miércoles, 23 de abril de 2025

Yuri Vásquez. Escribir la vida, describir la ficción

 

ESCRIBIR LA VIDA, DESCRIBIR LA FICCIÓN

 

[Entrevista a Yuri Vásquez[1]
sobre su libro La inmensidad]

 

 

 

Por Edward Álvarez Yucra

 




 

La inmensidad forma parte de una continuidad que ha denominado hasta el momento la Trilogía del hombre hipermoderno. En lo personal, ¿cuál de las tres obras que la conforman le resulta más destacable?

 

Antes que todo, debo hacer una aclaración. La Trilogía del hombre hipermoderno la conforman hasta el momento los libros: Sonata para un hombre lejano (2016) y Los últimos dioses del opio (2019). El tercer libro, que es una novela ya terminada, se encuentra escrita en el flujo de la ficción distópica, el relato policial, ciencia ficción, melodrama, discurso histórico y filosófico. Todos estos elementos englobados en la narrativa yuxtapuesta del realismo y lo fantástico. Un proyecto ambicioso que me ha tomado los últimos cuatro años. Se publicará a fines de este año y con ello se cerrará esta trilogía.

En cuanto a cuál de estos es el más destacable, prefiero dejar esta respuesta para cuando se completen los tres textos y que sean los lectores los que respondan. Con respecto a La inmensidad (2022), es una novela autónoma, independiente a otros libros, que, sin embargo, de una u otra manera guarda relación con todos mis textos publicados por ser el caso de tratarse de una novela de autoficción y que hace referencia a mi producción literaria en conjunto. Pero sobre esto último, me gustaría precisar que, además de autoficción, es también una novela de metaficción. Lo particular del libro es el resultado de experimentar con cierta audacia la confluencia de ambas corrientes narrativas, donde, especialmente al final aparecen con mayor rotundidad y como desenlace los elementos de la metaficción. La metaficción en La inmensidad está orientada a cuestionar la realidad que viven los personajes, la que puede parecer sólida, coherente, inevitablemente estructurada, pero que, sin embargo, puede ser trastornada por otros flujos de la vida que pueden parecer inverosímiles y hasta fantásticos.           

 

¿Y esta novela que está próxima a publicarse es La vida encantada? Recuerdo que mencionó ese título en una entrevista con Alex Rivera de los Ríos.

 

No se trata de La vida encantada. La novela que tenemos proyectada publicar con Cascahuesos es una novela distópica. Una novela ambiciosa en la que se entrelazan la trama policial, el relato fantástico, la especulación de la ciencia ficción, el melodrama, personajes históricos interrelacionados y confundidos con personajes de ficción, el discurso filosófico y la crónica periodística. Esta novela cierra la Trilogía del hombre hipermoderno.

 

Ahora, ya que ha matizado la posición de La inmensidad en su producción literaria, ¿le parece que puede leerse como una confesión sobre su poética personal? ¿Sobre lo que es la literatura y, sobre todo, acerca de lo que es la narrativa para usted? Me deja esa sensación luego de notar el recurso de las citas a sus obras ya publicadas, como si teorizara con las historias de la novela el modo en el que son concebidas.

 

La inmensidad, en términos generales, puede ser leída como el flujo y despliegue del relato autoficcional —no autobiográfico— y la narrativa metaficcional; los cuales, al final del libro, desembocan como aguas de distintos ríos y van a dar lugar a la formación de un desenlace en que la ficción y la realidad se confunden, replanteando la trama de la novela y convirtiendo la experiencia vital de los personajes en algo imprevisible. Esto nos lleva justamente a considerar que La inmensidad es un libro que trata fundamentalmente sobre el tiempo y la vida, el tiempo que comprende la micro historia y la macro historia, y la vida que supone la existencia como una experiencia inagotable y que escapa a toda previsión.  De allí que el tiempo y la vida representan la inmensidad. 

Ahora, en cuanto si es una confesión de mi poética personal, sí lo es en lo que se refiere a mi extrema búsqueda de la perfección estética, en la incesante búsqueda de nuevos caminos literarios y la insatisfacción que siempre conlleva esta persecución, a veces inútil, de la obra de arte en sumo grado. 

 

¿Por qué prefiere usar el rótulo «hipermoderno» en lugar de «posmoderno»?

 

Bueno, para mí no existe una diferencia de concepto entre lo hipermoderno y lo posmoderno. Por lo general se cree que el posmodernismo representa una etapa radicalmente distinta o superior del modernismo. Sin embargo, entiendo que es solo un desarrollo hiperbólico, extremado, exacerbado, de las características básicas de la sociedad contemporánea, que se han dado en las últimas tres o cuatro décadas, tales como: consumismo, alienación, desintegración del individuo, intervención del poder en la actividad humana, etc. Ahora bien, yo prefiero emplear el término hipermoderno al referirme al comportamiento específico del individuo en medio del contexto de la sociedad, la relación conductual con el entorno, con los otros —los demás y el fenómeno social y cultural— que lo rodean; contexto en el que por lo general estos caen, para bien o para mal, bajo su peso y sombra. Estos hechos, que percibo en el exterior, y que también lo experimento como un sujeto más, yo los he trasladado a mi ficción literaria, de ahí que al conjunto de mis novelas que tocan este tema las he denominado la Trilogía del hombre hipermoderno.

Lo postmoderno yo lo concibo más como la expresión de un fenómeno social, político, filosófico, cultural y literario que tiene como fundamento al hombre hipermoderno, es decir, al hombre concreto de la calle, sumido en el contexto de la sociedad contemporánea.

 

¿Desde cuándo le parece que emerge la hipermodernidad en Arequipa? ¿Qué fenómenos encuentra significativos al respecto?

 

De acuerdo a lo que acabo de señalar, prefiero hablar de postmodernidad para tratar el fenómeno cultural, artístico y, en específico, literario que sobrevino tras el acontecimiento histórico de los años noventa que produjo el mundo unipolar, el globalismo y el surgimiento del evento informático y tecnológico.  El mundo occidental, a partir de estos eventos, sufrió una influencia en todo orden de cosas: el económico, el social, el político etc.; el cultural, artístico y, concretamente, el literario no fueron la excepción. En el Perú, a mi modo de entender, especialmente en Arequipa, el posmodernismo se expresó a través de una literatura de autoficción. Lo predominante fue el relato intimista y descontextualizado proveniente de Lima —a través por ejemplo de Mario Bellatin, Renato Cisneros, Jeremías Gamboa— en clara reacción al modernismo del Boom latinoamericano y en consonancia con el relato pequeño propugnado por el posmodernismo literario global. Algunos escritores locales y regionales fueron conscientes del posmodernismo, para bien o para mal, y lo asumieron con algún convencimiento; otros siguieron simplemente la moda, dando lugar a una autoficción distorsionada y decididamente narcisista. En los años 90, en Arequipa, se produjo una eclosión literaria en la narrativa —Los solitarios, por ejemplo— y esta ebullición se consolidó a partir del nuevo milenio con la aparición de jóvenes escritores que hoy dominan la escena. Habría que diferenciar el fenómeno local y regional literario de los noventa con el del nuevo milenio, hay un proceso de formación de voces más asentadas y firmes a partir del primer decenio de este siglo para adelante.

 

¿Podría contarme un poco más sobre Los solitarios? Pasa que en la historia de la literatura arequipeña no figuran aún agrupaciones tan notables en narrativa como sí figuran las de poesía. Y, por cierto, a su gusto, ¿qué escritores jóvenes en la escena actual se posicionan como buenos prospectos?

 

Los solitarios aparecieron en la escena literaria de Arequipa de los años noventa. Lo conformaron un grupo de jóvenes poetas y escritores que publicaron una revista memorable en la que se dieron a conocer y en la que divulgaron sus trabajos. No hace mucho, en un esfuerzo por documentar este movimiento literario, se editaron en libro todos los números de la revista. El grupo estuvo conformado por Jaime Coaguila, Javier de Taboada, y otros. El grupo animó el ambiente literario arequipeño y fue una manifestación del resurgimiento firme de la narrativa en nuestro medio, la cual se extiende hasta ahora. En esa medida, fueron unos grandes propulsores. 

Hoy en día es muy alentador comprobar que muchos jóvenes vienen cultivando la narrativa con gran entrega. Creo que se puede destacar entre los que han aparecido recientemente a Anthony Valdivia, Erik Aguirre y Jorge Malpartida. También resulta muy interesante el trabajo literario de Alex Rivera de los Ríos, un joven escritor consolidado.

 

En cuanto a los autores que practicaron el relato intimista limeño, ¿qué los distingue de la literatura narcisista que mencionó en una entrevista para el Correo?

 

El relato intimista limeño se enmarca generalmente en los términos de la autoficción literaria sustentada en un modelo convencional que puede resultar atractivo, pero que adolece de innovación formal y reducciones a propósitos muy limitados de la experiencia humana. La autoficción es un subgénero literario respetable y cultivado en el pasado por figuras destacables como, por ejemplo, Dante Alighieri o Henry Miller, pero cuando se la practica hasta el cansancio y no ofrece un aporte literario específico, pierde importancia. La literatura narcisista se configura como una desnaturalización y distorsión de la autoficción, en la que solo fluye la más pura anécdota personal envasada en un lenguaje estandarizado y nada renovador.

 

Según Javier de Taboada, usted sigue una estética fragmentaria en la novela. Esto se da porque hay notas a pie de página que remiten a acontecimientos simultáneos a las historias narradas. Y, al mismo tiempo, estas historias nos transportan a diferentes etapas temporales en la vida de Leandro Roldán y Homero Vélez a través de fechas distribuidas anacrónicamente en cada capítulo. Podríamos mencionar otras fragmentaciones como las citas de otras obras suyas, textos de crítica de cine, ensayos y anécdotas literarias. No obstante, ¿qué buscaba obtener al remitir al lector constantemente a acontecimientos simultáneos a las historias desarrolladas?

 

Como decía, el postmodernismo literario global ejerció una influencia en la cultura occidental. La mayoría de la narrativa quiso seguir sus flujos de manera convencional, pero también otras narrativas se esforzaron por redefinirlos. El eje fundamental del discurso posmoderno se produce a partir de la estructuración del relato pequeño contra el gran relato. Esto, naturalmente, no tiene nada que ver con la extensión, sino con la visión literaria. Yo escribí bajo la sombra y vigencia del posmodernismo literario global; pero quise convertir mi literatura en una especie de laboratorio en el que se afirmara el gran relato, es decir la preocupación por los problemas existenciales de la condición humana. En esa medida, en La inmensidad quise enlazar la trama del individuo singular con los acontecimientos plurales que se dan fueran de él, pero en torno a él, descritos por los sucesos históricos del mundo a través de noticias. Con ello quise motivar al lector a que note que el individuo forma parte de su contexto y que no es un sujeto abstracto e intemporal.

En cuanto a los otros fragmentarismos de la novela, a decir de Javier de Taboada; y que se refieren a ensayúsculos, crónicas cinematográficas, reseñas de libros, reproducción de textos literarios… mi intención fue el de exponer el gran relato en términos estéticos, lo que significa que todo texto es expresión de las manifestaciones literarias —aun cuando parezcan extraños—. Esto en contra del pequeño relato estético que supone reducir a la novela a un hecho simplemente anecdótico o «novelesco».

 

Entonces, usted ve la novela como el arte máximo, el arte en el que caben todas las artes, ¿no? ¿Es por eso que el título es La inmensidad? Por supuesto, no quiera cerrar el significado de esta forma, también noté que en la novela se hace alusión a lo inmenso de la vida misma.

 

Si, la novela es el espacio en que pueden fructificar todas las manifestaciones literarias, aun las que aparentemente no parezcan posibles.  En esa medida, mi empeño literario se encauza a desarrollar la Literatura total. Este es un concepto distinto del de la novela total que se practicó en los sesenta y setenta con el Boom literario hispanoamericano.  La novela total se plantea como un ejercicio estético muy rico y variado, pero encerrado en el propio ámbito narrativo convencional y novelesco. En cambio, la Literatura total se abre, vamos a decir, al vasto e impredecible mundo literario. Constituye una nueva visión de la literatura, el hombre y el mundo, en la que no hay demarcaciones ni fronteras y en la que todos los textos, todos los temas y todos los géneros alimentan la creación literaria tomando a la literatura como un gran universo.    

 




¿Cómo se le ocurrieron los nombres de Leandro Roldán y Homero Vélez?

 

En el caso de Leandro, siendo que este personaje tiene ciertas proximidades biográficas conmigo, recurrí al apellido materno Roldán de mi madre. En cuanto el otro personaje, tomé el nombre de Homero por simbología literaria con el gran escritor Homero de la Odisea (Siglo VIII a. C).

 

Es muy irónico que este Homero no haya encontrado jamás su trascendencia literaria, como sí pasó con el poeta griego.

 

Sí, creo que resultó ser finalmente un personaje muy oscuro y devorado por sus propias sombras y enigmas

 

¿Diría que solo Roldán nace de su biografía? ¿Homero Vélez cobró vida a partir de una biografía ajena a la de usted?

 

Con respecto a Leandro Roldán, diría que si, como acabo de señalar, está más emparentado conmigo. Pero es bueno precisar que La inmensidad ciertamente es una novela de autoficción y no una novela biográfica en estricto sentido de la palabra; de ese modo, las experiencias vitales del personaje y el autor se entrecruzan, pero muchas veces se disuelven en la ficción absoluta.

Respecto a Homero Vélez, este efectivamente representa una proyección de Leandro Roldan, como personaje literario ya plasmado, antes que una del autor.

 

En la historia de Roldán, prima bastante la ética de escribir sobre aquello que a uno realmente le interesa o le resulta relevante. Esto puede comprobarse todavía más con una confesión casi al final del libro, en la que, tras leer a James Joyce, el narrador afirma que se ha sentido inspirado a escribir una obra literaria sobre otra obra literaria. Y, considerando que Roldán nunca concretó la novela que le demandaron, cuyo tema y orientación debía ser la revolución social tan reclamada en los 80, ¿diría que representa un alegato en favor de la libertad del escritor?

 

El fragmento, al que usted alude, se refiere a la influencia que ejerció Las mil y una noches (Siglo IX) en mi literatura, pero más precisamente, aunque no se señala taxativamente, en mi novela Los últimos dioses del opio (2019).  Hay que recordar que la novela parte de una única historia y se ramifica en muchas otras que sustancialmente son análogas a la original. Este aspecto, de alguna manera, guarda proximidad con las miles de historias que la dulce Sherezade le cuenta al visir para evitar la muerte. De ahí que, por esta circunstancia literaria, se puede hablar entre estos dos libros como novelas espejos; obras que, como sabemos, se han dado varias veces en la literatura universal. 

Tocando el rol de Leandro Roldán en La inmensidad, el personaje se enfrenta a la exigencia, propia de los años sesenta, hasta pasados los ochenta, de un compromiso social y revolucionario; de allí que se le demande escribir la novela de su tiempo. Pero él nunca lo hace, o en todo caso, lo hace a su manera y no bajo los estándares de la crónica social o el panfleto. En cambio, escribe relatos demasiado estetizantes sin vínculo con el entorno. En uno y otro caso no se siente satisfecho. Ya frustrado, sintiéndose culpable, decide no publicar. En esa medida estas dos situaciones revelan la caída de la utopía del discurso social y del discurso puramente individualista de la cultura occidental —marxismo y liberalismo—. En efecto, la superación, el salto de estas contingencias literarias y existenciales, representa la búsqueda de Leandro Roldan por la libertad. 

 

En el caso de Homero Vélez, se hace notar la controversia del escritor tímido y acomplejado por su potencial. Vacila mucho más en publicar sus escritos y carece de la estabilidad emocional para enderezar su vida. ¿Lo que intenta hacer con él es documentar la forma en la que se pierden posibles grandes talentos en el mundo literario?

 

Ciertamente. Pero, además, hay que entender los impulsos autodestructivos de Homero Vélez. Su determinación en alguna instancia de su vida por saltar por encima de sus circunstancias existenciales y buscar su propia libertad. Sin embargo, pese a su propósito, quizá no lo suficientemente vital ni profundo, lo arrastra el maremágnum de sus dudas, o más bien, se dejar superar por sus sombras y es incapaz de dar el paso decisivo para enfrentarse al mundo. Hay pues en él una falta de ánimo, de voluntad por la vida, de dar batalla por sus obras literarias y por él mismo. Termina consumido por lo de afuera, por el mundo.

 

Aquí me viene a la mente algo que dijo Javier Cercas cuando visitó Arequipa. Dijo en uno de sus conversatorios que «un escritor valiente es un pleonasmo», pues se sobrentiende que todo escritor ya es valiente al tomar la iniciativa de publicar sus libros y hacerse cargo de las críticas que puedan hacerle los lectores al respecto.

 

Así es. La literatura es una exigencia otológica, pero también traza relaciones con el mundo de afuera y, en esa circunstancia, estamos sujetos a la actitud y reacción de terceros que no siempre son amables con uno. Pero ese es el destino inevitable de un artista, de un escritor y tiene que aceptarlo, porque después de todo y, en gran medida, el lector se constituye en la ruta final de la creación; que, en muchos casos, legítimamente o no al interpretarla, la reescribe.

 

¿A quién alude la presencia del poeta Waldo Ramos en el libro? ¿Es un poeta real o cien por ciento ficticio?

 

Es un poeta real, y trata de representar la banalidad y frivolidad con que algunos escritores se acercan a la literatura en los años 80.  

 

¿Y cuál considera que es la forma no banal ni frívola de acercarse a la literatura? ¿Está representada en Leandro Roldán?

 

Creo que la forma más banal y frívola de acercarse a la literatura es por pose, por seguir una moda literaria o una consigna, por publicar lo primero que a uno se le viene a la mente, tan solo por la urgencia de presentarse ante lo demás como alguien muy interesante.

En el caso de Leandro Roldán, su relación con la literatura no es banal ni frívola, creo que es más bien compleja y muy complicada, en la medida que muestra una profunda insatisfacción existencial consigo mismo y con lo que escribe; ciertamente en menos intensidad que la de Homero Vélez. Pero de este punto comparativo no podemos decir nada claro ni preciso, puesto que estos dos personajes se entrelazan dramáticamente y puede ser que uno recíprocamente sea el otro.

 

Los desamores son bastante comunes en su obra, las féminas que desfilan en La inmensidad solo encuentran la infelicidad al lado de sus amantes. ¿Busca visibilizar la imposibilidad de un compromiso y emparejamiento sólido en los tiempos hipermodernos? ¿Su intención siempre ha sido abordar la agonía del eros?

 

En términos generales es lo que usted dice. Y esto sucede en el caso particular de Leandro Roldán. Experimenta un conjunto de relaciones amorosas que tienen que ver con el amor revolucionario —Paulina Huaraya—; el primer amor sublime —Isabel Sáenz—; el amor conyugal —Ethel Chávez—; y el amor erótico —María Laura Ortiz—. En todas estas experiencias, las relaciones de pareja se ven alteradas, distorsionadas, frustradas, incomprendidas por las propias circunstancias personales de pareja y el entorno que los envuelven, pues gravitan en el desenlace de las mismas bajo los signos de los prejuicios morales, las limitaciones emocionales, las falsas idealizaciones, los intereses materiales, la sobreexcitación artificial de la libido, etc. que trazan la sociedad contemporánea y que afectan el original propósito sentimental.

 

¿Alguna vez habrá un final feliz para las parejas en sus novelas?

 

En cierta forma, se produce en La inmensidad. Recordemos que Leandro Roldán, luego de sus relaciones sentimentales azarosas, encuentra entendimiento y placidez en Claudia, con quien descubre que ha estado ligado toda su vida y que no ha necesitado convivir ni casarse con ella para entablar buenas relaciones de pareja. En Los últimos dioses del opio también sucede más o menos lo mismo con Erick Barúa y Danae, quien viene a ser la compañera inseparable del delito para el escritor en medio de las vicisitudes que pasa durante su cautiverio en la jungla mutante. De manera que las relaciones de pareja «felices» son posibles en mi literatura, en tanto que vayan de la mano con la realidad de la vida.

 

 

 

 

22 de abril del 2025








[1] Nació en Arequipa, Perú. Es abogado de profesión. Ha obtenido diversos premios literarios, entre ellos, el primer lugar en la VIII Bienal de Cuento “Premio COPÉ 1994” con el cuento “Cuando las últimas luces se hayan apagado”. Tiene publicados los libros de cuentos Cortometraje (Cascahuesos Editores, 2010), publicado también en España (editorial Huso, 2018); Témpanos y Kamikazes (Tribal editores-Lima, 2014); Sonata para un hombre lejano (Surnumérica, 2016). Es autor de las novelas: El nido de la tempestad (Tribal editores-Lima, 2012), finalista de la bienal de novela – Premio Cope internacional 2009; Los últimos dioses del opio (Surnumérica- 2019); La inmensidad (Surnumérica- 2022); y El círculo perfecto de la muerte (Cascahuesos Editores 2024. Novela policial). En el 2017 fue invitado a la Feria Internacional de Guadalajara, y en el 2018 participó en la Feria Internacional de Santiago, en Chile. El año 2021 fue distinguido por la municipalidad provincial de Arequipa como uno los arequipeños del Bicentenario y el año 2023 fue condecorado por la medalla cultural por la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa. Este año 2025 se apresta a publicar Juego de papeles, un libro ecléctico de cuentos.

sábado, 8 de marzo de 2025

Breve selección poética de Katherine Medina Rondón

 

BREVE SELECCIÓN POÉTICA

 

 

 

Katherine Medina Rondón[1]

 

 

 


 

Jacarandá

 

 

Se me voló el sombrero un día de viento;

quizás eso se parezca un poco a volar

o a tener un espíritu o a ser uno:

jamás volví a encontrarlo.

Quizás llegue a algún lado antes que yo,

Quizá me quede donde estoy sin él.

ROBIN MEYERS

 

 

 

Era enero, la primera lluvia me lavaba el rostro

y el viento que le precede fastidiado

alzaba mi sombrero

con la belleza con la que se pela una lima, 

no pude sostenerlo,

ni siquiera puedo sostener mis propias raíces,

ni la mano de mi madre, una india negra,

ni la de mi padre, un árabe sardo.

Mir rostro es un árbol de jacarandá,

un panteón de historia

quebrado,

desigual

y

mi cabello se levanta

como hojas que se rinden al viento

ya sin siquiera un sombrero.

 

 


 



 


 

Sanación con nobles elementos: Agua[2]      

 

           Vierte tu fe sobre el agua

y deja que te alcance el radiante cortejo del rocío,

el color de los que pusieron en otros tiempos con coraje su espalda

para que la espuma no alcance el dorso de tus hijos.

           Vierte el manso querer de los tiempos idos

de la hembra que guarda tu alcoba,

que sostiene tu padecimiento de veintitrés o setenta años,

que pone paños a tu fiebre, mientras está pariendo a tu quinto hijo.

           Vierte el agua sobre el agua

y bebe de la bondad perdida

que te hará danzar como un narciso.

 

 

 

 


 

Invitación al súcubo [3]

 

           El que dio a conocer la luz

y el rincón más sombrío de la noche

está cansado del coro de los ángeles.

           La corte celeste es un lugar de procesión,

por eso toma una lámpara —ni roja ni pintada—

y ponla al pie de la cama

para que las nubes descarguen

sus temibles y ensordecedores cánticos

lejos de tu oído.

          Toma tu cobija y póntela

como diadema real, 

pon tu mano derecha sobre tu sexo,

no te muevas

e implora que los demonios

solo te arranquen las uñas.

 

 



 

Conjuro amoroso para un hombre temerario [4]

 

           Recoge siete especies de siete flores silvestres en siete días,

exceptuando lirios o cualquier variedad que no posea espinas,

y átalas al crecimiento de tu cuerpo.

           Cuando abandones tus reiterativos pensamientos

y los pasos echen a andar solo a tu cuerpo,

notarás cómo un aroma robusto

te transporta al último siglo dorado

y el lenguaje se caerá a pedazos 

al ver sobre ti a una rosa jadeando

en busca de cualquier paraíso perdido.

 

 



 

Conjuro amoroso para una dama solitaria[5]

 

           Cuando caiga la última hoja de mayo

en la flotante brisa que ha labrado las cavernas,

rompe la visión de la nada

y pon una jaula a la altura de tus senos,

dejando la reja abierta junto a una plegaria cada noche

hasta que recibas la feliz visita de una luciérnaga

que ilumine tu corazón impuro.

            No olvides calcular la luz

que dejas salir por tus poros

y traer siempre las botas puestas

ya que nunca desaparecerá el peligro

de incendiar tu casa.

 



 

Epílogo[6]

 

           Orgulloso yace en su trono

el que ha sido invocado

con diferentes nombres.

           Sobre sus blancas palomas

feroces perlas

derraman su misterio,

el universo siempre hembra. 

 



 


 


 

 

Diáspora[7]

 

¿Existes? ¿Existo yo?

¿No seremos la misma persona?

¿La propia vida hablando consigo misma?

un enfoque independiente y apartado,

un ser espejado que respira aprisa

arrojándose el pensamiento solitario,

la sombra de la muerte disfrazada

que acompaña cada registro de mi vida,

el exotismo en el humano ruedo

como una planta de la misma semilla

que florece en dos extremos diferentes de la Tierra,

un diente de león que al soplarlo se dispersa

hacia direcciones inesperadas,

una rama que se extiende bajo las escaleras

y que debe ser cortada porque en ella

la realidad se derrama.

 

 


 

También fuiste el sueño de mamá

 

Recuerdo la primera vez que vi a Harrison Ford en la TV

tenía once años e incluso entonces comprendí

que él ni nadie sabría cómo amarme jamás.

Los días iban pasando a media ración, sin importancia,

porque el olor a durazno tocaba la casa

con sus alegres ojos verdes

y el tiempo no era, como hoy,

una debilidad numerada

siempre de paso, agotada, fugaz.

 

Pienso en Harrison Ford como un fornido carpintero

o un vendedor de marihuana

al que le tengo que enseñar las bragas

porque en este país no se fía, todo cuesta,

incluso el amor que engendra 500 versos inútiles.

Ahora entiendo como

empecé a cavar mi propio agujero,

suspirando como un fuelle,

cediendo, hasta que otro hombre

abandona tu cama

y aprendes a omitir “te quiero” y “no te vayas”.

Pero hay cosas peores en la vida que lo que uno deja atrás,

el presente, por ejemplo

atrapada en una humilde habitación

cuando la burla de la madre es un poema

que empieza a caerse desde el primer verso.



 








[1] Katherine Medina Rondón (Arequipa, 1994). Poeta y artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes (Aletheya, 2012), Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013), Mínima celeste (Transtierros, 2016), Disidencia (Cascahuesos, 2018), Papiros mágicos (Vallejo & co./ Sol negro, 2019), Coraje (Jukucha, 2023) e incluida en Tea Party III, muestra dinámica de poesía latinoamericana (Cinosargo, 2014), Antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018), Memorias del 28° Festival Internacional de Poesía de Medellín (Prometeo, 2018), Antología 5° Festival Caravana de Poesía (Amarti, 2018), Aliados, dosis de poesía para tiempos inciertos (Dentro Ediciones, 2020) y Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021). Como traductora ha publicado Flores al borde de los abismos, antología poética de Vittoria Aganoor (Sol negro, 2022). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal Comisura en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y ha participado en diversas muestras artística colectivas.  

[2] Publicado anteriormente en Papiros mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 41.

[3] Publicado anteriormente en Papiros mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 17.

[4] Publicado anteriormente en Papiros mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 33.

[5] Publicado anteriormente en Papiros mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 35.

[6] Publicado anteriormente en Papiros mágicos. Lima: Vallejo & co, Sol Negro, 2019, p. 55.

[7] Publicado anteriormente en Disidencia. Arequipa: Cascahuesos, 2018, p. 43.

Yuri Vásquez. Escribir la vida, describir la ficción

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