LA
NUEVA CRÓNICA DE LA TABLA APAKUYKUY[1]
Cástor Saldaña Sousa[2]
Marciano Berrocal Evanán
en su taller “Qiqay Wasi”-Ayacucho[3]
Domingo
de Resurrección
Una nube gris planeaba sobre los cielos de Sarhua como
una extensión de “La panza de burro”. En pleno siglo XXI, después de la violencia
política de los años ochenta en el Perú, una amonestación mediática del Estado
recaía sobre las Tablas de Sarhua y los sarhuinos.
—Cuando
representamos la época de la violencia política de Sendero Luminoso en las
Tablas, el Estado nos malinterpretó juzgándonos de que estábamos haciendo
apología del terrorismo. Cuando pasó un tiempo, se dieron cuenta que era parte
de nuestra tradición cultural y costumbre—me relata Marciano
en su taller “Qiqay Wasi”, ubicado detrás del volcán inactivo de Acuchimay,
barrio de Carmen Alto, Ayacucho.
El disparo de las Tablas de Sarhua hacia la Patria fue el
2 de noviembre de 2018. Ese día, renacieron las Tablas Pintadas de Sarhua como
Patrimonio Cultural de la Nación. Sin embargo, la ley del eterno retorno, la
Tabla Apakuykuy, está pronta a suceder.
Todo comenzó un domingo de Resurrección, el 20 de abril
de 2025, cuando paseaba por la feria de artesanía y por la plataforma estatal “Ruraq
Maki”, en el Centro Cultural de la Universidad Nacional de San Cristóbal de
Huamanga (UNSCH), Ayacucho. Al preparar el curso “Arte, Creatividad y
Aprendizaje” para alumnas de III ciclo de Educación Inicial
Intercultural Bilingüe, me vi en la necesidad de contactar con los artesanos
locales. Así fue como encontré a Marciano Berrocal Evanán. Después de una
presentación amena, con voz calma, mirada serena de ojos profundos, a la vez
que un rostro de apariencia serio, Marciano me entregó su tarjeta para que lo
visitara a su taller personalmente. Impulsado por el atractivo de las Tablas Pintadas
de Sarhua y seducido por mi subconsciente al ser Licenciado en Pintura por la
Escuela de Bellas Artes de Ayacucho, no tardé un día en estar a la puerta de su
taller “Qiqay Wasi”, perdido entre las calles volcánicas hasta encontrarlo.
Es lunes, 21 de abril de 2025. Me encuentro en el taller
de Marciano, frente a él, sentado en una silla sobre una piel de oveja negra,
cómodo, con la sensación esponjosa irradiando hacia las extremidades inferiores
y superiores de mi cuerpo. Llega a mi olfato el aroma a madera vieja que te
trasporta a otro tiempo. Y ahí está, controlando el trazo del dibujo lineal
sobre una Tabla pequeña, de 4 por 8 cm, preparándola para mis alumnas, para el Taller
de Cultura Viva en mi curso de arte en la Institución Escuela de Educación
Superior Pedagógica Privada “Cuna de la Libertad Americana”. Su pelo negro como
el azabache y con la cabeza inclinada hacia la Tabla. La Tabla la controla con
una mano, ¡no!, con el dedo índice por un extremo y con el meñique por el otro,
¡lo viste! Sobre esta sujeción, con su mano derecha, va delineando finamente el
dibujo de la Tabla, como si una mujer se delineara las cejas, los labios, y la
extensión de sus pestañas. Las
paredes están repletas de Tablas Pintadas de Sarhua, de diferente grosor,
tamaños, formas y medidas. También hay cinco espejos cuyos marcos son Tablas
Pintadas de Sarhua. La vista es invadida por las Tablas de mil colores. Colores
que contrastan como el día y la noche, como el calor y el frío, como el perro y
el gato, como la mujer y el hombre, ambos se necesitan. Estás en su terreno. Tu
atención es capturada por la saturación cromática. La policromía lleva mi vista
de lado a lado, de pared a pared, de esquina en esquina, perdiendo el control
de los ojos si no los detienes. Necesitas un esfuerzo voluntario para
concentrar la mirada y percibir las escenas de la Tabla elegida.
Su
madre, sentada sobre tablas de triplay rectangular, me observa mientras teje
con sus ropas típicas y su sombrero de Sarhua, adornado con flores sintéticas.
Escudriña con su mirada silenciosa y penetrante, si soy un extranjero a quién
pedirle propina. Me sentía envuelto en Tablas de mil colores, con la luz del
sol que atravesaba la claraboya cuadrada del techo, de un color amarillo no
pálido ni intenso, pero sí cálido y algo quebrado, que rebotaba en las paredes
del color marrón de adobe y de las Tablas de mil colores. El espacio físico y
psicológico tenía doble efecto sobre mis sentidos de manera simultánea y
entrelazada. Por un lado, representaba la memoria colectiva y comunitaria de
sus costumbres, del origen de la Tabla Apakuykuy. El origen histórico es el
regalo de un compadre espiritual a otro compadre, a la hora de hacer su casa;
obsequiarle una Tabla Pintada que representa la genealogía familiar por escenas
y colocarla en el interior del techo a dos aguas. ¡Grande y larga Tabla! Por
otro lado, reflejaba la necesidad de migrar de la comunidad de Sarhua para
abrirse camino en la sociedad de mercado con su artesanía natal que representa
la identidad cultural autóctona, la Cosmovisión Andina, el sincretismo
religioso. Sin embargo, ya no serían las Tablas genealógicas familiares,
grandes y largas Tablas. Las nuevas Tablas, estarían adaptadas al mercado, donde
se representan escenas de la vida comunitaria, mitos, leyendas, para los
turistas y visitantes.
Esta
experiencia emocional se intensificó con la noticia de la muerte del papa
Francisco, pues me hizo recordar que él me conoció en la distancia, cuando le
llegó a sus manos y a su séquito, un informe psicológico en el que defendía a
un sacerdote en Ayacucho en el año 2014, el padre Luis Alejandro Bazalar García,
actual precandidato a la presidencia en las elecciones generales del próximo año
2026, ¡Dios dirá! Al final de toda una odisea eclesiástica, ganamos el juicio
canónico al Monseñor Salvador Piñeiro en Ayacucho, pasando por la mayor
instancia eclesiástica de Lima y ganando en Italia al Vaticano. El sacerdote, antes
de viajar al Vaticano, me pregunta —Cástor,
¿quieres que le diga algo al papa de tu parte? — ¡No, sálvate tú! —le respondo.
Por supuesto, mi informe solo fue un veinte por ciento de su sentencia, según
me relató el sacerdote después de varios años. El sacerdote fue declarado
inocente por la Corte Suprema, aunque excomulgado del sacerdocio, imponiéndole
la pena de dimisión del estado clerical. Dejó constancia de su peripecia en el
libro REUS, juzgad si eres Dios. Dejando a un lado esta digresión de las
Tablas de la Ley de Moisés, volvemos con las Tablas Pintadas de Sarhua.
El
árbol transgeneracional
El
árbol transgeneracional se impone sobre Marciano Berrocal Evanán. Desde primero
de secundaria, a los quince años, en la Institución de Nuestra Señora de
Asunción de Sarhua, sintió el llamado a continuar el legado sincrético. La
herencia se pierde en la historia de las crónicas narradas, desde Pachacútec, y
de la literatura oral transmitida por el boca a boca, de compadre a compadre y
de Tabla a Tabla. Sin embargo, Marciano me aclara, con su verbo firme, que el
origen semántico es otro, ¡sí! ¡TABLA APAKUYKUY! La semántica histórica
relatada por Marciano es:
—Apakuykuy es llevar, dárselo, obsequiar. Entregar. Hasta
ese momento, hasta mil novecientos sesenta y seisses no se llamaba Tablas de
Sarhua o Tablas Pintadas de Sarhua, se llamaba Tabla Apakuykuy.
Aprendió de adolescente con sus hermanos Berrocal en
Lima, después que el joven antropólogo, Salvador Palomino, de la Universidad
Nacional de San Cristóbal de Huamanga, hiciera su tesis sobre la comunidad de
Sarhua, mostrando al público de Ayacucho las Tablas de Sarhua; Marciano las rebautizó
como Tablas Pintadas de Sarhua. Marciano es no muy alto, de contextura
ectomórfica, con un moreno a sol de los Andes, con voz tranquila, lenta, amable
y expresión clara y firme. Su mentón, puntiagudo. Su presencia corporal y
escénica refleja que está acostumbrado a tratar con un público exógeno a su
lugar natal. Su conocimiento histórico está formado por su condición de
artesano en el siglo XXI, fruto de las exposiciones artísticas, sin perder la
esencia del oficio, en su taller de casa de adobe, que recuerda y huele a su
tierra natal de la infancia. Con su gesto silencioso, concentrado y pictórico,
con su pluma de Cóndor y pigmentos naturales sobre maguey, te transporta a otro
tiempo sobre una Tabla.
Etnoarqueología
de la Tabla Apakuykuy
—Hasta mil
novecientos sesenta y seisses no se conocían las Tablas de Sarhua— me relata Marciano, cuando para llegar a la comunidad se viajaba por caminos
de herradura. Recién en el año dos mil hacen la carretera con facilidad de
acceso para llegar en combi, en carro, en moto. Tabla de Sarhua es un término
que confundía al público foráneo, no sabían si era un tipo de árbol. Fue ahí
donde, Marciano, con su inteligencia fina como la Tabla de maguey pulida, tuvo
que pensar, fusionando su mente y su rostro con la policromía de la Tabla de
maguey, entre la rudeza del árbol y la elegancia fina del dibujo lineal.
Marciano rebautizó nuevamente las Tablas como Tablas Pintadas de Sarhua,
sabiendo que su origen semántico estaba quedando enterrado en el olvido, ¡APAKUYKUY!,
en una parte del Perú profundo, ¡Sarhua! La Tabla, tradicionalmente de árboles
autóctonos como el aliso, el molle, paty, sauce, nos muestra su vida temporal y
efímera con relación a los siglos, por eso no consiguen los historiadores y
académicos averiguar su origen. Varios autores han publicado sobre Sarhua y su
arte: Josefa Nolte Maldonado, publica el libro Qellqay, arte y vida de
Sarhua; Pablo Macera, historiador; Rosaura Andazabal Cayllahua,
historiadora especialista en arte popular y, el clásico, Salvador Palomino
Flores, con el libro El sistema de oposiciones en la comunidad de Sarhua.
La etnoarqueología contemporánea de los techos de las
casas de Sarhua eran de teja de barro y paja de la región Puna, el ichu de la
altura, entre los 3800 m.s.n.m. y los
4800 m.s.n.m. Así nos lo propuso el geógrafo peruano Javier Pulgar Vidal, la
Puna, como quinta región del Perú. Esas casas duraban entre diez y quince años;
hacía que las Tablas Apakuykuy y los pigmentos vegetales fueran desapareciendo
con las inclemencias del tiempo, las estaciones, lo cálido y lo seco, lo frío y
lo húmedo, quizás, sin neutro. Solo si el compadre aún vivía y se había
deteriorado la Tabla, se mandaba a repintarla de nuevo.
—Si puedo decir —me explica Marciano —que la única
Tabla más antigua data de mil ochocientos y tanto, y está en posesión de mi
hermano Carmelón Berrocal en Lima. No sé cómo la adquirió de algún poblador de
Sarhua. Ningún museo ni galería tiene una Tabla tan antigua.
Anterior a esa fecha, es trabajo de arqueólogos y de la
mitología rastrear su origen.
—Si parece que
hay unas evidencias que en la época del Inca Pachacútec mandaba a pintar ese
tipo de Tablas en Cusco, en un lugar llamado “Puquin Cancha”, que aún
existe, por la ciudad del Cusco. También Guamán Poma pintaba parecido en sus
dibujos. Si digo que pueda ser que cuando llegaron los españoles pudieran
destruir todo y lo quemaron. Y los de Cusco, alguien vino de allí y se asentó
en Sarhua— continúa Marciano con el relato
histórico.
Encontramos una fuente en internet sobre Puquin Cancha[4],
en el que da detalles precisos vinculado a los cronistas:
Fue
el Puquin Cancha, como bien apunta Raúl Porras, un museo pictórico imperial que
tuvieron los Incas en el Cusco para sus pinturas en “tablones” y “telas”. Se
dice que lo fundó Pachacútec y parece ser que así fuera, porque, preocupado
como fue este Inca de la historia de sus pasados, recuerda Sarmiento Gamboa que
“después que tuvo bien averiguado todo lo más notable de las antigüedades de
sus historias hízolo todo pintar por su orden en tablones grandes y puso en las
Casas del Sol una gran sala a donde las tales tablas que guarnecidas de oro
estaban, estuviesen como nuestras librerías y constituyó doctores que supiesen
entenderlas y declararlas. Y no podían entrar donde estas tablas estaban sino
el Inga o los historiadores sin expresa licencia del Inga”.
Significado
histórico-simbólico
El origen de las Tablas es un obsequio de un compadre a
otro compadre, está insertado en las relaciones sociales del ayllu, de los
valores incaicos del ayni y del compadrazgo de carácter espiritual y de
reciprocidad andina. Entre los sarhuinos, las Tablas Pintadas no tienen costo,
no se cobra, porque es la tradición como he mencionado, un obsequio entre
compadres espirituales, un ayni. La Tabla se coloca en el interior de la casa,
en uno de los lados del techo a dos aguas, al lado de la viga principal que
sostiene el techo de teja y paja. No forma parte de la estructura como sostén
del techo, sino que se anexa una vez hecho. La lectura semiótica de la Tabla es
de abajo hacia arriba. La secuencia tiene un orden por escenas y un nombre, son
Tablas genealógicas familiares que representan a su vez, el ayllu, el linaje
familiar. Es decir, abajo va la dedicatoria, luego la Virgen de Asunción,
Patrona de Sarhua, representante del catolicismo y del sincretismo religioso con
la Pachamama andina. Después van los dueños de la casa, le siguen sus
suegros, hermanos, tíos. Se representan sus actividades cotidianas y sus
oficios. La penúltima escena es la celebración de la entrega de la Tabla
Apakuykuy al hacer el techado, simbolizado con la chicha y los compadres
celebrando una fiesta con músicos. Por último, el Sol. Abajo el catolicismo, la
Virgen, ¡La Tierra!; arriba, el Dios andino, ¡El Sol de los incas!
Si somos buenos observadores de las escenas de la Tabla
Apakuykuy, nos daremos cuenta de que, Apakuykuy, o, mejor dicho, la Tabla
Apakuykuy, es un ritual, un rito comunitario, colectivo, donde se festeja la
celebración de una nueva casa familiar. El ritual de la Tabla Apakuykuy, como
ceremonia festiva, católico-andina, es una actualización del pasado
prehispánico, en su estela de madera, que invita a la unión de los ayllus de
Sarhua, linajes familiares, procedentes de los incas y de otros grupos humanos
contemporáneos; es decir, entre sus luchas y sus conquistas, antes de que
llegaran los españoles. Perviven en la actualidad el ayllu sauqa y el ayllu qullana,
uno autóctono, otro extranjero.
Ahora todo cambió, desde que en mil novecientos sesenta y
seis el antropólogo Salvador Palomino Flores diera a conocer las Tablas y las
galerías de Lima invitasen a los sarhuinos a presentarlas al público de la
metrópoli. Las Tablas grandes eran difíciles de transportar, sus costos eran
mayores. La sugerencia de los galeristas, con mentalidad empresarial, empezaron
a sugerir reducir las medidas. Así fue como los artesanos de Sarhua en Lima
innovaron con formatos pequeños, cuadrados, rectángulos. También cambiaron los
temas. Las Tablas ahora representan las costumbres, los cuentos, los mitos, los
juegos. En términos de José Carlos Mariátegui, lo podríamos interpretar como “el artista y la época”[5].
El
poder mediático de la Tabla Apakuykuy
La imagen tiene poder subversivo y de confundir a las
élites y a los poderes fácticos. La imagen es capaz de denunciar un hecho sin
tener conciencia de ello por parte de quienes la crean. Es la manifestación del
inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung que hace presencia a través de la
creatividad del artista, del artesano-artista como representante de la memoria
colectiva y del inconsciente cultural y familiar.
Arrancamos esta crónica con la cita de Marciano sobre la
intervención mediática del “Buen Gobierno” con relación a las
representaciones de la época de Sendero Luminoso, tildando a las Tablas
Pintadas de Sarhua como apología del terrorismo. Cuando se dieron cuenta de la
disonancia cognitiva, vino a Ayacucho el ministro de Cultura Alejandro Mayra
Sánchez, para reunirse con los sarhuinos y pedirles disculpas. La forma de
subsanar la mala interpretación fue declarar las Tablas de Sarhua como
Patrimonio Cultural de la Nación en el año dos mil dieciocho. Nunca había
pasado eso en Ayacucho. Para que seas Patrimonio Cultural de la Nación se suele
presentar un proyecto o anteproyecto. Hay un proceso de gestión y evaluación.
—Nosotros nunca
hicimos eso— me explica Marciano—nos lo concedieron directamente como una forma de
disculpa por la confusión social de la representación de la época de la violencia
política en las Tablas Apakuykuy.
La oficina de comunicación e imagen institucional del
Ministerio de Cultura lo relató en una nota de prensa[6] el
2 de noviembre de 2018. Soledad Mujica fue directora
del Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura. En un canal del Estado, que lleva el mismo nombre
que nuestro país, la entrevistaron sobre la situación de
las Tablas Pintadas de Sarhua. El titular de la noticia decía: «No hay apología
al terrorismo en las tablas de Sarhua».
—En las tablas
representamos lo que se vive en el día a día, sin intenciones políticas— me explica Marciano.
Quizá por este aspecto es la posible conexión histórica
con las láminas de dibujos de Guamán Poma en su Nueva Crónica y Buen
Gobierno.
—Ahora en la
pandemia, mis Tablas están llenas de representaciones relacionadas al Virus, a
las mascarillas y a las enfermedades y los confinamientos. En el año dos mil,
introduje la planta de maguey como una innovación de material para pintar las
Tablas. Desde ahí empezaron a usar maguey otros artesanos— continúa relatando Marciano.
Regreso
al origen
Sonó el despertador a las 3:30 am. Lunes 9 de junio de 2025. Mi cuerpo aún
luchaba por salir de una posible infección gastronómica aunado a la racha de
friaje que mi cabeza resentía. Subí rápido al último piso para alistarme y ya
tenía más de tres llamadas perdidas de Marciano:
—Cástor,
el carro te está esperando fuera—me contesta Marciano al llamarle de inmediato.
A las 4:00 am salimos de Ayacucho hacia la comunidad de Sarhua, en la
provincia de Víctor Fajardo. Recogimos a los pasajeros. El conductor era el presidente
de la comunidad de Sarhua, Víctor Evanán Ñañacchuari. Marciano y Víctor, del
mismo árbol genealógico familiar, conversaron todo el camino sobre diferentes
aspectos de la comunidad. Parte del viaje fue de noche, hasta Pampa Cangallo,
donde paramos a comprar panes y bizcochos. A mi izquierda, al fondo en el
horizonte, por el este, se perfilaba una mañana de azul claro sobre una nube
gris gigante, propia del invierno.
A partir de Pampa Cangallo fui despierto observando por la ventana el
paisaje. Un paisaje que poco a poco iba descendiendo en zigzag hasta el río
Pampas, atravesando pequeñas praderas verdes con zonas de eucaliptos, caballos,
ganado, pueblos, comunidades, anexos, lugares cada vez más rocosos y secos. Entre
los recovecos de los cerros, más abajo, nuevamente pequeños valles, verdes, en
cuyos bordes serpenteaba el río Pampas a lo ancho, a lo lejos, a lo profundo, a
lo estrecho, hasta que desaparecía en la distancia. Mi memoria a largo plazo se
activó, viendo los Cuadros de la Naturaleza de Alexander Von Humboldt y,
parcialmente, la Crónica del Perú de Pedro Cieza de León.
Llegamos al río Pampas, cruzando un puente carrozable de metal color
naranja, dejando atrás en el río, la vista del puente ancestral colgante, tradicionalmente
llamado Tinkuq Chaka. Tinkuq significa encuentro, en este caso, encuentro de
dos ríos, el río Sarhua y el río Chuschi. Anteriormente, la comunicación con
otros pueblos vecinos y para llegar a Huamanga era por este puente peatonal
Tinkuq Chaka. El material con el que se hacía el puente se llamaba Pichus, un
arbusto de la zona que cada comunero tenía que llevar. La actividad se llevaba
a cabo con la participación de la comunidad, con el control de las autoridades
y los mayordomos. Pichus Chaka se hacía en dos o tres días; cada día se hacía una
parte del puente. El ayllu sauqa participaba en la elaboración del puente del
lado de Sarhua; el ayllu qullana participaba del otro lado del río. Una competencia
entre ayllus cada dos años. Si el río iba cargado de agua ese año, los de
qullana tenían que dar la vuelta por el puente de Chuschi. En la actualidad, se
sigue construyendo el puente colgante Tinkuq Chaka con las técnicas
tradicionales, aunque más como memoria histórica, identidad cultural y apertura
a un turismo vivencial.
De nuevo nos introducimos en las montañas subiendo un poco en altitud desde
el río Pampas para llegar a Sarhua. La serpiente del camino cada vez era más
sinuosa, perdiéndote entre cerros, imaginando dónde estaría Sarhua, pues no
había manera de verla desde la pista en la distancia. Pasaron los minutos, los
segundos, los milisegundos. Marciano me decía:
—Ya
llegamos en cinco minutos, Sarhua está aquí detrás—, señalando
un nuevo recoveco, cada vez más estrecho y angosto.
Después de cinco minutos o no sé cuántos, dimos la última vuelta a un cerro
entrando en un enclave rodeado de siete montañas, más otras dos a lo lejos.
Llegamos a la plaza principal de la comunidad de Sarhua, a las 7:00 am
aproximadamente, a 3180 msnm[7]. Nos
bajamos y nos dirigimos hacia la casa de Marciano, a dos cuadras del parque a
mano izquierda. El territorio de Sarhua es pequeño, como una pequeña ollita de
piedra y barro, abrigado entre montañas. Las calles estrechas, las casas
adaptadas al entorno geográfico y a la altura de las personas. La fantasía
evocaba la memoria de Hobbiton, como el último pueblo Hobbit, perdido entre
montañas. Era un laberinto andante, por fuera, pero también por dentro en las
casas de adobe y paja, con palos de madera en medio. Únicamente resaltaba a la
vista de cierta altura, la calamina que brillaba como espejo a medio día sobre
los techos.
Bienvenida
a la comunidad de Sarhua
Al llegar a la puerta de la casa de Marciano, en el pasaje wanka, expresa:
—De
un año que estoy viniendo.
Entramos a su taller donde inició en el año dos mil. Estaba lleno de Tablas
con polvo y tierra. El color de las Tablas era distinto al que había visto en
el taller de Ayacucho. Un blanco mate, colores más quebrados, añejos, como el
buen vino al pasar de los años. También tenía bastones y varas de diferentes
tamaños, representando los cargos de la comunidad: alférez, alguacil y otros.
En una pared había dos Tablas pintadas de manera curva, con doble curva. En otra
pared, palos y bastones con forma de serpiente. Era el maguey y sus múltiples
formas que expresa la naturaleza. No faltaba en una esquina de la mesa, llena
de polvo y algo de tierra, su pluma de Cóndor andino de las alturas, al lado de
la ventana de cristal, por donde ligeramente le llegaba algún rayo de sol
distorsionado.
—Acá
me encuentro, y siempre recuerdos trae a uno, cuando se vuelve de un tiempo.
Ahora estoy volviendo de un año, prácticamente que ya no…, por cuestiones de
tiempo, no se viene constante a la comunidad. Estas Tablas son lo que he
iniciado. Algunos no se han vendido porque algunos se han apolillado, pero
están sanos. Por ejemplo, esta Tabla es la recolección de frutos naturales del
río hasta la Puna. Tantas personas querían comprar y no se vendía. Porque esto
he hecho en Lima cuando todavía estaba vivo mi hermano Carmelón y algo réplica
he hecho esto—me relata Marciano— aunque no
sabe si nació en esa casa o en la otra más cerca al parque.
En la casa se encontraba su sobrino, Fray Luis, también artesano, siguiendo
la tradición familiar. Salimos los tres a casa de otro familiar artesano,
Maximino, especializado en hacer varas y bastones para los cargos de la
comunidad, adornados con líneas, formas y dibujos. Desayunamos sopa de morón
para recuperarnos del viaje. Recorrimos el pueblo saludando a amistades y
familiares que no veía hace un año. Todas las mujeres iban vestidas como su
mamá. La vestimenta de Sarhua no es una vestimenta de un día especial, al
contrario, es la vestimenta del día a día, con polleras y blusas de colores,
sin olvidar su sombrero particular con flores, tanto para el hombre como para
la mujer. Es como vestir de fiesta cada día. Fray Luis ha aprendido por
observación, viendo los trabajos que hacía su tío Marciano. De la experiencia
familiar y observacional nace su interés de pintar la Tabla Apakuykuy; aún más
en la actualidad que se ha declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
—En la Tabla Apakuykuy se encuentran
los dos mundos, la religión andina y la religión católica—me comenta Fray Luis, mientras me obsequia
un libro de watuchis (adivinanzas) plasmadas en Tablas Pintadas de Sarhua, en
idioma quechua.
Tenía inquietud por
preguntarle sobre la relación de los dibujos de la Tabla Apakuykuy con los
dibujos de Felipe Guamán Poma de Ayala en la Nueva Crónica y Buen Gobierno.
Aunque sugiere una cierta relación por el dibujo lineal, llama la atención que
Guamán Poma no menciona en su obra el pueblo de Sarhua y la Tabla Apakuykuy.
Los dibujos de Guamán Poma son un complemento ilustrativo de los eventos que
observaba y denunciaba en su tiempo del Virreinato del Perú, con relación a los
abusos por parte de la población criolla y mestiza hacia población inca, hacia
el indígena. En la Tabla Apakuykuy, su contenido originario es otro, referente
al ámbito privado familiar, a la hora de construir una casa, donde se hacía
partícipe a los ayllus con la celebración de la fiesta. Sin embargo, la
modernidad de las Tablas Pintadas de Sarhua, da cabida a relacionarlo con los
dibujos de Guamán Poma. En la actualidad, las Tablas Pintadas de Sarhua, se han
abierto a la representación de los fenómenos sociales, a las coyunturas
sociopolíticas que se va viviendo en el país. Así lo expresa Fray Luis, al
preguntarle por la relación entre las Tablas Pintadas de Sarhua y los dibujos
de Guamán Poma de Ayala:
—Yo podría decir que sí, de alguna
manera. Se plasma las actividades cotidianas de la humanidad, o de la persona
sarhuina. Que de alguna manera también Guamán Poma ha plasmado todo el hecho
social, cultural, político, incluso de forma de protesta, aquejando cuál era el
suceso de ese momento. El tema coyuntural. Igual el tema de las Tablas de Sarhua,
se ha plasmado temas coyunturales. De hecho, eso no es su naturaleza, pero como
artista tratan de encontrar el tema coyuntural y también es una oportunidad de
plasmarlo y de hacerlo conocer al mundo.
En el parque, Marciano, empezó a nombrarme los diferentes apus tutelares
que rodean a Sarhua, incluso los que estaban más lejos que pertenecían al
distrito de Huamanquiquia, como el apu Sayri y el apu Kumu Ñawi; este último es
una pareja, macho y hembra; el macho, más alto y puntiagudo, como un falo
antropomórfico; la hembra, más baja y ancha, semejando una pelvis femenina antropomórfica.
Los apus o wamanis son los seres tutelares que viven simbólicamente en la punta
de los cerros y montañas, protegiendo a la comunidad, sus cosechas y su ganado.
Para corroborar los nombres exactos, lo hicimos con una señora que pasaba por
el medio del parque preparando su lana mientras caminaba hacia su taller de
tejido; se trataba de la tejedora Eugenia Yanamí Felices. Los apus que rodean
la comunidad de Sarhua son: Millaq Urqo; Puqori Urqo; Chikuruyoq Urqo;
Wamankuli Urqo; Suqo Urqo; Apu Urqo; Llamqaya Urqo; Sayri Urqo; Kumu Ñawi
(Macho y Hembra).
Eugenia
Yanamí Felices. Tejedora.
Después, Marciano me relataba el origen etimológico de la palabra Sarhua.
Por un momento, me vi en una laguna alrededor de pumas y zorros comiendo restos
óseos de animales, rodeado de cedros y árboles grandes. Según cuenta la
historia, en el lugar donde nos encontrábamos parados, en el centro del parque,
había una laguna que rodeaba a la plaza y a la iglesia. En esa laguna,
habitaban animales como pumas y zorros. A
los alrededores, en las alturas de los cerros, vivía gente con animales. De
esos lugares traían los animales para comerlos. Los restos de los animales en
quechua se denominan Sarwi. Y con ese nombre le llamaron al pueblo, Sarwichaqta,
es decir, pueblo de restos óseos, pueblo de huesos. Posteriormente lo
castellanizaron con Sarwa o Sarhua, que ya no sonaba a huesos y a restos de
animales. Sarwi significa huesos, pellejos, como algo que no termina de devorar
a los animales salvajes. Marciano continúa con su relato, sobre las poblaciones
que habitaron Sarhua en otro tiempo, quedando restos arqueológicos en la zona:
—Acá en Puqori, hay una población antigua.
Habrán sido antes de los chankas, tal vez de los pokras. Ahí vivían. Después en
Llamqayaq hay otra población. En esas partes no se encuentra ningún hueso,
nada. Quiere decir que a estas partes bajas traían sus restos, cuando los
familiares morían. Por esta parte, por las laderas, había machay. Lo que es acá
en Millqa, alrededores hay cementerios. Hay huesos en pequeñas cuevas, en
cantidad. Una vez hemos andado con mi sobrino y hemos encontrado huesos en una
canasta grande. Pienso que cuando una persona moría en esos pueblitos, cuando
ya no tenía espacio, seguramente los huesos ya lo juntaban y ponían otro, ¿no…?.
En esas cuevitas hay pequeñas ollitas, pequeños recipientes de barro, como sus
utensilios que utilizaban, todo negrito. Eso quiere decir que la gente venía
cada cierto tiempo y le cocinaban la comida que querían los difuntos. Pienso
eso porque están negritos. Algo que cocinaron con candela. Inclusive
anteriormente han encontrado restos de los cereales, habas, maíz, pero yo ya no
podía encontrarlo. En esas partes, hay diferentes cuevas, algunos medio hechos con
piedra y barro. Y ahí adentro tenían sus restos, de las poblaciones que estamos
hablando alrededor de Sarhua. La laguna habrá sido también en ese tiempo o más
antes, porque en esa laguna como repito abundaban los animales salvajes como el
puma, zorro, de los alrededores traían y dejaban ahí los restos, los huesos,
los pellejos, restos óseos devorados por los animales, en la orilla de la
laguna, acá donde estamos parados.
Parque central de la comunidad de
Sarhua.
Víctor, el presidente de
la comunidad de Sarhua, aparecía por uno de los lados del parque. Al llegar a
nosotros, Marciano le sugirió que me contara cosas de Sarhua. Conversamos
alegremente unos minutos, sobre una piedra grande y rectangular en una de las
esquinas del parque:
—Con cuatro ayllus. Una de las
familias se llamaba qullana, la otra familia es sauqa, la otra familia es chunko,
y acá es wanka. Conformaban las cuatro familias. Por eso tenían cada uno sus
piedras. Aún continúa esto, lo demás ya lo hicieron desaparecer. Ahora estamos
en proceso de recuperar. Están dentro de los domicilios. Cada piedra
simbolizaba a un ayllu, una familia. Llegó acá a Sarwa incas. Los incas han
llegado. Pero más está a través de los wankas. Se ha enraizado más los wankas.
Los chankas también vinieron de Andahuaylas. Hay ruinas de chankas acá, arriba
en Puqori Urqo, en Cura Urqo también hay, Llamqayaq también hay. Los chankas
siempre han estado más altos en los cerros. Dicen que eran en constante guerra
y ellos de más altura se defendían. Ahora los ayllus son dos. Wanka con qullana
es uno; sauqa con chunko es uno. Dos ayllus ahorita se mantienen. Sauqa y qullana.
La iglesia es la que divide. ¡Ves!, así está la iglesia, ¿sí o no? Brazo
derecho es sauqa, quiere decir que son gente del lugar. Qullana ya también son
las visitas, yernos, nueras. Por ejemplo, tú eres qullana al llegar acá. Esa es
la historia.
Presidente de la comunidad de Sarhua
sobre la piedra del ayllu qullana.
Por fin, llegó el
momento, antes de regresar a Ayacucho y dar un paseo por una de las calles
altas de Sarhua. Retornamos a la casa de Marciano. Me hizo pasar al segundo
piso, atravesando un pequeño patio, una habitación vieja de adobe, saliendo a
la calle por otro lado, subiendo un escalón alto a la vez que me agachaba para
pasar. Al salir, un pequeñísimo espacio de hierba alta y una vista de cine que
ya no sabíamos si éramos parte de una película. Marciano subió primero por una
pequeña escalera de madera vieja, diciéndome:
—Cuidado, sube despacio, no se vaya a
romper.
Al subir, un pequeño corredor
a modo de balcón abierto nos conducía hacia una puerta. Entramos, yo, agachado,
y aparecimos en el segundo piso de su casa, en la parte de atrás del taller
donde llegamos en la mañana. Me hizo mirar al techo, en uno de los lados a dos
aguas, y ahí estaba, su Tabla Apakuykuy genealógica familiar, con su mujer y dos
de sus hijos cuando eran wawas. La Tabla Apakuykuy seguía pegada al techo, dos
metros y medio de altura, veinte centímetros de ancho, color blanco mate, con
telarañas, con tierra, con polvo. Me explicó la Tabla escena por escena y otros
eventos del ritual posterior a la Tabla Apakuykuy. El compadre trae la Tabla
junto con dos palos redondos. Esos dos palos redondos siempre van a cada lado
de la Tabla Apakuykuy. Las
escenas de la Tabla son de la vida cotidiana:
—Por ejemplo, a mí me han dibujado
pintando Tabla. Desde ahí pintaba Tabla. Mi hijito el mayor me está ayudando.
Acá el otro está en la espalda de mi esposa. Y tenía una mula. La mula está
acá. Y acá mi papá, con mi mamá y con mi hermana. Mi hermana está sacando leche
de la vaca. El siguiente es mi suegro. Tenía un burrito, siempre iba a la Puna.
De ahí son familiares ya, con mi hermano Pompeyo. Mi cuñado, mi cuñada. El otro
es mi padrino, el profesor. El otro es Víctor Quispe, un familiar. Al final se
celebra con una botija de chicha. El dueño de la Tabla viene con botija de
chicha. Y el dueño de la casa espera con comida. Porque es previa coordinación.
No es una sorpresa, porque el compadre tiene que suplicar o tiene que decir
para cuando van a estar poniendo los palos. Y también ve a los peones. ¿En qué
momento están poniendo?, en ese momento tienen que traer. Antes que ponga esto,
el carrizo. Tengo mi voluntad en traer las Tablas, voy a traer, le suplica al
compadre en qué momento. Y el de la casa tiene que esperar con comida para
celebrar.
La otra parte del ritual, una vez que han techado la casa, se llama wasi
inchaway. Wasi inchaway se realiza otro día distinto después de poner la Tabla
Apakuykuy. Es un ritual que se realiza con un canto en quechua y con su música.
Hacen caminar alrededor de la casa con una estructura de sombrero, que son
pajas y una ollita de barro con plata y cereales. Es una creencia y un llamado
para atraer la prosperidad y la abundancia al hogar y a la familia. El sombrero
se lo colocan todos los integrantes de la casa. Se camina cantando por el
perímetro interior del primer piso. El compadre pone en la ollita de barro los
cereales, la plata. Wasi inchaway es como una limpia, un ritual de limpieza de
la casa, de sus energías y vibras, para atraer la suerte al nuevo hogar familiar.
Tabla
genealógica familiar de
Marciano Berrocal Evanán en Sarhua
Este fenómeno nos hace pensar en los estudios de Foster[8]
sobre el legado hispánico de la medicina humoral. Nos referimos a la hipótesis
de la influencia de la medicina popular y humoral hipocrática traída por los
europeos y los españoles hacia Hispanoamérica.
Marciano me vuelve a señalar su Tabla Apakuykuy, indicándome en la primera
escena las personas que están ahí, diciéndome:
—Y estas personas acá abajo, hay una
mesa de autoridad. A cada uno de los que están presentes va a llamar ¿para qué?
Para decir, estás en la Tabla, tienes que pasar un cargo. ¿Eso que significa?
Los que están en la Tabla pasan un cargo, pero suponiendo, es una simulación,
un cargo de Virgen de Asunción, o de otro cargo. Le dan trago, para que asuman
un cargo en ese momento nada más, dándole trago.
—¿Es como si fuera un teatro? — le pregunto.
—Sí—
me responde — en la casa hay un
capataz, como una persona responsable y hace cumplir a los demás.
Y así termina este
regreso al origen, como el teatro de Calderón de la Barca: “La vida es sueño…”.
Despedida de amistades del pueblo de
Sarhua.
El misterio de la Nueva Crónica de la Tabla Apakuykuy se
avecina. El academicismo enterró el término lingüístico. El colonialismo
interno estaba presente y no se dieron cuenta. Ahora, toca desempolvar la
Tabla, como un símbolo de resistencia que, originariamente, no era una Tabla,
sino un ritual completo, comunitario, entre ayllus. El ritual de la Tabla
Apakuykuy. Ya no serán las Tablas de la Ley de Moisés. Serán las Tablas de
Marciano Berrocal Evanán, rescatando la memoria histórica de los pokras, de los
chankas, de los wankas, de los incas, del sincretismo religioso católico-andino,
de la Nueva Crónica y Buen Gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala. Y
con el encanto de esta Nueva Crónica nos despedimos, con la imagen de los
quince años de Marciano Berrocal Evanán en la Institución de Nuestra Señora de
Asunción de Sarhua, año mil novecientos noventa, primero de secundaria,
esperando a que se cumpla el misterio del eterno retorno de la Tabla Apakuykuy…
Copla
a la tabla Apakuykuy
Esta Crónica te canto
De otro tiempo llorando há
Con pigmentos desgastados
La Tabla a desenterrar
[1] Publicado anteriormente en Periódico Digital UNAHALDIA (23 de junio,
2025): https://www.aldia.unah.edu.pe/la-nueva-cronica-de-la-tabla-apakuykuy/
[2]
Cástor Saldaña Sousa (Olivenza, España, 1979). Es docente e investigador en
la Escuela de Educación Superior “CUNA DE LA LIBERTAD AMERICANA”-Ayacucho,
Perú. Doctor en Antropología Aplicada: Salud y Desarrollo Comunitario por la
Universidad de Salamanca, España, Cum Laude Mención Internacional con Premio
Extraordinario de Doctorado. Posgrado en Medicina Psicosomática y Psicología de
la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia.
Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca. Bachiller y
Licenciado en Artes Plásticas, mención Pintura por la Escuela Superior de
Formación Artística Pública “Felipe Huamán Poma de Ayala”-Ayacucho, Perú. Ha
realizado trabajos de campo en la medicina tradicional andina, publicado Los Apus: Configuración etnomédica en el
Perú actual (2017); trabajos de campo en comunidades nativas de la selva
peruana con los grupos Ashaninkas, Matsiguengas y Shipibos. Escritor en el
periódico digital UNAHALDÍA-Huanta.
[3] Fotografía proporcionada por Marciano
Berrocal Evanán.
[5]
Mariátegui, J. C. (1925, 14
de octubre). «El artista y la épica». Mundial.
Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/mariateg/oc/el_artista_y_la_epoca/paginas/el%20artista%20y%20la%20epoca.htm
[6] Ministerio de Cultura. (2018, 2 de
noviembre). «Tablas
de Sarhua son ahora Patrimonio Cultural de la Nación». Plataforma del Estado Peruano: https://www.gob.pe/institucion/cultura/noticias/21876-tablas-de-sarhua-son-ahora-patrimonio-cultural-de-la-nacion
[8] Foster, G. M. (1994). Hippocrates’ Latin American Legacy: Humoral Medicine in the New World. Taylor & Francis