ESCRIBIR LA VIDA, DESCRIBIR LA
FICCIÓN
[Entrevista
a Yuri Vásquez[1]
sobre su libro La inmensidad]
Por Edward
Álvarez Yucra
La inmensidad forma parte de
una continuidad que ha denominado hasta el momento la Trilogía del hombre
hipermoderno. En lo personal, ¿cuál de las tres obras que la conforman le
resulta más destacable?
Antes que todo, debo hacer una aclaración.
La Trilogía del hombre hipermoderno la conforman hasta el momento los libros: Sonata para un hombre lejano (2016) y Los últimos dioses del opio (2019). El
tercer libro, que es una novela ya terminada, se encuentra escrita en el flujo
de la ficción distópica, el relato policial, ciencia ficción, melodrama,
discurso histórico y filosófico. Todos estos elementos englobados en la
narrativa yuxtapuesta del realismo y lo fantástico. Un proyecto ambicioso que
me ha tomado los últimos cuatro años. Se publicará a fines de este año y con ello
se cerrará esta trilogía.
En cuanto a cuál de estos es el más
destacable, prefiero dejar esta respuesta para cuando se completen los tres
textos y que sean los lectores los que respondan. Con respecto a La inmensidad (2022), es una novela
autónoma, independiente a otros libros, que, sin embargo, de una u otra manera
guarda relación con todos mis textos publicados por ser el caso de tratarse de
una novela de autoficción y que hace referencia a mi producción literaria en
conjunto. Pero sobre esto último, me gustaría precisar que, además de
autoficción, es también una novela de metaficción. Lo particular del libro es el
resultado de experimentar con cierta audacia la confluencia de ambas corrientes
narrativas, donde, especialmente al final aparecen con mayor rotundidad y como
desenlace los elementos de la metaficción. La metaficción en La inmensidad está orientada a
cuestionar la realidad que viven los personajes, la que puede parecer sólida,
coherente, inevitablemente estructurada, pero que, sin embargo, puede ser
trastornada por otros flujos de la vida que pueden parecer inverosímiles y
hasta fantásticos.
¿Y
esta novela que está próxima a publicarse es La vida encantada? Recuerdo que mencionó ese título en una
entrevista con Alex Rivera de los Ríos.
No se trata de La vida encantada. La novela que tenemos proyectada publicar con
Cascahuesos es una novela distópica. Una novela ambiciosa en la que se
entrelazan la trama policial, el relato fantástico, la especulación de la
ciencia ficción, el melodrama, personajes históricos interrelacionados y
confundidos con personajes de ficción, el discurso filosófico y la crónica periodística.
Esta novela cierra la Trilogía del hombre hipermoderno.
Ahora,
ya que ha matizado la posición de La
inmensidad en su producción literaria, ¿le parece que puede leerse como una
confesión sobre su poética personal? ¿Sobre lo que es la literatura y, sobre
todo, acerca de lo que es la narrativa para usted? Me deja esa sensación luego
de notar el recurso de las citas a sus obras ya publicadas, como si teorizara
con las historias de la novela el modo en el que son concebidas.
La
inmensidad, en términos generales,
puede ser leída como el flujo y despliegue del relato autoficcional —no
autobiográfico— y la narrativa metaficcional; los cuales, al final del libro,
desembocan como aguas de distintos ríos y van a dar lugar a la formación de un
desenlace en que la ficción y la realidad se confunden, replanteando la trama
de la novela y convirtiendo la experiencia vital de los personajes en algo
imprevisible. Esto nos lleva justamente a considerar que La inmensidad es un libro que trata fundamentalmente sobre el
tiempo y la vida, el tiempo que comprende la micro historia y la macro
historia, y la vida que supone la existencia como una experiencia inagotable y
que escapa a toda previsión. De allí que
el tiempo y la vida representan la inmensidad.
Ahora, en cuanto si es una confesión de mi
poética personal, sí lo es en lo que se refiere a mi extrema búsqueda de la
perfección estética, en la incesante búsqueda de nuevos caminos literarios y la
insatisfacción que siempre conlleva esta persecución, a veces inútil, de la
obra de arte en sumo grado.
¿Por
qué prefiere usar el rótulo «hipermoderno» en lugar de «posmoderno»?
Bueno, para mí no existe una diferencia de
concepto entre lo hipermoderno y lo posmoderno. Por lo general se cree que el
posmodernismo representa una etapa radicalmente distinta o superior del
modernismo. Sin embargo, entiendo que es solo un desarrollo hiperbólico,
extremado, exacerbado, de las características básicas de la sociedad
contemporánea, que se han dado en las últimas tres o cuatro décadas, tales
como: consumismo, alienación, desintegración del individuo, intervención del
poder en la actividad humana, etc. Ahora bien, yo prefiero emplear el término
hipermoderno al referirme al comportamiento específico del individuo en medio
del contexto de la sociedad, la relación conductual con el entorno, con los
otros —los demás y el fenómeno social y cultural— que lo rodean; contexto en el
que por lo general estos caen, para bien o para mal, bajo su peso y sombra.
Estos hechos, que percibo en el exterior, y que también lo experimento como un
sujeto más, yo los he trasladado a mi ficción literaria, de ahí que al conjunto
de mis novelas que tocan este tema las he denominado la Trilogía del hombre
hipermoderno.
Lo postmoderno yo lo concibo más como la
expresión de un fenómeno social, político, filosófico, cultural y literario que
tiene como fundamento al hombre hipermoderno, es decir, al hombre concreto de
la calle, sumido en el contexto de la sociedad contemporánea.
¿Desde
cuándo le parece que emerge la hipermodernidad en Arequipa? ¿Qué fenómenos
encuentra significativos al respecto?
De acuerdo a lo que acabo de señalar,
prefiero hablar de postmodernidad para tratar el fenómeno cultural, artístico y,
en específico, literario que sobrevino tras el acontecimiento histórico de los
años noventa que produjo el mundo unipolar, el globalismo y el surgimiento del
evento informático y tecnológico. El
mundo occidental, a partir de estos eventos, sufrió una influencia en todo
orden de cosas: el económico, el social, el político etc.; el cultural,
artístico y, concretamente, el literario no fueron la excepción. En el Perú, a
mi modo de entender, especialmente en Arequipa, el posmodernismo se expresó a
través de una literatura de autoficción. Lo predominante fue el relato
intimista y descontextualizado proveniente de Lima —a través por ejemplo de Mario
Bellatin, Renato Cisneros, Jeremías Gamboa— en clara reacción al modernismo del
Boom latinoamericano y en consonancia con el relato pequeño propugnado por el
posmodernismo literario global. Algunos escritores locales y regionales fueron
conscientes del posmodernismo, para bien o para mal, y lo asumieron con algún
convencimiento; otros siguieron simplemente la moda, dando lugar a una
autoficción distorsionada y decididamente narcisista. En los años 90, en
Arequipa, se produjo una eclosión literaria en la narrativa —Los solitarios,
por ejemplo— y esta ebullición se consolidó a partir del nuevo milenio con la
aparición de jóvenes escritores que hoy dominan la escena. Habría que
diferenciar el fenómeno local y regional literario de los noventa con el del
nuevo milenio, hay un proceso de formación de voces más asentadas y firmes a
partir del primer decenio de este siglo para adelante.
¿Podría
contarme un poco más sobre Los solitarios? Pasa que en la historia de la
literatura arequipeña no figuran aún agrupaciones tan notables en narrativa
como sí figuran las de poesía. Y, por cierto, a su gusto, ¿qué escritores
jóvenes en la escena actual se posicionan como buenos prospectos?
Los solitarios aparecieron en la escena
literaria de Arequipa de los años noventa. Lo conformaron un grupo de jóvenes
poetas y escritores que publicaron una revista memorable en la que se dieron a
conocer y en la que divulgaron sus trabajos. No hace mucho, en un esfuerzo por
documentar este movimiento literario, se editaron en libro todos los números de
la revista. El grupo estuvo conformado por Jaime Coaguila, Javier de Taboada, y
otros. El grupo animó el ambiente literario arequipeño y fue una manifestación del
resurgimiento firme de la narrativa en nuestro medio, la cual se extiende hasta
ahora. En esa medida, fueron unos grandes propulsores.
Hoy en día es muy alentador comprobar que
muchos jóvenes vienen cultivando la narrativa con gran entrega. Creo que se
puede destacar entre los que han aparecido recientemente a Anthony Valdivia,
Erik Aguirre y Jorge Malpartida. También resulta muy interesante el trabajo
literario de Alex Rivera de los Ríos, un joven escritor consolidado.
En
cuanto a los autores que practicaron el relato intimista limeño, ¿qué los
distingue de la literatura narcisista que mencionó en una entrevista para el Correo?
El relato intimista limeño se enmarca
generalmente en los términos de la autoficción literaria sustentada en un
modelo convencional que puede resultar atractivo, pero que adolece de
innovación formal y reducciones a propósitos muy limitados de la experiencia humana.
La autoficción es un subgénero literario respetable y cultivado en el pasado
por figuras destacables como, por ejemplo, Dante Alighieri o Henry Miller, pero
cuando se la practica hasta el cansancio y no ofrece un aporte literario
específico, pierde importancia. La literatura narcisista se configura como una
desnaturalización y distorsión de la autoficción, en la que solo fluye la más
pura anécdota personal envasada en un lenguaje estandarizado y nada renovador.
Según
Javier de Taboada, usted sigue una estética fragmentaria en la novela. Esto se
da porque hay notas a pie de página que remiten a acontecimientos simultáneos a
las historias narradas. Y, al mismo tiempo, estas historias nos transportan a
diferentes etapas temporales en la vida de Leandro Roldán y Homero Vélez a
través de fechas distribuidas anacrónicamente en cada capítulo. Podríamos
mencionar otras fragmentaciones como las citas de otras obras suyas, textos de
crítica de cine, ensayos y anécdotas literarias. No obstante, ¿qué buscaba
obtener al remitir al lector constantemente a acontecimientos simultáneos a las
historias desarrolladas?
Como decía, el postmodernismo literario
global ejerció una influencia en la cultura occidental. La mayoría de la
narrativa quiso seguir sus flujos de manera convencional, pero también otras
narrativas se esforzaron por redefinirlos. El eje fundamental del discurso posmoderno
se produce a partir de la estructuración del relato pequeño contra el gran
relato. Esto, naturalmente, no tiene nada que ver con la extensión, sino con la
visión literaria. Yo escribí bajo la sombra y vigencia del posmodernismo
literario global; pero quise convertir mi literatura en una especie de
laboratorio en el que se afirmara el gran relato, es decir la preocupación por
los problemas existenciales de la condición humana. En esa medida, en La inmensidad quise enlazar la trama del
individuo singular con los acontecimientos plurales que se dan fueran de él,
pero en torno a él, descritos por los sucesos históricos del mundo a través de
noticias. Con ello quise motivar al lector a que note que el individuo forma
parte de su contexto y que no es un sujeto abstracto e intemporal.
En cuanto a los otros fragmentarismos de
la novela, a decir de Javier de Taboada; y que se refieren a ensayúsculos,
crónicas cinematográficas, reseñas de libros, reproducción de textos literarios…
mi intención fue el de exponer el gran relato en términos estéticos, lo que
significa que todo texto es expresión de las manifestaciones literarias —aun
cuando parezcan extraños—. Esto en contra del pequeño relato estético que
supone reducir a la novela a un hecho simplemente anecdótico o «novelesco».
Entonces,
usted ve la novela como el arte máximo, el arte en el que caben todas las
artes, ¿no? ¿Es por eso que el título es La
inmensidad? Por supuesto, no quiera cerrar el significado de esta forma,
también noté que en la novela se hace alusión a lo inmenso de la vida misma.
Si, la novela es el espacio en que pueden
fructificar todas las manifestaciones literarias, aun las que aparentemente no
parezcan posibles. En esa medida, mi
empeño literario se encauza a desarrollar la Literatura total. Este es un
concepto distinto del de la novela total que se practicó en los sesenta y
setenta con el Boom literario hispanoamericano.
La novela total se plantea como un ejercicio estético muy rico y
variado, pero encerrado en el propio ámbito narrativo convencional y novelesco.
En cambio, la Literatura total se abre, vamos a decir, al vasto e impredecible
mundo literario. Constituye una nueva visión de la literatura, el hombre y el
mundo, en la que no hay demarcaciones ni fronteras y en la que todos los
textos, todos los temas y todos los géneros alimentan la creación literaria
tomando a la literatura como un gran universo.
¿Cómo
se le ocurrieron los nombres de Leandro Roldán y Homero Vélez?
En el caso de Leandro, siendo que este
personaje tiene ciertas proximidades biográficas conmigo, recurrí al apellido
materno Roldán de mi madre. En cuanto el otro personaje, tomé el nombre de
Homero por simbología literaria con el gran escritor Homero de la Odisea (Siglo VIII a. C).
Es
muy irónico que este Homero no haya encontrado jamás su trascendencia
literaria, como sí pasó con el poeta griego.
Sí, creo que resultó ser finalmente un
personaje muy oscuro y devorado por sus propias sombras y enigmas
¿Diría
que solo Roldán nace de su biografía? ¿Homero Vélez cobró vida a partir de una
biografía ajena a la de usted?
Con respecto a Leandro Roldán, diría que
si, como acabo de señalar, está más emparentado conmigo. Pero es bueno precisar
que La inmensidad ciertamente es una
novela de autoficción y no una novela biográfica en estricto sentido de la
palabra; de ese modo, las experiencias vitales del personaje y el autor se
entrecruzan, pero muchas veces se disuelven en la ficción absoluta.
Respecto a Homero Vélez, este
efectivamente representa una proyección de Leandro Roldan, como personaje
literario ya plasmado, antes que una del autor.
En
la historia de Roldán, prima bastante la ética de escribir sobre aquello que a
uno realmente le interesa o le resulta relevante. Esto puede comprobarse
todavía más con una confesión casi al final del libro, en la que, tras leer a
James Joyce, el narrador afirma que se ha sentido inspirado a escribir una obra
literaria sobre otra obra literaria. Y, considerando que Roldán nunca concretó
la novela que le demandaron, cuyo tema y orientación debía ser la revolución
social tan reclamada en los 80, ¿diría que representa un alegato en favor de la
libertad del escritor?
El fragmento, al que usted alude, se
refiere a la influencia que ejerció Las
mil y una noches (Siglo IX) en mi literatura, pero más precisamente, aunque
no se señala taxativamente, en mi novela Los
últimos dioses del opio (2019). Hay
que recordar que la novela parte de una única historia y se ramifica en muchas
otras que sustancialmente son análogas a la original. Este aspecto, de alguna
manera, guarda proximidad con las miles de historias que la dulce Sherezade le
cuenta al visir para evitar la muerte. De ahí que, por esta circunstancia
literaria, se puede hablar entre estos dos libros como novelas espejos; obras
que, como sabemos, se han dado varias veces en la literatura universal.
Tocando el rol de Leandro Roldán en La inmensidad, el personaje se enfrenta
a la exigencia, propia de los años sesenta, hasta pasados los ochenta, de un
compromiso social y revolucionario; de allí que se le demande escribir la
novela de su tiempo. Pero él nunca lo hace, o en todo caso, lo hace a su manera
y no bajo los estándares de la crónica social o el panfleto. En cambio, escribe
relatos demasiado estetizantes sin vínculo con el entorno. En uno y otro caso
no se siente satisfecho. Ya frustrado, sintiéndose culpable, decide no publicar.
En esa medida estas dos situaciones revelan la caída de la utopía del discurso
social y del discurso puramente individualista de la cultura occidental —marxismo
y liberalismo—. En efecto, la superación, el salto de estas contingencias
literarias y existenciales, representa la búsqueda de Leandro Roldan por la
libertad.
En
el caso de Homero Vélez, se hace notar la controversia del escritor tímido y
acomplejado por su potencial. Vacila mucho más en publicar sus escritos y
carece de la estabilidad emocional para enderezar su vida. ¿Lo que intenta
hacer con él es documentar la forma en la que se pierden posibles grandes
talentos en el mundo literario?
Ciertamente. Pero, además, hay que
entender los impulsos autodestructivos de Homero Vélez. Su determinación en
alguna instancia de su vida por saltar por encima de sus circunstancias
existenciales y buscar su propia libertad. Sin embargo, pese a su propósito,
quizá no lo suficientemente vital ni profundo, lo arrastra el maremágnum de sus dudas, o más bien, se
dejar superar por sus sombras y es incapaz de dar el paso decisivo para
enfrentarse al mundo. Hay pues en él una falta de ánimo, de voluntad por la
vida, de dar batalla por sus obras literarias y por él mismo. Termina consumido
por lo de afuera, por el mundo.
Aquí
me viene a la mente algo que dijo Javier Cercas cuando visitó Arequipa. Dijo en
uno de sus conversatorios que «un escritor valiente
es un pleonasmo», pues se sobrentiende que todo escritor ya es valiente al tomar
la iniciativa de publicar sus libros y hacerse cargo de las críticas que puedan
hacerle los lectores al respecto.
Así
es. La literatura es una exigencia otológica, pero también traza relaciones con
el mundo de afuera y, en esa circunstancia, estamos sujetos a la actitud y
reacción de terceros que no siempre son amables con uno. Pero ese es el destino
inevitable de un artista, de un escritor y tiene que aceptarlo, porque después
de todo y, en gran medida, el lector se constituye en la ruta final de la
creación; que, en muchos casos, —legítimamente o no— al interpretarla, la reescribe.
¿A
quién alude la presencia del poeta Waldo Ramos en el libro? ¿Es un poeta real o
cien por ciento ficticio?
Es un poeta real, y trata de representar
la banalidad y frivolidad con que algunos escritores se acercan a la literatura
en los años 80.
¿Y
cuál considera que es la forma no banal ni frívola de acercarse a la
literatura? ¿Está representada en Leandro Roldán?
Creo que la forma más banal y frívola de
acercarse a la literatura es por pose, por seguir una moda literaria o una
consigna, por publicar lo primero que a uno se le viene a la mente, tan solo
por la urgencia de presentarse ante lo demás como alguien muy interesante.
En el caso de Leandro Roldán, su relación
con la literatura no es banal ni frívola, creo que es más bien compleja y muy
complicada, en la medida que muestra una profunda insatisfacción existencial
consigo mismo y con lo que escribe; ciertamente en menos intensidad que la de
Homero Vélez. Pero de este punto comparativo no podemos decir nada claro ni
preciso, puesto que estos dos personajes se entrelazan dramáticamente y puede
ser que uno recíprocamente sea el otro.
Los
desamores son bastante comunes en su obra, las féminas que desfilan en La inmensidad solo encuentran la
infelicidad al lado de sus amantes. ¿Busca visibilizar la imposibilidad de un
compromiso y emparejamiento sólido en los tiempos hipermodernos? ¿Su intención
siempre ha sido abordar la agonía del eros?
En términos generales es lo que usted dice.
Y esto sucede en el caso particular de Leandro Roldán. Experimenta un conjunto
de relaciones amorosas que tienen que ver con el amor revolucionario —Paulina
Huaraya—; el primer amor sublime —Isabel Sáenz—; el amor conyugal —Ethel Chávez—;
y el amor erótico —María Laura Ortiz—. En todas estas experiencias, las
relaciones de pareja se ven alteradas, distorsionadas, frustradas,
incomprendidas por las propias circunstancias personales de pareja y el entorno
que los envuelven, pues gravitan en el desenlace de las mismas bajo los signos
de los prejuicios morales, las limitaciones emocionales, las falsas
idealizaciones, los intereses materiales, la sobreexcitación artificial de la
libido, etc. que trazan la sociedad contemporánea y que afectan el original
propósito sentimental.
¿Alguna
vez habrá un final feliz para las parejas en sus novelas?
En cierta forma, se produce en La inmensidad. Recordemos que Leandro
Roldán, luego de sus relaciones sentimentales azarosas, encuentra entendimiento
y placidez en Claudia, con quien descubre que ha estado ligado toda su vida y
que no ha necesitado convivir ni casarse con ella para entablar buenas
relaciones de pareja. En Los últimos
dioses del opio también sucede más o menos lo mismo con Erick Barúa y
Danae, quien viene a ser la compañera inseparable del delito para el escritor
en medio de las vicisitudes que pasa durante su cautiverio en la jungla
mutante. De manera que las relaciones de pareja «felices» son posibles en mi
literatura, en tanto que vayan de la mano con la realidad de la vida.
22 de abril del
2025
[1]
Nació en Arequipa, Perú. Es
abogado de profesión. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos, el primer lugar en la VIII Bienal de Cuento
“Premio COPÉ 1994” con el cuento “Cuando las últimas luces se hayan apagado”.
Tiene publicados los libros de cuentos Cortometraje
(Cascahuesos Editores, 2010), publicado también en España (editorial Huso,
2018); Témpanos y Kamikazes (Tribal
editores-Lima, 2014); Sonata para un
hombre lejano (Surnumérica, 2016). Es autor de las novelas: El
nido de la tempestad (Tribal
editores-Lima, 2012), finalista de la bienal de novela – Premio Cope
internacional 2009; Los últimos dioses
del opio (Surnumérica- 2019); La
inmensidad (Surnumérica- 2022); y El
círculo perfecto de la muerte (Cascahuesos Editores 2024. Novela policial).
En el 2017 fue invitado a la Feria Internacional de Guadalajara, y en el
2018 participó en la Feria Internacional de Santiago, en Chile. El año 2021 fue distinguido por la
municipalidad provincial de Arequipa como uno los arequipeños del Bicentenario
y el año 2023 fue condecorado por la medalla cultural por la Biblioteca Regional
Mario Vargas Llosa. Este año 2025 se apresta a publicar Juego de papeles, un libro ecléctico de cuentos.