrativo? ¿Qué
autores han inspirado en usted esas expectativas?
Alguien que ha
influido en mi forma de escribir, a quien admiro mucho, es Sigmund Freud. Él
decodifica, con mayor acierto y racionalismo que los filósofos que lo
antecedieron, todos los males que aquejan al hombre. A mi parecer, el ser humano
es una bestia incontrolable y su bestialismo puede ser reprimido solo por medio
de la educación forzada. Considero, además, al realismo como la escuela
literaria que más me simpatiza. Mis paradigmas dentro de la corriente realista
son: Dickens, Dostoievski, Tolstoi, Chejov, entre otros. Pero también Rulfo,
Valle-Inclán, Maupassant y Vallejo. Para mí, Vallejo es el hombre más humanista
de todos los tiempos. Muchísimo más que Cristo.
Y también menciona obras que
conservan matices eróticos como Las mil y
una noches (Siglo IX), el Decamerón
(1353) y Memorias de una pulga (1933).
¿Diría que el erotismo le sirve especialmente como objeto de crítica social en
su novela? ¿Cómo conceptualiza esta escritura de la sexualidad?
A lo largo de la
historia, el sexo ha sido el factor esencial para motivar y mover los ejes de
la dinámica del hombre. He ahí el intento de represión casi total del sexo en
la Biblia (1455). El poder político,
religioso, empresarial, mediático y la fama, incluidos algunos poderes
pequeños, son motivados por el sexo. Y claro, la existencia en sí misma. El
hombre existe por el sexo y para el sexo.
Otra cosa que he notado es el lirismo
al que apela para ciertas descripciones y ciertas citas de poemas que sirven de
apoyo para resumir ideas o conceptos. ¿Qué tan actual considera esta forma de
escribir? Quiero decir, la narrativa se lee más que la poesía, es un hecho;
pero resulta interesante ver que la poesía se inmiscuye en la narrativa y el
lector se encuentra parcialmente con ella sin esperarlo.
Pienso que el
lirismo sirve para introducir al lector en las profundidades de la trama.
Aunque es obvio que la poesía ha caído casi en total desuso, todavía creo que
sigue manteniendo, por ahí, algún espacio para la abstracción. El día que la
abstracción se extinga, nos habremos también extinguido los hombres o, en su
defecto, retrocedido hasta el paleolítico. Y estamos muy cerca, por cierto.
Creo que el prosaísmo total es reflejo de la banalidad, de la falta de
creatividad, de la ausencia del arte. Lamentablemente, también en la literatura
ha influido el reguetón.
Entonces, ¿sin poesía, no hay
narrativa? ¿Sin poesía, la narrativa puede caer en ese prosaísmo total que
menciona? ¿Qué tan imperativo considera que es para un novelista o un cuentista
la lectura de poemas?
¿Qué es el arte?
Desde su más simple significado se entiende que el arte es la abstracción que
refleja, en sus diversas y profundas formas, el alma del hombre. La poesía,
creo yo, es lo único que nos hace superlativos y nos diferencia en algo de los
animales. En las otras facetas, los animales son largamente superiores a
nosotros. El escritor verdadero está obligado a leer poesía. ¿Acaso un ciego
puede ser un buen pintor?
Entre las alegorías que presenta la
historia, resalta también la del mujeriego y secuestrador del pueblo llamado Crisanto.
Esta suerte de Don Juan deja tantos hijos sembrados por los lares ayacuchanos
que provoca una batalla campal entre aquellas que terminaron siendo sus amantes
o resultaron congraciarse con su semilla. La descripción de la lucha entre
ellas traza cierta analogía con la descendencia heterogénea que derivó tras el
periodo colonial y las tensiones socioculturales que alentaron los altercados
violentos. ¿Le parece que el Perú está definido por legados de desprecio entre
sus diversos habitantes?
El personaje Crisanto
—versión ayacuchana de Don Juan Tenorio, del español José Zorrilla— sintetiza
las bondades de las que goza un hombre que tiene, tal como se le describe a
este truhan en la novela, «pico de oro, astucia de zorro y herramienta de burro».
Aquí apelo, como en muchos capítulos, al principio freudiano de la simplicidad,
la concupiscencia y el poder, que le sirven de motivaciones al hombre. Crisanto
es el fiel reflejo del español hipócrita y advenedizo, la herencia dominante a
la que nos hemos acostumbrado y nos caracteriza.
¿De tal palo tal astilla? ¿La
descendencia que este reflejo español lega en nuestra patria está condenada a
seguir sus pasos?
Una sociedad es
producto de lo que hicieron con ella. Los españoles —de aquellos tiempos, por
cierto— nos legaron el latrocinio, la hipocresía, la traición y otras taras de
las que no nos hemos podido liberar porque, para desgracia nuestra, desde la
República hasta hoy, solo nos han gobernado peruanos descendientes de españoles
o admiradores de España. No hemos tenido intelectuales ni líderes que hayan
luchado por la liberación mental de una sociedad sumida en el conformismo.
Pablo Macera, el que parecía un ilustre historiador, es una muestra reciente de
la traición.
Algo que ha enfatizado en otra de sus
entrevistas es que Donde hablan los
muertos no es una apología de la violencia, sino una reflexión sobre las
causas y razones de la vorágine mortuoria que ha sufrido nuestro país en las
últimas décadas del siglo XX. A su entender, ¿qué otras novelas han hecho esta
exploración de los orígenes de la violencia política en el Perú? ¿Destacaría a
algunas en especial?
Hay muchas obras
que se han publicado y se siguen publicando sobre el tema de la violencia
política en el Perú, tanto de los que novelan a partir de la ficción, así como
de los autores que formaron parte en el conflicto. Sin embargo, debo decir que,
en tantas obras publicadas sobre el tema hasta hoy, muy pocas alcanzan a
describir con realismo lo que significó la violencia interna en el Perú. La
mayoría de autores son tímidos o expresionistas, narran los hechos apelando a
la sutileza. Puede que peque de ignorante, pero creo que hay muy pocas obras
noveladas que tratan sobre los orígenes de la violencia política. Creo que mi
novela Donde hablan los muertos es la
única que tiene, hasta ahora, toda la información fehaciente y los motivos por
los que se fermentaron, durante décadas, el resentimiento y la violencia que
desencadenaron la insurrección armada.
El antropólogo mexicano Yerko Castro
Neira, en la introducción que hace a Memorias
de un soldado desconocido (2012), recalca que la violencia no solo surge en
los hechos extraordinarios, sino también en los cotidianos. La violencia guarda una complejidad que
oscila entre lo anecdótico y lo trascendental. Por tanto, pienso que estudiar
las causas de la violencia significa estudiar las medidas para alcanzar la paz,
tanto para prevenirla en los espacios domésticos como en los espacios públicos.
¿Le parece que esa es la intención de las novelas de violencia política?
La violencia es el
reflejo fiel del hombre, una muestra clara de que no hemos evolucionado nada,
de que cualquier especie animal, incluidas las arañas, viven en el mundo en
mayor armonía que nosotros. ¿Pero qué sería de las masas sin la violencia? ¿Tal
vez la esclavitud al estilo de África? La violencia a las masas solo les sirve
de cierta recuperación de dignidad cuando la represión de los que manejan el
poder se hacen demasiado crueles. Las masas nunca ganan. Si hay algo para lo
que han servido las redes es para enrostrarnos que la historia, esa que nos
vendieron como verdadera a lo largo de siglos, esa historia está plagada de
mentiras y no ha sido otra cosa que un instrumento del poder fáctico. Las
novelas de violencia política sirven para poner ante nuestros ojos la historia
al desnudo, con alma, con dolores, con memoria y enseñanza.
En la presentación que tuvo en Puno,
usted declaró que escribe para incomodar a la sociedad, para cuestionar y
fastidiar el orden establecido. ¿Se definiría como un escritor comprometido con
la sociedad? ¿Cuál le parece que es el rol del novelista en el Perú?
Pienso que el
verdadero artista no escribe para contentar a nadie. ¿A quiénes contentan Dickens,
Tolstoi, Maupassant, Balzac, Mann o Sartre? Para eso están los que escriben libros de
autoayuda, aquellos que piensan que su biografía sirve para algo, esos que loan
a esa metáfora famosa: «el hombre debe tener un hijo, plantar un árbol y
escribir un libro». Un artista que no provoca no es artista. Yo soy un escritor
comprometido, veo con horror lo que sucede en nuestro país. Si hacemos una
retrospección, solo descubriremos miseria y traiciones en nuestra enclenque
historia. No es falso eso de «el peruano es enemigo de otro peruano». Aquí nos
odiamos casi por genética.
Estoy de acuerdo con lo que menciona
sobre la autoayuda, en la medida en que la cuestión no es tener un hijo,
plantar un árbol y escribir un libro. Más bien, la cuestión es que el hijo
crezca sano, el árbol no muera pronto y el libro sea leído. El verdadero
compromiso se nota en ese nivel de diligencia. ¿Qué tan diligente ha sido como
escritor? ¿Tiene alguna rutina en especial para escribir? ¿Es poco metódico?
¿Cómo es que dota de seriedad este oficio?
Soy un ferviente
racionalista. Estoy convencido de que la vida es apenas una ilusión y vamos de
la nada hacia la nada. A partir de esta premisa, no deberíamos perder el tiempo
en utopías, reencarnaciones ni castigos de ultratumba. ¿De qué sirve ser
testigo de una vida miserable? ¿Para qué ser testigo mudo de la barbarie? La
literatura es una bomba de sabiduría que destruye la banalidad dominante en la
mente del hombre. Yo escribo con la rebeldía en el teclado, el furor en mis
dedos, el sarcasmo como espada y la vergüenza constante de ser humano.
¿Qué significa Ayacucho para usted?
¿Catalogaría su novela como una novela regional?
Viví en Huanta, provincia
de Ayacucho, la tierra donde nací, hasta la edad de catorce años. Luego emigré,
como la mayoría de muchachos provincianos, a Lima. Llevo a Ayacucho en mi
sangre, en mi alma, en mi rabia y en mi historia. Vivir en Ayacucho y conocer
su historia es, de alguna forma, introducirse en los niveles infernales del
Perú escindido casi hasta la inanición. Dijo mi editor Willy del Pozo cuando
leyó Donde hablan los muertos: «Esta
novela es el triste y fiel retrato de todas las regiones del Perú».
5 de junio del 2025
[1] Marco A.
Cárdenas Elguera (Huanta, Ayacucho, 1962). Escritor desde los 20 años,
corrector de estilo y difusor cultural. Estuvo en talleres literarios dirigidos
por Oswaldo Reynoso, José Antonio Bravo, Luis Vidal, Otilia Navarrete y
Cromwell Jara. Fue integrante de la Asociación Cultural Libro Abierto de Lima entre
1985 y el 91, ocupó el primer lugar en el concurso de cuento de la Vendimia de
Ica en 1992, y en 1996 fue elegido presidente de la Asociación Nacional de
Escritores y Artistas (ANEA) sede Ica. El año 2000 publicó su polémica novela El quinto evangelio (cuatro ediciones),
texto que alborotó a la iglesia y los espacios culturales conservadores. El
2007 sigue con sus éxitos literarios al publicar el libro de relatos Flor de retama (quinta edición). Muchos
de sus relatos integran antologías de Cuentos
infantiles, Cuentos eróticos, Cuentos de misterio y Cuentos de la guerra. El
2020, mientras radicaba en Italia, fundó la Asociación Cultural Peruanos en Roma.
Luego de su retorno al Perú, el 2022, se sumergió de lleno en la lucha por la
democracia, los derechos humanos y el dictado de talleres de literatura. Es conocido
en las redes sociales como un despiadado defensor de la buena escritura, la
ética y la ilustración. El 2023 fue Mención honrosa en el concurso de cuentos
José Watanabe, primer finalista en el Huauco de oro, y semifinalista en el
Concurso de literatura infantil Editorial Altazor. Publicó el 2023, con el
sello Altazor, la tierna y humanista novela infantil Chirote, el sembrador de ilusiones. En noviembre del 2024, publicó
su última novela de corte histórico Donde
hablan los muertos. Tiene por publicar una novela existencialista y un
libro de relatos.