miércoles, 25 de junio de 2025

«El Pachakuti de Guamán Poma». Un cuento de Cástor Saldaña Sousa

 

El PACHAKUTI DE GUAMÁN POMA[1]

 

 

Cástor Saldaña Sousa[2]

 

 

 

 

Pachacútec (coloreado) por
Guamán Poma de Ayala, siglo XVII[3]

 

 

Eran las dos de la madrugada del 28 de diciembre de 1666 cuando un susurro me despertó en el sueño. Me veía impulsado, con cierta inquietud familiar, a mirar el tablón de calificaciones del Centro de Arte Virreinal (CAV). La última nota por saber era la del Prácticum, del profesor Calvario. Todos los demás cursos estaban aprobados, y el 23 de diciembre había sustentado la tesis de “Ars Regia” con éxito. Con el Prácticum confirmaba la culminación de la carrera de pintor en la Villa de San Juan de la Frontera de Guamanga, Perú. Cinco años de ansiada espera para recibir el título de licenciado en Pintura Virreinal. Sin embargo, una sombra me acechaba cuando pensaba en Calvario. Esperé intranquilo a que saliera el sol por la cordillera de los Andes, al lado opuesto del Apu Rasuwillka, principal Apu al norte de la región de Guamanga. Desde la terraza de mi torre abracé a Rasuwillka, con mi mirada pidiéndole su protección como elemental de la Cosmovisión Andina. Me alisté rápidamente y caminé a paso ligero hacia el CAV, impulsado por el susurro que me venía acompañando en los últimos cinco años. Al llegar al tablón de anuncios antes de que llegara Dignatario y los profesores, una sensación insólita paralizó mi cuerpo, con la presencia del susurro en mi interior en una octava superior. Pensé que era la parte femenina de ese lugar, el elemental de la Santa Tierra de Guamanga. Mi mente se quedó en estado vegetal cuando vi que Calvario me había suspendido el Prácticum con un diez. Me quedé paralizado, gélido de hondura. En un instante, vi la cordillera de los Andes ante mí como un muro infranqueable, aunque con una sensación etérea de que algo me estaba guiando.

El Prácticum, de acuerdo con el reglamento del CAV, no era subsanable si suspendías, por lo que tendrías que realizarlo de nuevo al año siguiente. Esto implicaría una contradicción temporal con la sustentación de la tesis una semana antes. Algo había sucedido que se sentían sombras alrededor de mí en el patio del CAV. El reglamento era ambiguo. No indicaba explícitamente que se podía sustentar la tesis sin saber antes si todos los cursos estaban aprobados. Había desafiado el tiempo, haciendo el futuro antes que el pasado. Esperé a que llegara Dignatario, el director del CAV, para comunicarle el suceso. Ese día era el día de la graduación. Cuando me vio, Jesús me dice:

—No te vayas, que te van a dar tu premio.

Me quedé tan pensativo, que miraba a mis compañeros por si se había equivocado de persona. Estaba en la escalera esperando a Dignatario cuando, de repente, veo que Adrián, el encargado de hacer el recuento de puntajes de la promoción, se acerca hacia mí con una libreta en la mano:

—Waman´Kass, mira, tú has quedado en segundo puesto con quinientos cincuenta y dos puntos. Calvario te ha fastidiado, te había puesto un quince de nota y te ha bajado a un diez. El registro de notas fue hasta el 26 de diciembre a medianoche. Se hizo el recuento de todos y tú habías quedado en segundo puesto. El 27 al anochecer se volvió a abrir el tablón de anuncios de notas y ¡pluff! Tu promedio cambió, saliendo desaprobado. Hemos tenido que dar el segundo puesto a otro alumno.

Llegó Dignatario y me acerqué a la oficina. Al comunicarle la situación de extrañeza por lo sucedido, me contesta:

—Habla con él y que te cambie la nota, si tú tienes todas las evidencias —dijo con las manos en los bolsillos y un gesto facial de sonrisa ladeada, reflejando la comodidad del cargo estatal con un tono de soberbia encubierta.

Desde ese momento, sentí que su forma de actuar como autoridad no era correcta conmigo siendo alumno regular. Le delegaba la autoridad del Prácticum al docente sin pedirle justificación por su actuación conmigo.

Hablé con Tiziano, mi asesor, y me sugirió que presentara una solicitud por mesa de partes solicitando los instrumentos de evaluación sobre el Prácticum, no estando de acuerdo con la calificación colocada, ya que nunca me había comunicado las notas por unidades parciales a lo largo del semestre. Calvario solo recogía los informes semanales que le entregaba supervisados por el profesor Amerindio. Calvario nunca me decía nada. Su mirada y su gesto eran evasivos cuando me acercaba.

Amerindio me plantea:

—Habla con él y que te reconsidere, si le has entregado todos los informes.

Quise hablar con él en medio del patio, a la vista de todos, en pleno momento de iniciar la ceremonia de graduación. Su mirada y su pensamiento eran rígidos cuando le hablaba, perdido en el horizonte, su neurosis se filtraba por la fijación de sus ojos. Mis palabras se endurecían retándole profesionalmente a la vista de los demás por no darme justificación del suspenso arbitrario. Todos miraban sin mirar nuestra interacción. Solo podían leer a cierta distancia como sordomudos el intercambio de palabras y de neurosis enquistada. Más tarde, volví al despacho de Dignatario para comentarle su rígida respuesta. Dignatario me responde:

—Presenta una nueva solicitud indicando los artículos de la Ley General de Educación y la Ley Universitaria, busca en qué artículos está incumpliendo con sus funciones como docente.

Mi mente empezó a hablar sola: “Dignatario es cobarde, no es capaz de afrontarlo. En vez de solucionar el caso en primera persona como autoridad institucional, queda oculto con su cargo en un segundo plano y me manda a hacerlo a mí sin su nombre”.

Me comuniqué con Tiziano, y de nuevo me asesora:

—Ves a la defensoría del Ayllu para dar conocimiento del caso y que intervengan.

Así lo hice, que caminé apresurado con el calor que hacía hacia la defensoría del Ayllu, al otro lado de la Plaza de Armas. En el trayecto, tuve la tentación de acudir al chaman andino llamado Pongo, Marcos, para consultar mi caso a los Apus y a la Santa Tierra en una mesada. Cuando llegué, había un guardia en la puerta. Pregunté y me contestó que habían salido por una llamada, a visitar una institución y atender un caso. Me dijo:

—Vuelve en una hora.

Como hacía mucho calor, me fui a casa a dejar la chaqueta y a tomar agua, para luego volver. Llegando a casa, me encontré con Serapio, el abogado, en la puerta de su domicilio, cerca de donde yo vivo. Nos saludamos como siempre alegremente y le comenté el caso. Rápido en su especialidad jurídica con amplios conocimientos educativos, vio que tenía la verdad de la situación, pero que no fuera a la defensoría del Ayllu porque perdería el tiempo. Volví al CAV y ya Calvario había preparado un escrito en respuesta a mi solicitud. Dignatario me lo entrega y me propone:

—Corre, ves a de tu abogado y entrégale, para hacer un descargo.

Volví rápidamente a de Serapio y me abrió la puerta. Me sorprendí porque parecía que sabía que iba a volver por cómo le había contado el suceso. Me dijo instantáneamente:

—Pasa, vamos, no hay de otra.

Lo primero que me pidió fue el reglamento del Prácticum para analizarlo en base a los documentos que había presentado Calvario y yo por mesa de partes, junto con los informes semanales que había entregado. Entre diálogos y análisis, entre vinos y tabaco, intensamente desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche, elaboramos una carilla y tres renglones más, haciendo el descargo a Calvario, en mi nombre, Waman´Kass, como afectado, aunque colocando al final su sello y firma de abogado para darle seriedad al asunto. Al día siguiente lo entregué por mesa de partes a primera hora de la mañana. Se exigió a Dignatario y a la institución que ellos tenían que solucionarlo, argumentado bajo un análisis de la lógica causal de los documentos. Dignatario le entregó a Calvario mi descargo con la firma del abogado y Calvario volvió a presentar otro informe que me derivó Dignatario para que le llevara nuevamente a Serapio. Serapio se llevó las manos a la cabeza expresando:

—Ya no tendrías por qué tener este informe de Calvario, ellos tienen que resolver. Están actuando como una argolla interna, entre ellos se responden, es un derecho consuetudinario, que funciona por la fuerza de la costumbre; ellos hacen y deshacen, es como un juego de niños, al margen de la ley establecida en el Virreinato y de instancias superiores al CAV.

El 2 de enero de 1667, fuimos a ver a Dignatario con el abogado, ya que había dicho que fuéramos dentro de una semana por cuestiones de plazos jurídicos. Nos presentamos ante su oficina cuando no había nadie. Serapio comunicó la situación del caso y Dignatario comenta:

—Ahora no podemos hacer nada, los docentes han salido de vacaciones y no todos son nombrados. Tenemos que esperar a marzo a que vuelvan a contratar a los docentes. Lo que vas a hacer es entregar una carpeta del Prácticum, de todo lo que has hecho. La presentas en la primera semana de marzo. La evaluará Amerindio, el mismo que te supervisó.

Y nuevamente sentí el murmullo que me acechaba, esta vez desde el exterior, que parecía que hablaba por la boca de Dignatario. Dignatario expresa:

—Ahora que estamos aquí entre nosotros en confianza, lo que le había dolido a Calvario es que tú le hayas dicho que era un Bachiller. Nosotros a veces sentimos un poco de envidia por las habilidades que tienes de hacer las cosas que haces, dibujar, pintar, escribir, muchos se sienten inferiores. Calvario piensa que eres una competencia para postular en el curso de psicología del arte indígena. Por eso, voy a quitar la asignatura del concurso. Tú, con tus capacidades, puedes irte a otro lugar a postular, a Ica, Arequipa, Cusco.

Mi extrañeza creció, había creencias erróneas, unidas a una imaginación pulsional y territorial por parte de Calvario y Dignatario, y Dios sabe quién más. Así quedamos en el encuentro, no se escribió nada, aunque Serapio fue testigo de sus palabras. Al retirarnos conversábamos Serapio y yo sobre su discurso y posición. Yo hacía todo tipo de interpretaciones y estaba tan enojado sobre su forma de hablar que Serapio tajantemente me detiene:

—Tu objetivo es que te aprueben el Prácticum para obtener tu título y nada más. Déjalos, que se peleen entre ellos. Soy testigo de lo que ha dicho. Prepara bien esa carpeta para marzo, ponlo todo claro pensando que son niños, de nivel inicial; que no haya duda de nada, que la califiquen y que siga tu proceso para obtener el título y sigues tu camino al otro lado del Atlántico.

Al llegar marzo de 1667, presenté la carpeta del Prácticum por mesa de partes como se había acordado verbalmente. La derivaron a Amerindio cuando volvió a ganar el concurso para evaluarla. Amerindio me puso un diecisiete. Sentí que unas cadenas caían de mi mente liberándome del yugo de Calvario y viéndome como pintor al otro lado del Atlántico. Todo se solucionó y siguió el proceso de titulación. Calvario también se presentó al concurso porque no fue sancionado por Dignatario y volvió a ganar con la ayuda de sus amigos del jurado evaluador. Le volvieron a dar los mismos cursos que el año anterior, sin sancionar su falta. Cuando Calvario se enteró de que me habían aprobado el Prácticum, se puso en marcha la fuerza de la costumbre y comenzó a quejarse mediante el comité de fiscalización. Hubo un intento de que anularan mi Prácticum para no recibir el título de licenciado en Arte Virreinal. Se activó la pelea infantil consuetudinaria, esta vez entre ellos, dentro de su propio circo. Le acusó de favoritismo hacia mi persona. Se apoyo en Narciso, encargado de la comisión de fiscalización. Narciso es el otro bando del CAV, enemigo de Dignatario, aunque institucionalmente se necesitan como amantes laborales para seguir en el cargo. Estuvieron enviándose informes sobre mi caso aun estando resuelto. Alegaban que no podía haber sustentado la tesis con un curso suspendido, el cual tampoco era subsanable de acuerdo con el reglamento. Sin embargo, el docente había cometido varias imprudencias desde el inicio sin sancionarle, nunca comunicó mis calificaciones y se dieron cuenta al final que me sacó de la nómina como alumno, cuando a la vez me puso una nota suspensa, habiendo recibido todos mis informes semanales en su mano por mi parte. Una contradicción total. El comité de fiscalización trataba de retomar mi caso. Querían aprovecharme para atacar a Dignatario acusándole de cometer un proceso irregular en sus funciones como director. El otro bando quería tomar el CAV como autoridades y traer a los suyos de la capital, Lima. Ahí estaban Narciso, Penélope, Venancio, Calvario, Narcisa, Anastasio. Hubo varios intentos de anular mi título y no lo consiguieron.

Volví a sentir cierta inquietud y angustia en ese tránsito. Esta vez elevada, se sumaban los estados anteriores. Empecé a vislumbrar el fracaso de cinco años de espera para seguir mi camino de pintor hacia el otro lado del Atlántico. No sabía si todo podía dar marcha atrás. Sentía que habría perdido el tiempo si me anularan el título y volver a hacer el Prácticum un año más. Parecía que se tejía un callejón sin salida para que me quedara o para que me fuera vacío. Llegué a tal estado de ansiedad, que mi mente se volvía caótica en los pensamientos e imágenes. Sin embargo, la sensación etérea me acompañaba y sentía que vivía en dos mundos a la vez: el plano terrestre, con todas sus luchas diarias y tensiones; y el plano celeste, donde los Apus y la Santa Tierra me acompañaban sintiéndome liviano. Dos tejidos se entrelazaban de manera simultánea, la oposición de Calvario a que me graduara para irme como licenciado y las sensaciones de los Apus y la Santa Tierra como guías andinos. Si ya no convenía ir a la defensoría del Ayllu y con Serapio podría continuar el proceso legal hacia otras instancias, dije:

—¿Por qué no acudo a una mesada con el Pongo Marcos y consulto al Apu Potosí y a la Santa Tierra de Guamanga como elementales? Ellos son los seres andinos protectores de las comunidades, enclavadas en las entrañas de la naturaleza andina, desde los valles hasta los nevados como Rasuwillka.

Me dispuse a caminar hacia el lugar donde el Pongo Marcos atendía abriendo mesadas detrás del cerro Acuchimay, un volcán inactivo. Marcos se alegró de verme cuando llegué y me dice:

—Waman´Kass ¿cuánto tiempo que no nos vemos? ¿Cómo estás?

Le respondo:

—Hace diez años por lo menos, qué tiempos aquellos. Estoy bien, pero necesito conversar con Papá sobre algo que me está pasando.

—Muy bien, ahora mismo entramos —responde Marcos.

Entramos al cuarto, en el cual solo había una mesa con elementos rituales andinos y católicos; una silla donde se sentaba el Pongo para hacer el llamado en oscuridad, con unos silbidos largos y entrecortados, que parecía que atravesaban la cordillera de los Andes. Yo estaba sentado en unos bancos al lado de la pared. A los segundos de hacer el llamado con oraciones y silbidos, se escucha un aleteo fuerte y unas voces, en la opacidad del cuarto, posando sobre la mesa: ¡pluff!, ¡pluff! Pampahuaylla Abancay. ¡Pluff!, pluff! Ausangate. ¡Pluff!, pluff! Potosí Bolivia. ¡Pluff!, pluff! Santa Tierra de Guamanga, Santa Inocencia Ayacucho.

El Apu Potosí, como director de la mesada, se dirige a Marcos:

—Buenos días, hijo —saludó Potosí.

—Buenos días, Papá —contestó Marcos.

—¿Cómo estás?

—Bien, Papá, aquí tenemos una mesa privada, Waman´Kass ha venido a visitaros. Quiere conversar con vosotros.

—Buenos días, hijo, Waman´Kass, ¿cómo estás? ¿Cuánto tiempo?

—Buenos días, Papá, bien, aquí visitando. Quería saludaros y conversar sobre una situación que estoy pasando —contesté.

—Ya sabemos, hijo, no es por gusto que has venido aquí. Te hemos estado cuidando todos estos años. Guamán Poma de Ayala pasó a la Vía Seca y te eligió a ti para continuar su legado.

De repente, se siente un aleteo de mayor sonido entrando en el cuarto a la altura de la mesa:

—¡Pluff!, pluff! Guamán Poma de Ayala —dice la voz. Y la Santa Tierra de Guamanga, Santa Inocencia Ayacucho continuó:

—Hijito, tuve que hacer que te enamoraras de Érika para que despertaras la pasión de estudiar arte. Al decirte ella que fue alumna del CAV y que desertó, tu pasión despertó el impulso de estudiar arte para enamorarla. Al poco tiempo la pasión romántica entre vosotros se fue y tú quedaste solo en el CAV como alumno regular en primer año. Mucho has debatido si seguir o no seguir, muchas peripecias te han pasado, no todo ha sido contado. Ahora, tienes que seguir solo. Estamos contigo en todo momento —comentó la Santa Tierra de Guamanga, Santa Inocencia Ayacucho.

—Hola Waman´Kass, ¿cómo estás? Te habla Guamán Poma de Ayala. En mi tiempo de vida terrenal, denuncié todas las injusticias que veía a mi alrededor y seguí el camino del “Ars Regia”. Ahora me he convertido en Apu y ayudo a mi tierra desde este lugar. Tú, Waman´Kass, has sido orientado para que denuncies las injusticias que ves en tu entorno y ser ejemplo con tu ética noológica. Hemos creado las situaciones para alterar todo. Pintarás Grandes Obras y escribirás Nuevas Crónicas en la era del Espíritu. Serás una bisagra entre la decadencia de valores del mundo que vives y un nuevo periodo a comenzar. Mientras tú los enfrentas en ayunas, ellos necesitan comer para caminar; mientras ellos necesitan dormir para reparar su desgaste, tú aprovechas el sueño para combatir. Aunque hablen en mi nombre, sus palabras son como un huevo sin galladura, huérfanas de esencia. Sus palabras no contienen La Palabra. ¡Anda! Viaja entre los dos mundos, aquí y al otro lado del Atlántico.

Waman´Kass lo entendió todo y se marchó silencioso, pletórico de hondura:

 

 

Escuché la llamada y dijeron:

¡declaro la guerra y no la paz!

¿Acaso sueña el capullo?

¿Sueña la rama cortada?

¿O despierta el capullo a la alborada y recibe el aroma de los cielos?

Y la zanahoria llega a su fin.

La zanahoria que sigue el burro entre nieblas y neblinas, entre aguas y formas,

entre ruedas y vueltas. Samsara, ¿esclavitud?

Waman´Kass (Huamanga, 9 de diciembre, 2024, Bicentenario)

 










[1] Publicado anteriormente en Periódico Digital UNAHALDIA (19 de marzo, 2025): https://www.aldia.unah.edu.pe/el-pachakuti-de-guaman-poma/

[2] Cástor Saldaña Sousa (Olivenza, España, 1979). Es docente e investigador en la Escuela de Educación Superior “CUNA DE LA LIBERTAD AMERICANA”-Ayacucho, Perú. Doctor en Antropología Aplicada: Salud y Desarrollo Comunitario por la Universidad de Salamanca, España, Cum Laude Mención Internacional con Premio Extraordinario de Doctorado. Posgrado en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca. Bachiller y Licenciado en Artes Plásticas, mención Pintura por la Escuela Superior de Formación Artística Pública “Felipe Huamán Poma de Ayala”-Ayacucho, Perú. Ha realizado trabajos de campo en la medicina tradicional andina, publicado Los Apus: Configuración etnomédica en el Perú actual (2017); trabajos de campo en comunidades nativas de la selva peruana con los grupos Ashaninkas, Matsiguengas y Shipibos. Escritor en el periódico digital UNAHALDÍA-Huanta.

[3] Imagen tomada de: https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Incapachacuti.jpg 

miércoles, 11 de junio de 2025

Marco Cárdenas. Furor y erotismo desde Ayacucho

 

FUROR Y EROTISMO DESDE AYACUCHO

 

[Entrevista a Marco Cárdenas[1]
sobre su libro Donde hablan los muertos]

 

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 




 

En una entrevista para el Diario Jornada, el año anterior, mencionó que le había tomado alrededor de diez años escribir Donde hablan los muertos. ¿Cuáles fueron las partes más difíciles de concretar en esta obra? ¿Qué capítulos tomaron más tiempo? ¿Fue complicado adquirir toda la documentación necesaria? ¿O acaso lo que demoró más fue la reescritura, corrección y edición del manuscrito?

 

Efectivamente, me tomó casi diez años escribir esta novela. Debido a que más de la mitad de la historia está ambienta a inicios del siglo XX, tuve que verme obligado a investigar sobre la infraestructura colonial de las calles ayacuchanas, las características de sus personajes y el pensamiento dominante de la época. Esta novela iba a contar con unas ochocientas páginas, sin embargo, tuve que reducirla casi a la mitad por temas de mercado y exigencias del editor. Y claro, como es ya el común denominador en la literatura seria, la corrección del manuscrito toma mucho más tiempo que la construcción total de la misma. A esto hay que sumarle que los escritores no vivimos del arte, sino de cualquier otro oficio que va a contracorriente de la intelectualidad.   

 

Es curioso que el protagonista de la novela tenga su apellido y que el apellido La Torre también asuma un lugar relevante en la historia. Precisamente, quien porta el segundo apellido es un pretendiente de alto estatus social que desposa a una de las hermanas de Mario Cárdenas. Para usted, ¿qué significa cada apellido? ¿Qué le viene a la mente al pensar en Cárdenas y La Torre?

 

En la primera página, aclaro que los personajes principales y secundarios que figuran en la obra existieron tal cual y con todos sus detalles. Mario Cárdenas, el protagonista principal de la novela, fue mi padre. Para bien o para mal, mi progenitor fue un hombre que guardaba, con mucho celo, la evolución generacional de la familia Cárdenas, cuyo origen, en Ayacucho, se le debe a Francisco de Cárdenas Rojas, uno de los conquistadores que llegó a esta parte de América con Francisco Pizarro y fue nombrado, posteriormente, como Teniente Gobernador de la Frontera de Huamanga, en 1537. Algunos apuntes y la enciclopédica memoria que tenía mi padre me ayudaron a construir esta obra histórica. La familia La Torre es de origen trujillano y tiene que ver con Haya de La Torre. La casualidad hizo que se unieran los Cárdenas y los La Torre en Ayacucho, y de esa unión se gestara la cúpula que encabezó la insurrección armada de los años ochenta. En la novela están los detalles.

 

Una escena que me resultó bastante llamativa fue una en la que Mario Cárdenas y Los Socios de la Alegría intentan avergonzar a un docente del colegio en donde cursan la secundaria, pero resulta que dicho profesor los termina sermoneando a la pura manera ilustrada. Apela a la razón para desprestigiar a los bromistas, pero también a toda perspectiva apoyada en la superstición, la ignorancia científica y demás. La óptica del pedagogo arremete contra un pensamiento religioso occidental, pero ¿también podríamos decir que arremete contra un pensamiento religioso andino o autóctono?

 

Ese capítulo fue real y me la contó mi padre. De este apartado se puede deducir el nivel de ilustración que tenían los maestros de esa época. También de los alumnos, quienes, en cuarto de secundaria, ya practicaban el debate filosófico, tenían un amplio bagaje cultural y eran empedernidos lectores. El Perú de inicios del siglo XX se suponía un país en camino al desarrollo. Tenía perspectivas prometedoras. Todo eso empezó a diluirse en los años treinta. En adelante solo se suceden gobiernos fallidos, remedos de democracia y dictaduras ineficaces. Todo esto genera, más adelante, la insurrección armada. No hay resentimiento que nazca de la nada. Los resentimientos se fermentan poco a poco, van subiendo de grado durante años, pero siempre llegan a explotar.

 

En efecto, Aurelio Miró Quesada y César Pacheco Vélez resaltaron que un problema gravitante del Perú ha sido la integración del indio.  ¿Lo que usted quiere decir es que ese racionalismo ilustrado terminó siendo una promesa incumplida en el desarrollo del Perú, cuyos desperfectos perjudicaron sobre todo a la población nativa? Lo pregunto considerando que dicha ilustración se muestra antagónica con la cultura y cosmovisión que viene heredada del pasado prehispánico.

 

El racionalismo no ha servido de nada en nuestra patria. Ha sido apenas una metáfora, un poema idílico, un verso diluido en el tiempo. En el Perú, hasta antes de Velasco, los indios eran tratado peor que un perro, tanto por los cholos, los mestizos y los blancos. Eran considerados de casta despreciable y los latifundistas y agricultores solo los usaban como peones de montañas gélidas y sirvientes de enésima categoría. Velasco les dio algo de dignidad, pero no pasó de ahí. El conflicto armado interno, sin intención, por cierto, los obligó a migrar hacia las ciudades e integrarse, a fuerza de sobrevivencia, a las sociedades citadinas que también estaban siendo afectadas por la violencia y la pobreza. Perdieron completamente su identidad, literalmente se extinguieron. La población nativa actual es, creo yo, una minucia desperdigada, aculturada y ambivalente. Somos una sociedad sin un mínimo de identidad, igual que siempre, un magma de violencia concentrada.

 

Otra figura que llama de inmediato mi atención es la de Juan, originario de Chuschi, el mejor amigo del protagonista y miembro de Los Socios de la Alegría. Es un ávido lector, un pensador sediento de verdad, pero rotundamente limitado por su clase social y su descendencia bastarda. ¿Él sintetiza el racionalismo que producirá el pensamiento revolucionario, cuya perversión se dará décadas después por la influencia del terrorismo?

 

Juan, uno de los protagonistas más importantes de la novela, personifica a la mayoría de peruanos. Puedo afirmar, casi con absoluta certeza, que el Perú es el país más racista y clasista del mundo. Aquí, si tienes rostro indígena, apellido de origen autóctono y encima eres pobre, la inteligencia no te sirve para nada y estás destinado a la esclavitud. Esa es una insuperable tara que no nos permite consolidarnos como nación. Si de veras existiera cierto racionalismo en nuestra sociedad, ya hubiese ardido infinidad de veces la pradera.   

 

¿Le parece que la literatura puede ser semilla de transformación, de cambio o de revolución? ¿Cómo podría serlo sin caer en el panfleto ni el proselitismo?

 

La literatura siempre ha servido de elemento insurreccional del hombre a lo largo de la historia. ¿Por qué son recordados Dostoievski, Gorki, Dumas, Víctor Hugo, Rulfo, Poe, Ciro Alegría, Arguedas, entre tantos escritores universales? El artista en general —obvio que hablo del verdadero—, solo puede considerarse artista si defiende a la ética o revoluciona el arte en favor del pensamiento del hombre. Como di a entender en algunas respuestas anteriores, los libros de autoayuda o de autobiografías solo sirven para idiotizar más al hombre. Son métodos inconscientes para deshumanizarnos hasta la inanición intelectual.   

 

 

Noto que esta novela se mueve entre el realismo, el costumbrismo y el erotismo. La denuncia social es constante, los hábitos colectivos de Ayacucho en las primeras décadas del siglo XX están presentes y las descripciones no pierden de vista la corporalidad íntima. ¿Quiénes han sido sus maestros en la concepción de este estilo narrativo? ¿Qué autores han inspirado en usted esas expectativas?

 

Alguien que ha influido en mi forma de escribir, a quien admiro mucho, es Sigmund Freud. Él decodifica, con mayor acierto y racionalismo que los filósofos que lo antecedieron, todos los males que aquejan al hombre. A mi parecer, el ser humano es una bestia incontrolable y su bestialismo puede ser reprimido solo por medio de la educación forzada. Considero, además, al realismo como la escuela literaria que más me simpatiza. Mis paradigmas dentro de la corriente realista son: Dickens, Dostoievski, Tolstoi, Chejov, entre otros. Pero también Rulfo, Valle-Inclán, Maupassant y Vallejo. Para mí, Vallejo es el hombre más humanista de todos los tiempos. Muchísimo más que Cristo.  

 

Y también menciona obras que conservan matices eróticos como Las mil y una noches (Siglo IX), el Decamerón (1353) y Memorias de una pulga (1933). ¿Diría que el erotismo le sirve especialmente como objeto de crítica social en su novela? ¿Cómo conceptualiza esta escritura de la sexualidad?

 

A lo largo de la historia, el sexo ha sido el factor esencial para motivar y mover los ejes de la dinámica del hombre. He ahí el intento de represión casi total del sexo en la Biblia (1455). El poder político, religioso, empresarial, mediático y la fama, incluidos algunos poderes pequeños, son motivados por el sexo. Y claro, la existencia en sí misma. El hombre existe por el sexo y para el sexo.

 

Otra cosa que he notado es el lirismo al que apela para ciertas descripciones y ciertas citas de poemas que sirven de apoyo para resumir ideas o conceptos. ¿Qué tan actual considera esta forma de escribir? Quiero decir, la narrativa se lee más que la poesía, es un hecho; pero resulta interesante ver que la poesía se inmiscuye en la narrativa y el lector se encuentra parcialmente con ella sin esperarlo.

 

Pienso que el lirismo sirve para introducir al lector en las profundidades de la trama. Aunque es obvio que la poesía ha caído casi en total desuso, todavía creo que sigue manteniendo, por ahí, algún espacio para la abstracción. El día que la abstracción se extinga, nos habremos también extinguido los hombres o, en su defecto, retrocedido hasta el paleolítico. Y estamos muy cerca, por cierto. Creo que el prosaísmo total es reflejo de la banalidad, de la falta de creatividad, de la ausencia del arte. Lamentablemente, también en la literatura ha influido el reguetón.

 

Entonces, ¿sin poesía, no hay narrativa? ¿Sin poesía, la narrativa puede caer en ese prosaísmo total que menciona? ¿Qué tan imperativo considera que es para un novelista o un cuentista la lectura de poemas?

 

¿Qué es el arte? Desde su más simple significado se entiende que el arte es la abstracción que refleja, en sus diversas y profundas formas, el alma del hombre. La poesía, creo yo, es lo único que nos hace superlativos y nos diferencia en algo de los animales. En las otras facetas, los animales son largamente superiores a nosotros. El escritor verdadero está obligado a leer poesía. ¿Acaso un ciego puede ser un buen pintor?

 

Entre las alegorías que presenta la historia, resalta también la del mujeriego y secuestrador del pueblo llamado Crisanto. Esta suerte de Don Juan deja tantos hijos sembrados por los lares ayacuchanos que provoca una batalla campal entre aquellas que terminaron siendo sus amantes o resultaron congraciarse con su semilla. La descripción de la lucha entre ellas traza cierta analogía con la descendencia heterogénea que derivó tras el periodo colonial y las tensiones socioculturales que alentaron los altercados violentos. ¿Le parece que el Perú está definido por legados de desprecio entre sus diversos habitantes?

 

El personaje Crisanto —versión ayacuchana de Don Juan Tenorio, del español José Zorrilla— sintetiza las bondades de las que goza un hombre que tiene, tal como se le describe a este truhan en la novela, «pico de oro, astucia de zorro y herramienta de burro». Aquí apelo, como en muchos capítulos, al principio freudiano de la simplicidad, la concupiscencia y el poder, que le sirven de motivaciones al hombre. Crisanto es el fiel reflejo del español hipócrita y advenedizo, la herencia dominante a la que nos hemos acostumbrado y nos caracteriza.

 

¿De tal palo tal astilla? ¿La descendencia que este reflejo español lega en nuestra patria está condenada a seguir sus pasos?

 

Una sociedad es producto de lo que hicieron con ella. Los españoles —de aquellos tiempos, por cierto— nos legaron el latrocinio, la hipocresía, la traición y otras taras de las que no nos hemos podido liberar porque, para desgracia nuestra, desde la República hasta hoy, solo nos han gobernado peruanos descendientes de españoles o admiradores de España. No hemos tenido intelectuales ni líderes que hayan luchado por la liberación mental de una sociedad sumida en el conformismo. Pablo Macera, el que parecía un ilustre historiador, es una muestra reciente de la traición.   

 

Algo que ha enfatizado en otra de sus entrevistas es que Donde hablan los muertos no es una apología de la violencia, sino una reflexión sobre las causas y razones de la vorágine mortuoria que ha sufrido nuestro país en las últimas décadas del siglo XX. A su entender, ¿qué otras novelas han hecho esta exploración de los orígenes de la violencia política en el Perú? ¿Destacaría a algunas en especial?

 

Hay muchas obras que se han publicado y se siguen publicando sobre el tema de la violencia política en el Perú, tanto de los que novelan a partir de la ficción, así como de los autores que formaron parte en el conflicto. Sin embargo, debo decir que, en tantas obras publicadas sobre el tema hasta hoy, muy pocas alcanzan a describir con realismo lo que significó la violencia interna en el Perú. La mayoría de autores son tímidos o expresionistas, narran los hechos apelando a la sutileza. Puede que peque de ignorante, pero creo que hay muy pocas obras noveladas que tratan sobre los orígenes de la violencia política. Creo que mi novela Donde hablan los muertos es la única que tiene, hasta ahora, toda la información fehaciente y los motivos por los que se fermentaron, durante décadas, el resentimiento y la violencia que desencadenaron la insurrección armada. 

 

El antropólogo mexicano Yerko Castro Neira, en la introducción que hace a Memorias de un soldado desconocido (2012), recalca que la violencia no solo surge en los hechos extraordinarios, sino también en los cotidianos.  La violencia guarda una complejidad que oscila entre lo anecdótico y lo trascendental. Por tanto, pienso que estudiar las causas de la violencia significa estudiar las medidas para alcanzar la paz, tanto para prevenirla en los espacios domésticos como en los espacios públicos. ¿Le parece que esa es la intención de las novelas de violencia política?

 

La violencia es el reflejo fiel del hombre, una muestra clara de que no hemos evolucionado nada, de que cualquier especie animal, incluidas las arañas, viven en el mundo en mayor armonía que nosotros. ¿Pero qué sería de las masas sin la violencia? ¿Tal vez la esclavitud al estilo de África? La violencia a las masas solo les sirve de cierta recuperación de dignidad cuando la represión de los que manejan el poder se hacen demasiado crueles. Las masas nunca ganan. Si hay algo para lo que han servido las redes es para enrostrarnos que la historia, esa que nos vendieron como verdadera a lo largo de siglos, esa historia está plagada de mentiras y no ha sido otra cosa que un instrumento del poder fáctico. Las novelas de violencia política sirven para poner ante nuestros ojos la historia al desnudo, con alma, con dolores, con memoria y enseñanza. 

 

En la presentación que tuvo en Puno, usted declaró que escribe para incomodar a la sociedad, para cuestionar y fastidiar el orden establecido. ¿Se definiría como un escritor comprometido con la sociedad? ¿Cuál le parece que es el rol del novelista en el Perú?

 

Pienso que el verdadero artista no escribe para contentar a nadie. ¿A quiénes contentan Dickens, Tolstoi, Maupassant, Balzac, Mann o Sartre?  Para eso están los que escriben libros de autoayuda, aquellos que piensan que su biografía sirve para algo, esos que loan a esa metáfora famosa: «el hombre debe tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro». Un artista que no provoca no es artista. Yo soy un escritor comprometido, veo con horror lo que sucede en nuestro país. Si hacemos una retrospección, solo descubriremos miseria y traiciones en nuestra enclenque historia. No es falso eso de «el peruano es enemigo de otro peruano». Aquí nos odiamos casi por genética.

 

Estoy de acuerdo con lo que menciona sobre la autoayuda, en la medida en que la cuestión no es tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Más bien, la cuestión es que el hijo crezca sano, el árbol no muera pronto y el libro sea leído. El verdadero compromiso se nota en ese nivel de diligencia. ¿Qué tan diligente ha sido como escritor? ¿Tiene alguna rutina en especial para escribir? ¿Es poco metódico? ¿Cómo es que dota de seriedad este oficio?

 

Soy un ferviente racionalista. Estoy convencido de que la vida es apenas una ilusión y vamos de la nada hacia la nada. A partir de esta premisa, no deberíamos perder el tiempo en utopías, reencarnaciones ni castigos de ultratumba. ¿De qué sirve ser testigo de una vida miserable? ¿Para qué ser testigo mudo de la barbarie? La literatura es una bomba de sabiduría que destruye la banalidad dominante en la mente del hombre. Yo escribo con la rebeldía en el teclado, el furor en mis dedos, el sarcasmo como espada y la vergüenza constante de ser humano. 

 

¿Qué significa Ayacucho para usted? ¿Catalogaría su novela como una novela regional?

 

Viví en Huanta, provincia de Ayacucho, la tierra donde nací, hasta la edad de catorce años. Luego emigré, como la mayoría de muchachos provincianos, a Lima. Llevo a Ayacucho en mi sangre, en mi alma, en mi rabia y en mi historia. Vivir en Ayacucho y conocer su historia es, de alguna forma, introducirse en los niveles infernales del Perú escindido casi hasta la inanición. Dijo mi editor Willy del Pozo cuando leyó Donde hablan los muertos: «Esta novela es el triste y fiel retrato de todas las regiones del Perú».

 

 

 

 

 

5 de junio del 2025 









[1] Marco A. Cárdenas Elguera (Huanta, Ayacucho, 1962). Escritor desde los 20 años, corrector de estilo y difusor cultural. Estuvo en talleres literarios dirigidos por Oswaldo Reynoso, José Antonio Bravo, Luis Vidal, Otilia Navarrete y Cromwell Jara. Fue integrante de la Asociación Cultural Libro Abierto de Lima entre 1985 y el 91, ocupó el primer lugar en el concurso de cuento de la Vendimia de Ica en 1992, y en 1996 fue elegido presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA) sede Ica. El año 2000 publicó su polémica novela El quinto evangelio (cuatro ediciones), texto que alborotó a la iglesia y los espacios culturales conservadores. El 2007 sigue con sus éxitos literarios al publicar el libro de relatos Flor de retama (quinta edición). Muchos de sus relatos integran antologías de Cuentos infantiles, Cuentos eróticos, Cuentos de misterio y Cuentos de la guerra. El 2020, mientras radicaba en Italia, fundó la Asociación Cultural Peruanos en Roma. Luego de su retorno al Perú, el 2022, se sumergió de lleno en la lucha por la democracia, los derechos humanos y el dictado de talleres de literatura. Es conocido en las redes sociales como un despiadado defensor de la buena escritura, la ética y la ilustración. El 2023 fue Mención honrosa en el concurso de cuentos José Watanabe, primer finalista en el Huauco de oro, y semifinalista en el Concurso de literatura infantil Editorial Altazor. Publicó el 2023, con el sello Altazor, la tierna y humanista novela infantil Chirote, el sembrador de ilusiones. En noviembre del 2024, publicó su última novela de corte histórico Donde hablan los muertos. Tiene por publicar una novela existencialista y un libro de relatos.

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